ECONOMíA › INVERSIONES EXTRANJERAS
Los que ya están, se quedan
Por Cledis Candelaresi
Difícilmente los capitales extranjeros que llegaron al país por las privatizaciones o la compra de empresas privadas durante la década pasada decidan emigrar. “Son inversiones de largo plazo y ya tienen contemplado el riesgo tercermundista”, descuenta el economista Daniel Chudnovsky. “No hay ninguna razón para pensar que las privatizadas vayan a cambiar de manos”, precisa el secretario de Industria, Alberto Dumón. Ambos, especializados en comercio internacional, presentaron ayer en Buenos Aires el informe periódico de Naciones Unidas sobre Inversión Extranjera Directa, preciado flujo que, salvo para China, se contrajo en todo el mundo.
En el 2002, las IED se redujeron en la Argentina al magro nivel de 1000 millones de dólares, apenas un tercio que el ya modestísimo año anterior, y a años luz del nivel de la década pasada, cuando la venta de empresas públicas y privadas atrajeron montos millonarios: en 1999 habían llegado a 24 mil millones.
Sin empresas para privatizar y agotado el proceso de fusiones empresarias a nivel internacional, no hay mucho por hacer para atraer capitales más que “activar el aparato productivo”, según sugiere el secretario de Industria. Para Dumón, no importa si esa mayor actividad es para abastecer al mercado interno o permite a la Argentina consagrarse como una atractiva plataforma exportadora.
Algo de esto ya habría ocurrido desde la devaluación con las multinacionales radicadas aquí. Antes esas empresas exportaban muy poco, ya que podían colocar el grueso de su producción localmente. “Pero derrumbado el mercado interno, las trasnacionales se dedican a exportar”, interpreta Chudnovsky, convocado por la ONU para la presentación de su informe anual.
Ese mismo trabajo advierte que no hay un éxodo de capitales desde la Argentina. “Pese a los efectos de la crisis financiera y económica de principios de la década, muy pocas han abandonado el país”, consigna. “No obstante, en el componente de reinversión de utilidades y de préstamos entre filiales hubo grandes saldos negativos, lo que indica que las trasnacionales establecidas han venido reduciendo sus inversiones en el país”, completa el texto.
No hubo ni habrá desinversión, según juzgan los presentadores del informe. En particular, porque es muy difícil para empresas como las prestadoras de servicios públicos resignar miles de millones de dólares en activos hundidos o conseguir a quién transferírselos. Ni siquiera tener precios de remate, como ocurrió tras la devaluación, transformó a la Argentina en una aspiradora de inversores. En este contexto, la compra de Pecom Energía por Petrobrás habría sido una verdadera excepción.
Dumón admite que la Argentina tiene una de las legislaciones más liberales en materia de inversión. Pero, claramente, este factor de atracción no basta. Para promover las inversiones genuinas (en la instalación de nuevas plantas) no sólo hace falta ofrecer un buen negocio, sino otras garantías como “la seguridad jurídica” y la “facilidad para remitir utilidades”, según puntualiza el funcionario de Planificación.
La IED representa el 10 por ciento de la inversión total. Aun así, promoverla resultaría vital para desarrollar la capacidad de algunos sectores que hoy “están al tope”, a decir del secretario de Industria, y que difícilmente puedan seguir expandiéndose sin el aporte de capital fresco: plásticos, textiles, aceites y petroquímicos, entre ellos.
La caída de las IED para la Argentina está a tono con la que afectó a todo el mundo, donde esta corriente se retrajo un 31 por ciento promedio en los dos últimos años. El derrumbe afecta con rigor a los países desarrollados, que capturan el 80 por ciento del flujo de capitales externos. En Estados Unidos bajaron de 314 mil millones de dólares en el 2000 a sólo 30 mil millones el año pasado. En América latina retrocedieron a la mitad. La única excepción “contracíclica” fue China, que atrajocapitales por casi 53 mil millones el año pasado. En parte, gracias a las concesiones que hizo a los inversores cuando negoció su ingreso a la OMC.