ESPECTáCULOS › “EL HOMBRE ARAÑA 2” NO SABE COMO ESCAPAR DE SU PROPIA RED
Los problemas de ser un superhéroe
“Los grandes poderes implican grandes responsabilidades”, es el lema de la segunda parte de la megaexitosa adaptación inicial del comic de Stan Lee y Steve Ditko, nuevamente a cargo del director Sam Raimi.
Por Martín Pérez
No es fácil ser el Hombre Araña. Para dejarlo aún más claro: no es fácil para Peter Parker ser él mismo y tener que ser, además, el Hombre Araña. Tener que defender a los inocentes y pagar el alquiler, llegar a tiempo a clase, encontrar un momento para estudiar e, incluso, para seducir a la chica de la que está enamorado. Atrasado en el pago mensual del sórdido cuchitril en el que habita, Peter intenta trabajar como repartidor de pizza. Pero ni siquiera dejando la moto de lado y llevando las cajas por los cielos colgando de su tela de araña logra cumplir con su trabajo. Sólo es bueno vendiendo fotos de su súper alter ego a un pasquín que se dedica a hostigarlo, pero ni siquiera así logra poner dinero en su bolsillo. Y ni hablar de tener tiempo para ir a ver la obra de teatro de su amada. No hay joven que haya leído una revista de historietas sin soñar al menos una vez con ser como su héroe. Pero es difícil querer ser como Peter Parker, condenado por sus superpoderes a no poder ser otra cosa que el Hombre Araña. Si hasta le es difícil lavar su traje de superhéroe sin que sus colores destiñan sobre su ropa interior, y sobre el resto de su vida cotidiana.
“Los grandes poderes implican grandes responsabilidades.” Tal es el lema de esta segunda parte de aquella megaexitosa adaptación inicial de la obra de Stan Lee y Steve Ditko, nuevamente a cargo de Sam Raimi, el amigo integrado de los hermanos Coen (aunque últimamente estén mucho más integrados que él), un director que inició su carrera con un cine bien de clase B, pero con los años fue encontrando un cómodo lugar dentro de Hollywood. Con un especial talento para las escenas de acción, para este segundo Hombre Araña el director parece haber encarnado a su manera el lema de la ficción. Aquella eficaz presentación del personaje en la película original, que utilizaba muy bien los recursos del melodrama para subrayar la humanidad de su superhéroe, suma en esta segunda parte un énfasis cuasicostumbrista en una ficción situada, paradójicamente, en un mundo tan atemporal e irreal como aquel inmenso set de The Truman Show. Un escenario en el que esta vez es Peter Parker el objeto de un inmenso experimento conductista ante la mirada de sus espectadores.
Además de la lucha de Peter Parker frente a su responsabilidad de ser todo el tiempo el Hombre Araña, esta segunda película de la saga incluye un impactante supervillano como el Dr. Octopus, un científico idealista cuyos sueños devienen pesadillas. Se suele decir que el destino de toda historia de acción depende de la estatura de su villano, y el Dr. Octopus es uno de los principales disfrutes visuales de El Hombre Araña 2. No sólo por su despliegue en las grandes escenas, sino también por la forma en el que Alfred Molina interpreta los pequeños momentos en los que es aconsejado por ese particular “entorno” que son sus inquietantes brazos mecánicos. Pero si con eso no le alcanza a El Hombre Araña 2 para estar a la alturade las últimas adaptaciones cinematográficas de los héroes de Stan Lee, es porque, al igual que a Peter Parker, a Sam Raimi parece pesarle demasiado la responsabilidad. Aquellas fascinantes preguntas que surgen de exponer a cualquier superhéroe (o héroe a secas) a una vida cotidiana devienen en esta segunda parte en una insoportable letanía de certezas que sólo logra arruinar la diversión.
Es como si Raimi se avergonzase de todo su talento para las escenas de acción. Un talento que, a pesar de las declamaciones, se manifiesta todo el tiempo e incluso domina por momentos –y por suerte– la película. Y eso a pesar de que su chip inhibidor –cuya ausencia ha transformado al personaje de Alfred Molina en el malvado Dr. Octopus– parece estar siempre presente. Con mucho humor, grandes personajes y la poderosa presencia en pantalla de sus dos protagonistas (Tobey Maguire y Kirsten Dunst, mucho mejores ellos también en sus dudas que en sus certezas), y creando a su alrededor un mundo clásico e ideal a lo Norman Rockwell donde poder declamar su moralina, El Hombre Araña 2 se estanca en sus lecciones de vida, pero detrás de ellas existe y se manifiesta un subconsciente –inhibido, pero no tanto– fascinado por la acción, que tiene mucho más para decir sobre la libertad y la necesidad de ser uno mismo en la más pequeña escena explosiva que en mil y un estudiados discursos.