Viernes, 29 de abril de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Nicolás Tereschuk,
Abelardo Vitale *
En su columna del pasado domingo, José Natanson realizó una serie de estimulantes reflexiones sobre el momento político actual. Dos ideas allí vertidas, creemos, ameritan algunas profundizaciones: a) si el macrismo es una “nueva derecha” y b) si existe una continuidad del actual gobierno con el anterior en relación a la política social.
Más que debatir “el futuro del kirchnerismo”, creemos que aún falta reflexionar en torno a la caracterización de lo que ha sido hasta aquí la breve gestión de Cambiemos. Sólo un diagnóstico adecuado permitirá ofrecer una alternativa política y social que se le oponga con efectividad. Se trata de discutir el futuro de una sociedad muy vital, activa y siempre cambiante en sus expectativas y demandas. Digámoslo, de discutir el futuro del pueblo.
Desde nuestro punto de vista, ponemos entre signos de interrogación la idea de que esta derecha traiga demasiadas novedades. Por un lado llama realmente la atención que no pasa un solo día en el que no se hagan patentes sus fuertes vínculos con la tradición histórica de la derecha argentina. Por el otro manifiesta una importante falta de pragmatismo, entendido como la apertura para adoptar cursos de acción que no estén en el ADN de la fuerza política que ocupa hoy la Casa Rosada.
El macrismo tiene tanto de minoría (si el resultado del ballottage permitiera inferir que ese 51 por ciento “es macrista” debería permitir lo contrario con el 49 por ciento restante: lo más probable es que no permita ninguno de los dos) como de intensidad ideológica. Es cierto que este gobierno ha mantenido en estos cuatro meses continuidades con el gobierno anterior, como siempre sucede en una democracia constitucional: mover al Estado lleva tiempo. Pero las rupturas no han sido pocas, ni poco significativas.
Si en la campaña puso énfasis en mostrarse desapegado de ataduras ideológicas, a poco de andar abrazó preconceptos clásicos de la derecha. Por mencionar algunos: que al Estado le “sobran” empleados, que el futuro es un sueño individual, que hay que recortar el gasto público, que lo que “no tiene que ser del Estado como los subsidios” deberá ser eliminado o que para garantizar la certidumbre empresaria es necesario construir una Línea Maginot contra un proyecto de ley que protege los puestos de trabajo. Basta ver la traducción material de esas expresiones en transferencias al capital, como en el caso de aumentos de tarifas o quita de retenciones.
Son así las rupturas con respecto al gobierno anterior las que aparecen muy en primer plano más que las continuidades. Invirtamos el ejemplo: verificar que el kirchnerismo mantuvo la propiedad privada de los servicios de electricidad y gas o que no cambió la Ley de Entidades Financieras, por ejemplo, no llevó a la Asociación Empresaria Argentina a pensar que los gobiernos del período 2003-15 eran un neoliberalismo a la nueva usanza. Aún más, analizar las continuidades con independencia de las rupturas puede ocultar dimensiones necesarias para el análisis: que algunas de esas rupturas afectan directamente la efectividad de las continuidades.
El reciente anuncio de “medidas sociales” entendidas como “compensación” frente a los males del mercado es menos una continuidad con el kirchnerismo que una continuidad con el neoliberalismo noventista y más aún, con los sucesivos gobiernos conservadores argentinos, inclusive, preperonistas. Fue el gobierno de la llamada Revolución Argentina el que creó el PAMI, en 1971, por ejemplo. ¿Convierte eso a aquel gobierno en un campeón de la protección social?
El “Desarrollo Social” verdaderamente existente del kirchnerismo estuvo mucho menos en el ministerio homónimo, que tuvo un rol casi marginal luego de 2007, que en los Ministerios de Economía y Trabajo, elemento que ahora parece ausente. Quienes lo entienden con claridad son las cinco centrales sindicales que a sólo cuatro meses de gobierno realizan una movilización con fuertes niveles de cuestionamiento a la situación social. En el gobierno anterior, el primer paro general –de un sector del sindicalismo– llegó recién pasados los nueve años de gestión.
Hasta aquí resaltan las líneas que como vías férreas unen a las derechas clásicas argentinas de otras épocas con esta que ahora gobierna. Decía Guillermo O’Donnell en su obra clásica el Estado Burocrático Autoritario que hacía foco sobre la “nueva” derecha de entonces, representada por Adalbert Krieger Vasena a fines de los 60, que aquel liberalismo “no era antiestatista ni proponía un retorno al laissez-faire” ni era “hostil per se a una expansión del aparato estatal, ni siquiera de sus actividades económicas”. Pero aclaraba: “siempre que sirva a la expansión de la estructura productiva oligopólica de la que surgen sus principales portavoces”.
Como en aquel caso, creemos que no hay que encantarse con algunos movimientos coreográficos del gobierno macrista al frente del aparato del Estado, sino analizar en qué medida está avalando, muy al contrario de las gestiones anteriores, una “normalización” de la economía –y de la distribución del poder, de la palabra y de las escalas sociales– que se basan en darle más primacía a lo que el politólogo citado llamaba “gran burguesía” y que en nuestros días se expresa, sobre todo, en los intereses de la banca y las empresas transnacionales.
Para finalizar: ¿que la actual derecha en el gobierno no sea novedosa quiere decir que las respuestas políticas ante ella no deban serlo? Para nada. Cristina Kirchner, cuyos miles de seguidores ahora “producen” con sus movilizaciones la cuota de poder que le toca en el panorama nacional, ensaya algunas innovaciones. Otros sectores políticos de raigambre popular juegan también las suyas. También lo hacen los referentes de buena parte del arco político opositor que “emparejan” sus discursos acortando distancias ideológicas: repentinamente, los sindicatos, el Frente de Izquierda y aún el Frente Renovador, el Bloque Justicialista y el FpV suenan similares en los temas que hacen a la situación de los asalariados, los estudiantes o los pequeños comerciantes. No parece que se acerquen todos ellos a una extrema izquierda sino que suman coincidencias ante una derecha en la que encuentran poco de “nuevo”.
¿Podremos entre todos generar más? ¿Cómo se ordenarán esas innovaciones? Preguntas que encierran una posición: no se llega al futuro caminando para atrás ni encandilándonos con el presente.
* Junto a Tomás Aguerre, Mariano Fraschini, Pablo Carnaghi y Mariano Montes, integrantes del colectivo Artepolítica.com
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