ECONOMíA
La Argentina no vive en el planeta Greenspan
Mientras Brasil es una pluma al viento de los mercados, su vecino austral, defolteador y compadrito, no mantiene relaciones con los financistas internacionales y les ofrece tasas fijas a sus malhumorados acreedores.
Por Julio Nudler
Si uno perteneciese al Eje defolteado (Japón, Italia, Alemania) y tuviese algunos bonos argentinos, ¿aumentaría su consumo de ansiolíticos tras el anuncio de ayer de la Fed? No lo descartaría, al menos. Porque este homeopático encarecimiento de los fedfunds dejó oficialmente inaugurado el nuevo y tan prenunciado escenario de tasas de corto en alza. Mientras que Greenspan tensó su clavija de 1 a 1,25 anual, los bonos del Tesoro a diez años rinden algo así como 4,80. Y la pregunta es si ese perfil se mantendrá, remontándose también las tasas de largo. En tanto este tinglado entra en movimiento, Lavagna y Nielsen ofrecen a los bonistas tasas fijas, de modo que cualquier alza en el costo actual del dinero reduce el atractivo de su propuesta, a menos que se acepte que el país ya no la mejorará en ese aspecto, y que jamás se comprometería a algo que se llamase libor más equis. Es decir, atarse a una tasa de mercado. Deber a tasa prime, o sea móvil, provocó por ejemplo la quiebra de México y la Argentina en 1982, y de nuevo en 1994/95.
La oferta incluye una tasa tope de 8,32 por ciento en el bono a descuento, de entre 1,35 y 5,25 por ciento en el par y de 5,57 en el cuasipar. El país asume un compromiso duro, pero indiferente a las contingencias del mercado. Si Bin Laden toma el poder en Arabia Saudí, o Washington decide cubrir con emisión de dólares su rotundo déficit en cuenta corriente, o la expansión asiática redobla su presión sobre la oferta de commodities, o todo eso junto, la catástrofe financiera internacional licuaría la deuda argentina. Sin llevarlas al extremo, estas hipótesis son hoy plausibles.
El equipo económico piensa, como todo el mundo, que el sendero de alza en la tasa estadounidense será gradual y de una magnitud moderada. No ven por de pronto una tasa superior a 1,50 para fin de año, que por su mesura no le aplicará un frenazo a la economía mundial. De modo que no habría bajón para los precios de los commodities que exporta el país, siendo además que la demanda de China y de otras economías en rápido crecimiento, como India, no es circunstancial. “Es un dato estructural, que provoca un cambio permanente en los precios relativos, subiendo el de las materias primas”, afirma un economista próximo a Lavagna. ¿Estamos salvados? ¿Dios renovó el DNI?
Nadie puede sin embargo desechar un curso traumático para los actuales desequilibrios globales, y que los déficit gemelos norteamericanos, más el pantano de Oriente Medio, estremezcan a tal punto la economía mundial que atlantes como China se quiebren en pedazos. “La Argentina es una pluma al viento”, admite un vocero con dejo operístico en alusión a su modesta capacidad fiscal, su acotado ahorro interno y su moneda inconvertible. Cabría agregar la limitada productividad industrial, que no permite competir con éxito sin fuerte ayuda del tipo de cambio, y el fruto de mucha inversión dilapidada en los ’90 porque fue decidida enfunción de precios relativos insostenibles, que sobrevaloraban en dólares el mercado interno.
Sin embargo, prevalece el optimismo, porque el país está funcionando al margen del mercado internacional de capitales y, según parece, podría seguir así por bastante rato. Tampoco su imagen afuera permitiría atraer capital de largo plazo antes de, por lo menos, 2006. Y el dinero caliente, que quizá quiera aprovechar el día después del acuerdo por la deuda, no es bienvenido. Ahora, más que en altas tasas de ahorro e inversión, sería cuestión de apostar a que unas señales razonables de precios relativos induzcan inversiones mejor asignadas, más eficientes. Esta sería la aspiración, aunque en el medio hay seres humanos, sean funcionarios, lobistas privados o “burgueses nacionales”. Su capacidad de estropear las posibilidades nacionales está demostrada.
Gracias a la peculiar situación de esta Argentina en semidefault, las tasas de interés que prevalecen son muy bajas, aunque más bien las pasivas, mientras el crédito aún escasea. Pero Brasil está en una posición muy diferente, en la que la tasa internacional, que incluye su elevado riesgo país, determina el piso de su estructura de tasas internas y, por tanto, una política monetaria contractiva, que se suma al duro ajuste fiscal para frenar el crecimiento. En el margen, a Brasil le hace daño la suba de tasas en el Norte, y es la vía real de contagio para la Argentina, aunque no en la medida del pasado reciente. En cualquier caso, vuelve aún más imposible el futuro del Mercosur sobre las bases actuales. ¿Para qué han servido los abrazos entre Lula y Kirchner? En lo económico, para muy poco.
Con su paridad flexible y su desacople del mercado financiero internacional, “la Argentina vive en otro planeta”, según dicen divertidamente. Claro que si la tasa afuera se escapase de las manos, la salida de ahorros podría recomenzar, quizá no para el chiquitaje, bloqueado por los controles, pero sí para quienes pueden saltar cualquier cerco porque justifican los riesgos del negocio. Contra un desmadre internacional no hay seguro, aunque si los vaticinios de los economistas sirven de algo, el escenario para esta década son tasas más altas pero no locas.