ECONOMíA › OPINION

La mesa está servida

 Por Jorge Carrera *

Endeudarse es el tipo de remedio donde los beneficios se ven inmediatamente y los costos o efectos secundarios se ven con el tiempo. La negociación exprés del default nos da un ejemplo cabal de por qué es importante no dejar el manejo de la deuda exclusivamente en manos del gobierno de turno. Los incentivos del negociador están puestos en tener acceso, cuanto antes, al mercado financiero. Por lo tanto, para él es completamente racional hacer una oferta generosa y lograr una inmediata aceptación. El beneficio lo obtiene velozmente y el costo en exceso se pagará en cuotas con los años. En el caso actual de Argentina, hay una notable convergencia de intereses para endeudarse: el gobierno necesita fondos y los mercados quieren prestarle.

Se han tomado medidas redistributivas regresivas que, sumadas al shock inflacionario y la caída en el empleo redujeron el ingreso disponible de casi todos los deciles. La recesión que se generó podría llevar el déficit más allá de lo anunciado al caer la recaudación en términos reales. Adicionalmente, se necesita compensar el menor consumo con mayor inversión. Pero, por la recesión, los privados mantienen una prudente expectativa, por lo cual, el gobierno deberá profundizar la obra pública y los incentivos fiscales.

Las formas de financiar esas necesidades fiscales son limitadas. Si lo quisiera hacer con deuda interna acentuaría, aún más, la actual reducción en el crédito a causa de las altas tasas de interés que impulsa la política monetaria. Si lo quisiera financiar con emisión monetaria sería contradictorio con el monetarismo lineal y básico que usa el gobierno para explicar la inflación. Por eso, endeudarse es su mejor opción si se desea minimizar la emisión directa para el fisco. Otras opciones que provean fondos como un blanqueo muy generoso, una liquidación parcial del FGS de Anses o acudir al FMI no son tan fáciles en lo inmediato. Por tanto, el endeudamiento externo es una opción que les aparece como insustituible.

Complementariamente, desde el punto de vista de los mercados internacionales también existía gran ansiedad porque apareciera un jugador grande, con poca deuda, que genere grandes colocaciones de bonos con alta liquidez, una tasa de interés extraordinaria y un gobierno market friendly como es Argentina en 2016.

Objetivamente se puede afirmar que la mesa está servida para un gran banquete de endeudamiento que podría durar algunos años. No solo el gobierno o el BCRA, sino también el sector privado y las provincias desean acceder al mercado externo. Siempre, esperemos, conscientes del riesgo financiero de tomar deuda en dólares para gastos corrientes que, además, será pagada con ingresos en pesos.

De esta forma, la prometida lluvia de dólares será, mayoritariamente, un ingreso vía deuda para necesidades fiscales y colocaciones especulativas de corto plazo que aprovechan tasas extraordinarias en pesos y expectativas de dólar estable por un tiempo. Solo una parte minoritaria llegará como inversión extranjera directa para compra de empresas existentes (cambio de mano) y, algo menor aún, serán los dólares dedicados a la verdadera inversión productiva.

Los escenarios que se abren para la economía por la salida del default son alentadores para quienes están en la intermediación financiera, preocupantes para quienes tengan una razonable inquietud por la sostenibilidad de la deuda.

Para evitar repetir el ciclo que en los ‘90 nos condujo al endeudamiento, blindaje, megacanje y default, deberíamos actuar ahora que estamos entrando, rápidamente, en la fase que Minsky llamaba de euforia.

Debemos construir un sistema de endeudamiento más transparente y democrático que reemplace al actual esquema que delega, exclusivamente en el gobierno de turno, toda la responsabilidad política y operativa.

Esto implica: 1) devolver al Congreso la responsabilidad primaria sobre la deuda que establece el art. 75 de la Constitución y que durante décadas fue diluida, 2) dar una discusión más detallada de las autorizaciones genéricas a endeudarse que las existentes actualmente en el Presupuesto, 3) realizar audiencias públicas trimestrales previas en el Congreso, 4) tener votaciones específicas de la emisión de deuda con todos los detalles en el trimestre anterior, 5) contar con un análisis técnico propio del Congreso para evaluar sostenibilidad y que sea confrontable con los del mercado y del gobierno, 5) impulsar un método claro de colocación en el mercado por parte de los bancos, entre otras acciones.

Un sistema de endeudamiento más transparente y con mayor solidez institucional, que no descanse en el Ejecutivo de turno, no sólo bajará el costo de la deuda del propio gobierno sino también el de empresas y provincias. Sobre todo, en la deuda de más largo plazo que es la relevante para la inversión.

Mucho se ha discutido sobre la independencia del gobierno que debe tener el Banco Central, nada se discute sobre la necesidad de cambiar el proceso decisional sobre el endeudamiento público. No mediante la delegación en tecnócratas iluminados, sino a través de una gestión democrática que haga más transparente y consensual la estrategia de la duda teniendo siempre presente que el costo de lo que hoy decidamos lo pagarán las próximas generaciones.

* Ex gerente de Investigaciones Económicas del BCRA.

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