ECONOMíA › PREOCUPACION POR EL ALTO PRECIO DEL PETROLEO

El G-7 teme una contracción

La semana que pasó será recordada como aquella en la que el petróleo superó la barrera de los 50 dólares. El balance es que, al menos en el corto plazo, el crudo sigue sin tener techo. La demanda se expande por el propio crecimiento de la economía mundial, mientras que la producción se encuentra relativamente estancada e incluso, en algunas zonas geopolíticamente calientes, amenazada. Como resulta previsible frente a restricciones o incertidumbre en la oferta de un producto con demanda sostenida más allá de los precios, los capitales especulativos se sumaron a la corrida potenciando precios y acentuando la volatilidad de corto plazo. El G-7 expresó ayer su preocupación por los potenciales efectos contractivos que los altos precios pueden tener sobre el producto mundial. En Nueva York, el crudo, para las entregas de noviembre, cerró a 50,12 dólares el barril. El WTI, de referencia para el mercado argentino, finalizó la semana a 49,80 dólares el barril, 16 centavos más que en el cierre del jueves.
Los precios “son un riesgo”, reconocieron los ministros de finanzas de los siete países más ricos. Desde Washington, donde se preparan para participar de la reunión del FMI y el Banco Mundial de este fin de semana donde la cuestión petrolera estará en el centro del debate, realizaron un llamado “a todos los productores de petróleo a proporcionar una oferta adaptada para asegurar que los precios se calmen”.
Prácticamente no existió hecho con alguna significación en la coyuntura económica mundial que los últimos días no haya sido utilizado por economistas, funcionarios y ejecutivos del sector petrolero para explicar los aumentos de precios. La menor oferta rusa, la mayor demanda china, fenómenos meteorológicos que afectaron la producción en el Golfo de México, inestabilidad política en Nigeria, violencia en Irak, etc. Los hechos, sin embargo, no fueron muy distintos a los de las semanas anteriores: un lento pero continuo aumento de las cotizaciones.
La diferencia se limitó a un dato simbólico, el traspaso de la “barrera psicológica” de los 50 dólares. Si se considera que los problemas geopolíticos que, según los analistas, están detrás de los precios no tendrán solución en el corto plazo, puede preverse que los valores no bajarán. La esperanza del G-7 es que la OPEP aumente su producción, algo que no parece tan sencillo. No sólo por la inestabilidad política sino también por los problemas de maduración de muchos pozos y por la falta de inversiones en algunos países productores.
En el largo plazo, el panorama es aún menos alentador, pues la tendencia es a explotar yacimientos cada vez más caros, pozos más profundos y petróleos más pesados. Hace más de 20 años que no se descubre megayacimientos y algunas cuencas, como la del Mar del Norte, resultaron ser menos importantes de lo que en principio se creyó. No está claro aún si, como vaticinara el economista estadounidense Jeremy Rifkin, la humanidad está ingresando a la era del hidrógeno. Sería exagerado catalogar la situación actual como el fin de la era del petróleo. La única era que sí parece haber llegado a su fin es la del petróleo barato.

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