EL PAíS › BIELSA PUSO EL FINAL MIENTRAS NORIEGA SE REACOMODA PARA SEGUIR
Ahora, una fricción más ordenada
Bielsa dio por terminado el entredicho con el estadounidense Roger Noriega. Noriega lo reabrió, pero no repitió los temas más fastidiosos que había vertido en la charla reservada. El Gobierno está convencido de que hizo bien al identificar a Noriega como la fuente pública de esa charla y decirlo, porque de ese modo acotó una agresión. Kirchner no quiere una escalada de hostilidades con los Estados Unidos.
Por Martín Granovsky
Aunque el canciller Rafael Bielsa dio por cerrado el choque con el subsecretario norteamericano Roger Noriega, el diplomático no bajó la apuesta del todo y criticó al gobierno argentino porque, dijo, “hay otras cosas que tiene que hacer”. Pero al identificar a Roger Noriega como el autor de las declaraciones formuladas off the record por un funcionario norteamericano no identificado, el presidente Néstor Kirchner está convencido de que neutralizó el costado más agresivo del ataque formulado por el Departamento de Estado y obligó a sacar de la mesa temas de la política interna argentina y acusaciones vagas de “chavización”.
Bielsa hizo la única declaración del día de espaldas a la ventana en el hotel donde se aloja la comitiva argentina. Detrás se veía el río Huangpu, que parte a Shanghai en dos, Pudong y Pushi. Una es enteramente nueva. La segunda, básicamente también, pero junto a los rascacielos de arquitectura dorada o plateada levantados por las grúas gigantescas todavía hay construcciones de los años 20, la época en la que se inspiró André Malraux para escribir su novela La condición humana. Siempre una sombra se mueve, lenta, en el río: un lanchón negro o un barco de pasajeros.
“Para la Argentina terminó el episodio”, dijo Bielsa tajante. “Espero que para los Estados Unidos también.”
El episodio fue el peor de los que se interpusieron en la relación política de Washington y Buenos Aires en los últimos años. El lunes, un alto funcionario del Departamento de Estado que no quiso dar su nombre dijo ante un grupo de periodistas, entre ellos los corresponsales de Clarín y La Nación, que los piqueteros son portadores de anarquía, que Kirchner corre el riesgo de que la Argentina se chavice al estilo de la Venezuela de Hugo Chávez, que la pelea de Kirchner y Duhalde es un chiquilinada y que Kirchner debió haber usado su primer año para resolver lo que definió como “reformas estructurales”. La expresión es utilizada habitualmente para presentar el credo según el cual todo se soluciona avanzando en las privatizaciones.
Luego Bielsa, por instrucciones de Kirchner, identificó que el funcionario era el encargado de las relaciones con América latina en el Departamento de Estado, Roger Noriega.
En enero último, Noriega ya criticó abiertamente la política argentina de abstención en el caso cubano. El Gobierno cortó el episodio con una durísima reacción que ilustra hasta qué punto pueden llegar las cosas.
Esta semana el Gobierno decidió intervenir, dijo a Página/12 un funcionario de la comitiva presidencial, porque Noriega estaba “fuera del límite normal de diferencias entre dos países”.
Otro funcionario ilustró la idea con este razonamiento: “Si fuera cierto que los piqueteros son un fenómeno que induce a la Argentina a caer en la anarquía, una intervención de Noriega sería discutible, porque también se trataría de intromisión de un país en los asuntos de otro. Pero lo que en este caso agrava las cosas es que los Estados Unidos saben que no hay anarquía ni riesgo de ningún tipo por culpa de los piqueteros, piense uno a favor de ellos o en contra. Y entonces, si Noriega sabe que lo que está diciendo no es verdad, e igual habla, está haciendo una operación política”.
Las cosas serían peores porque, dicen los argentinos, el piqueterismo es un fenómeno muy heterogéneo y globalmente en retroceso, en buena medida porque el Gobierno hizo política y fue aislando a los grupos más relacionados con la acción directa y menos con el trabajo social o barrial.
Identificar a Noriega apuntó, según el Gobierno, a cortar esa operación. Había un riesgo por la decisión en sí misma de Noriega de operar sobre el gobierno argentino, y había otro agregado por el tipo de perfil que quedaría de la administración Kirchner. Cuando algunos funcionarios norteamericanos hablan de “chavización” demonizan, y cuando demonizan aumentan las amenazas para la estabilidad política, sería el razonamiento oficial.
