EL PAíS › OPINION

La cosecha de los votos

 Por Luis Bruschtein

Parecían los duelistas de la película. Y las condiciones que pusieron hacían pensar en los pistolones y los diez pasos. Pero en estos debates nadie resulta muerto y menos cuando se va a una segunda vuelta con buena parte del voto decidido. Es difícil decir en este caso quien fue el ganador. Si Mauricio Macri quiso captar los votos de Zamora, evidentemente perdió. Es difícil decir si lo logró Aníbal Ibarra, aunque ciertamente estuvo más cerca. Los votos de Patricia Bullrich fueron más tironeados por las respuestas de los candidatos si es que esperaban el debate para decidirse.
De todos modos, el debate mostró a los dos candidatos más maduros que en la primera vuelta, más sueltos y espontáneos, más atentos a la respuesta de su oponente, y lo que estaba destinado a ser una exposición aburrida de promesas de campaña tuvo cruces y chispazos que ofrecieron una idea mejor de los contendientes.
Ibarra tuvo que soportar durísimas críticas a una gestión que estuvo muy signada por la crisis. El flanco débil de Macri, por su parte, es su condición de dueño o ex dueño de empresas que han hecho negocios con la administración pública, lo que configura una complicación ética difícil de soslayar para alguien que ahora aspira a manejar la administración pública.
Hace doce años cuando Ibarra dejó su trabajo de fiscal para presentarse como candidato a concejal, explotó su condición de recién llegado a la política. En este caso, el que ocupó ese lugar fue Macri, que deja atrás su condición de empresario y presidente de Boca Juniors para convertirse en candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad. Es un espacio favorable en una campaña electoral porque otorga cierta impunidad para criticar y para los baches lógicos que pueda tener sobre los detalles de la administración. La explotación de ese perfil fue su arma principal en la campaña tanto para el periodismo como para los votantes. Y quizás apoyándose en esa condición, fue muy crítico con Ibarra, al que achacó casos de presunta corrupción administrativa, pero se mostró dolido y enojado cuando Ibarra lo cuestionó por causas judiciales en las que estuvo involucrado en investigaciones por negocios de sus empresas familiares con el Estado. Desde ese lugar virginal acusó a Ibarra de “pagar” y “presionar” a periodistas. Sin embargo, Macri fue el candidato que mayor apoyo tuvo, sobre todo en medios gráficos y en la televisión, incluso en programas no políticos, deportivos o de entretenimiento, donde el respaldo a un candidato resulta poco menos que sospechoso.
Ibarra tuvo que afirmarse más en un perfil de administrador para tiempos difíciles. Es un lugar que tiene menos margen para la ilusión y las promesas y que sólo se defiende desde los hechos logrados, los que se puedan exhibir. Y en este caso, algunos ven la mitad llena del vaso y otros la mitad vacía.
Lo cierto es que cuando se disputa la administración de una ciudad como Buenos Aires no hay equipos sin historia y tanto Ibarra como Macri tienen en sus listas y en sus equipos cuadros y dirigentes que han participado en administraciones anteriores. En los cruces, Macri chicaneó a Ibarra por su condición de ex “socio” político de Fernando de la Rúa. A su vez Ibarra recordó el menemismo confeso de Macri en otras épocas. Y cuando se habla de menemismo se habla más de negocios que de política.

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