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Cien años de Defe

 Por Gustavo Veiga

Sobrevivir cien años en la Argentina no es para cualquiera. Defensores de Belgrano, mi Defe (con perdón de la primera persona, porque en este caso la experiencia es intransferible), lo ha conseguido. Un día como hoy, el de nuestra Revolución de Mayo, se fundaba el club en una carnicería de Monroe y O’Higgins, o en la Plaza Alberti, según quién cuente la historia. Con la curiosidad de que hay una cuadra de distancia entre ambas.

El que se crió en el barrio, más allá de las poderosas hegemonías de River y Boca, o de cualquier otro grande, es de Defensores o de Excursionistas. También hay una frontera compartida con Platense que se hace sentir en la zona. Pero Defe, que es el Bajo, Núñez y cruza la General Paz hasta Florida o Villa Martelli, nunca presumió de grande. Sería bueno determinar si es más importante mensurar esa condición o el sentimiento.

Grande, sí, es la dimensión de los sueños que se expresan en una camiseta. En las vivencias compartidas con otros hinchas, en los títulos ganados –siempre en el Ascenso–, en los jugadores disfrutados, como Jorge Busti, René Houseman, Oscar Mas, Walter Fernández, Banana Galbán, el Negro Arbelo, el Tanque Giménez y Gaby Pereyra, la clásica mezcla de talentos y potencia goleadora que a Defensores le pusieron la marca en el orillo. Somos y seremos, un equipo de pelota contra el piso, más allá de ocasionales traiciones futbolísticas. Para reafirmarlo, basta mencionar un dato: al campeón de 1967 lo dirigía Angelito Labruna.

Defe es nuestra cancha que resistió la tentación vendedora para desarraigarnos del barrio, los colores rojo y negro que adoptamos del Miramar Misiones uruguayo, y la pasión de tipos inmensos (en todo sentido) como Toti Ferrara o Marquitos Zucker, el hincha desaparecido que le dio su nombre a la tribuna techada. Ahí, a un puñado de metros de la ESMA, donde se almacenaba, torturaba y mataba a miles de argentinos, ese homenaje es una bandera clavada en el corazón de la dictadura.

Si cien años nos permiten evocar con nitidez tantas sensaciones contrapuestas (ascensos, descensos y hasta una injusta reclasificación que nos impidió jugar en Primera), más tantos sábados de nuestra vida, es porque seguimos vitales. Desde la tribuna, la platea o aferrados al alambrado. A Defensores lo quiero adonde va...

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