El Gobierno le atribuye mucha importancia a un dato que ayer reveló este diario: hace 15 días Noriega dijo lo mismo ante el radical Ricardo Molinari Romero y la menemista Sonia Escudero. “Me pareció de una dureza inusitada”, dijo Molinari. “Tanta, que no quise reproducirla.”
–¿Kirchner quiere una pelea con los Estados Unidos? –exploró ayer Página/12 entre varios integrantes de la comitiva presidencial.
Ninguno, entre gobernadores, ministros y los dos legisladores presentes, recogió en Kirchner un deseo de escalada antinorteamericana ni otra cosa que no fuera parar un ataque para que no creciera.
En cuanto a la identificación de Noriega, una razón adicional para hacerlo fue personalizar en alguien justamente para que no quedara la sensación de una pelea contra Washington.
¿Y Washington? ¿Quiere bajar o quiere escalar? Por lo pronto conviene analizar la reacción de Noriega:
- Decidió hablar, en una actitud de defensa, porque estaba ante una respuesta muy fuerte, del propio canciller, y porque quiso mantener algunos argumentos.
- Dijo que no quería “un enfrentamiento diplomático a través de los micrófonos”. O sea que no elude un enfrentamiento diplomático, sino que anunció que no lo hará en público.
- Declaró que apoya “el esfuerzo de Kirchner para superar la crisis institucional”. Es una frase genérica, pero es una frase de respaldo.
- Se hizo cargo de su protagonismo en los comentarios off the record. Eso está claro porque, como es obvio, Noriega no dijo haber sido la fuente, pero no lo negó. Y porque “el alto funcionario que habló hizo comentarios que muestran una preocupación por la Argentina”.
- Dijo Noriega: “No podría confirmar quién fue el que habló, pero veo que tuvo un punto de vista constructivo”.
- “Es una lástima que esta situación haya resultado en críticas duras”, dijo.
- Mencionó la ocupación temporaria y parcial de McDonald’s para pedir comida. “No hay una amenaza para la economía argentina en lo de McDonald’s. La Argentina puede competir con cualquier país del mundo, pero hay que darles lugar a las instituciones democráticas y económicas”. Traducción: es una protesta y sigue aquí la alusión a lo que el Gobierno enfoque como un sobredimensionamiento del piqueterismo como problema homogéneo.
- Sobre Kirchner fue preceptivo. “Hay otras cosas que tiene que hacer”, fue la frase. Traducción posible: mejorar el componente cash de pago a los bonistas.
- Noriega no habló sobre la pelea entre Kirchner y Duhalde. Es decir, evitó el punto más caliente de la política argentina.
- Tampoco dijo nada sobre la supuesta chavización.
Cuando Noriega conversó con Radio Diez a la mañana, Página/12 ya había publicado la primera respuesta norteamericana, que no fue ésta sino otra formulada por la vocería del Departamento de Estado en el contacto diario con los periodistas. El funcionario que respondió a una pregunta sobre la Argentina dijo que no haría comentarios sobre lo que había dicho Bielsa, pero que deseaba recordar el nivel de elogios encendidos que había recibido la decisión argentina de sumarse a la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití y el compromiso con la estabilidad democrática en Bolivia, léase retiro del cariño excluyente que había mostrado Kirchner hacia Evo Morales.
Funcionarios de la comitiva presidencial dijeron que nunca el secretario de Estado, Colin Powell, había llamado a Bielsa o a otra autoridad para hablar sobre el caso de los McDonald’s. Tampoco lo hizo Lino Gutiérrez, el embajador de los Estados Unidos en la Argentina. Y tampoco los funcionarios del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, a pesar de que un blanco fue la sede de Repsol.
En cambio, Bielsa sí admitió a Canal 9 que John Thornton, del Fondo Monetario Internacional, se mostró preocupado por el tema piquetero.
En el cuadro siempre complejo de las relaciones con los Estados Unidos, donde nunca hay un solo protagonista ni actúa solamente la diplomacia formal, aparece lo revelado ayer por Página/12 sobre las relaciones entre el grupo argentino del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales con sede en los Estados Unidos. Sobresale el ex procurador del Tesoro, ministro de Trabajo y pieza clave de las privatizaciones de los ‘90 Rodolfo Díaz.
También quedó consignado el papel activo que juega en los Estados Unidos Francisco “Pancho” Aguirre, un nicaragüense antiguamente vinculado a la CIA que trabaja como lobbista o abrepuertas en Washington y tiene una estrecha relación con Eduardo Duhalde, José Luis Manzano y Enrique Nosiglia. Uno de sus hombres en la Argentina fue José “El Nene” Scoppa, ex director de la Central Nacional de Inteligencia.