Por primera vez en el año, el Banco Central se vio obligado a vender dólares para enfriar el mercado y evitar una escalada mayor del tipo de cambio. Ayer, la cotización del dólar subió dos centavos y quedó en 3,10 pesos. Sin la intervención del BCRA, el billete verde hubiera terminado algún escalón más arriba. Más que por el monto vendido, un total de 10 millones de dólares, la actitud de la autoridad monetaria demuestra que se quieren evitar movimientos bruscos. La presión sobre la paridad cambiaria se dio en un contexto internacional que sigue complicado, con ola de ventas por parte de los inversores y creciente fuga de capitales. Las acciones en el mercado local cayeron 2,4 por ciento en promedio y los bonos, hasta 1,8 por ciento.

La última vez que el Central había vendido dólares en forma neta fue hace casi siete meses, el 31 de octubre del año pasado. Lo llamativo no es que lo haya vuelto a hacer, sino que se vio obligado a intervenir justo durante el período del año de mayor oferta de divisas por la liquidación de la cosecha gruesa. En lo que va de mayo, la autoridad monetaria venía acumulando reservas a razón de 78 millones de dólares diarios, y el stock se encuentra en 24.113 millones. El hecho de que ahora tuviera que echar mano a las reservas para calmar los ánimos da una idea de la fuerte salida de capitales que se produjo en las últimas horas.

“Tenemos espaldas anchas para aguantar. No habrá sorpresas, porque no nos temblará el pulso para usar reservas y sofocar las presiones”, señaló a este diario un encumbrado funcionario. Y remató, optimista: “Una vez que pasen las turbulencias, la tendencia del tipo de cambio será nuevamente a la baja”. En el Gobierno creen que la Argentina muestra indicadores de crecimiento y solvencia que la destacan de otros países emergentes, que pasaron a ser víctimas de los inversores financieros. Y que por ese motivo existe un riesgo mínimo de que la economía se descompense. La única y obvia salvedad es que las actuales turbulencias desemboquen en una crisis global.

El nerviosismo en el mercado quedó en evidencia con el movimiento de los grandes inversores. Tanto bancos locales como extranjeros recibieron masivas órdenes de venta de títulos públicos para pasarse a billetes verdes. El paso siguiente fue enviar esos dólares al exterior para encontrar refugio en los más conservadores bonos del Tesoro estadounidense. En el mercado mayorista, el dólar pegó un salto de un centavo y cerró en 3,084 pesos, nivel máximo en el año. En el Central consideran que el shock en los mercados quedó amortiguado por los controles que existen a los movimientos de los capitales golondrinas y a la limitación para operar en el mercado cambiario.

La agitación financiera golpeó a otros mercados latinoamericanos. En Brasil, la Bolsa cayó 3,3 por ciento y el real se devaluó a 2,40 unidades por dólar, el menor nivel en nueve meses. El gobierno de Lula suspendió una licitación de deuda que iba a realizarse en las próximas horas. En México, la caída de las acciones alcanzó al 1,5 por ciento.

Por ahora, la mayor preocupación pasa por el impacto de la volatilidad financiera en las materias primas, que son los principales productos exportados por la Argentina. Ayer, el trigo cayó 2 por ciento (acumula 5 puntos en la última semana), el maíz 1,8 (6 por ciento en una semana) y la soja perdió 0,5 por ciento (acumula un rojo del 3,5).

El derrape de los mercados comenzó después del mediodía, cuando Randall Kroszner, gobernador de la Reserva Federal, dejó abierta la puerta a nuevas subas de las tasas de interés en Estados Unidos. Hacia el final del día, las caídas se moderaron, pero no alcanzó para revertir la tendencia. La crisis en los mercados tiene final abierto.