La queja viene de adentro. “Acaba de recibir a Bush, ¡no lo puedo creer!” Y también la defensa: “Tenía que recibirlo”, con cara de seamos realistas. El diálogo es en el barrio La Teja, en la periferia de Montevideo, donde parece que el tiempo no pasa excepto por una pintada que dice “Fuera Bush de Uruguay”. Las casas bajas de tejas, los comercios cerrados porque es domingo, la parsimonia de sus habitantes: aquí la modernidad pasó de largo. En una de estas casas sencillas nació y se crió Tabaré Vázquez, el presidente uruguayo al que ahí conocen como El Perro.

Tabaré Vázquez nació el 17 de enero de 1940, en una familia de cinco hermanos, dos mujeres y tres varones. Su hermana Helena, hoy de 84 años, está parada en la puerta de Roqué 1034, donde vivió toda su vida y vivieron sus padres. La vivienda es antigua, con su fachada de cemento, ventanas y puerta con rejas. Helena acaba de lavar la vereda y está cansada. No quiere hablar mucho pero es amable y avisa que quiere estar tranquila. De a poco suelta algunas palabras. “Cuando cosía, yo era profesora de corte y confección, le pagaba los estudios de medicina a Tabaré.” Su hermano se especializó en oncología en 1972. Helena dice que la llaman “la Negra”, aunque el apodo no condice con su piel blanquísima, casi transparente. Agrega que es soltera y está orgullosa de tener los hermanos que tiene. “Somos muy unidos”, enfatiza. Se refiere a Tabaré y a Jorge, secretario de la presidencia. El vecino de al lado, Kevork Cazalián, se acerca para decir que él lo conoce a Tabaré desde hace años. “Es un muchacho de barrio que llega a presidente, algo poco frecuente si no se es un Sanguinetti, un Batlle.” Cazalián dice que el presidente tiene que mejorar la economía. “Los precios están cada vez más caros, el arroz, la carne, todo.”

El Arbolito es un club social que queda a tres cuadras de la casa de Tabaré, en diagonal a la plaza Lafone, a una cuadra de la avenida principal de la zona, Carlos Ramírez. Lafone es el nombre del que fuera dueño de las primeras casas que se edificaron en esta zona. En ese club se juntaba Tabaré con Pepe Mujica, actual ministro de Agricultura. Ambos han sido compañeros de militancia de la izquierda, Tabaré desde los comienzos del Frente Amplio –en los ’70– y Mujica en el Movimiento de Liberación Nacional. “Tabaré y Mujica se juntaban para comer parrilladas en El Arbolito”, dice Gerasmo Martínez sentado en la vereda de su casa. Es jubilado y conoce a Tabaré. “Es el mismo sencillo de siempre; un médico excelente. El fundó el Policlínico de El Arbolito y ahí atendía”, recuerda. En el club cuelga una foto de Tabaré con una camiseta a rayas rojo y azul. A un costado, un grupo de la guardia vieja juega a las cartas. Entre ellos está el “Chato” Valdez, un cofundador del club. “El Perro y yo tenemos la misma edad, íbamos a la misma escuela”, cuenta. Valdez siguió viéndolo de más grande, y fue quien le presentó a Vázquez a quien sería su esposa, María Auxiliadora Delgado. Ignacio, un metalúrgico de 42 años, lo interrumpe: “¡Acaba de recibir a Bush, no se puede creer! Bush vino acá a dividir”. “Tenía que recibirlo”, contesta Valdez. Y dice con tono firme: “Acá somos todos del Frente Amplio”. Cuenta que Vázquez, a principios de los noventa, hizo su acto inaugural como intendente de Montevideo en La Teja, en la plaza Lafone. “Fue en homenaje a su barrio natal.” “Mejor que Tabaré venga al club a cocinar el guiso que prometió”, insiste Ignacio. Entonces vuelve el Tabaré presidente del club, el que tomaba mate y se iba temprano a estudiar, el que después sería presidente del Club Progreso y le conseguiría su primer campeonato de fútbol. A metros del club, hay otro de bochas, del año ’38. Su presidente, Luis Méndez, dice que el sobrino de Tabaré, Carlitos González Vázquez, se acaba de ir. “Viene siempre. No así su tío. Tabaré está ocupado en la política. Me parece que está ordenando tanto desastre. Pero tengo una queja: la ley de prohibir fumar en lugares públicos; me bajó la clientela.”