La celebración del tercer aniversario de los atentados del 11-M se transformó ayer en Madrid en escenario de la dura crispación política que está afectando durante estos días a la sociedad española. Minutos después de que concluyera la inauguración del imponente monumento de vidrio frente a la estación de Atocha que recuerda a las 191 víctimas de los ataques perpetrados por células radicales islámicas en castigo por la participación de la España de José María Aznar en la guerra de Irak, grupos de manifestantes se enfrentaron a los gritos empañando la jornada de luto.

Partidarios del presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero estuvieron cerca de irse a las manos con los seguidores del Partido Popular, que al grito de “¡Viva España!” y portando banderas españolas pedían la dimisión del primer ministro socialista. Algunos familiares de las víctimas llevaban carteles reclamando el procesamiento de José María Aznar y Angel Acebes, ministro del Interior cuando se produjeron los atentados, por su responsabilidad política en la masacre.

El telón de fondo de estos enfrentamientos: las profundas discrepancias de la derecha con la política antiterrorista del gobierno socialista, al que acusan de claudicar ante el grupo separatista vasco ETA luego de que la administración Zapatero concediera los beneficios del régimen de prisión atenuada al dirigente etarra Iñaki de Juana Chaos, que protagonizaba una huelga de hambre que lo había llevado al borde de la muerte.

En el acto de inauguración del monumento que presidió el rey Juan Carlos, se encontraron ayer cara a cara Zapatero y el líder del PP, Mariano Rajoy. Ambos dirigentes se saludaron con frialdad en su primer encuentro luego de que los populares protagonizaran el sábado en Madrid una multitudinaria manifestación contra la medida del gobierno. El clima de luto y recogimiento se rompió luego de que el acto finalizara y no llegó a mayores gracias a la rápida acción de la policía, que se interpuso entre los manifestantes. Pero dejó en evidencia la brecha cada día más profunda que separa a la sociedad española.

Por la tarde, el secretario de organización del PSOE, José Blanco, echó más leña al fuego cuando le reprochó al Partido Popular que durante la manifestación del sábado no se hiciera mención a los 191 muertos por los atentados del

11-M, un ataque terrorista vinculado directamente a la participación del gobierno de José María Aznar en la invasión a Irak promovida por George W. Bush. “Los manifestantes del sábado fueron la mitad de los que hasta ahora han muerto en Irak”, recordó Blanco, lamentándose de que Rajoy no les dedicara ni una mención en la manifestación. “Parece que a Rajoy esas víctimas no le importan”, remató. Los incidentes se repitieron en otras ciudades en las que se conmemoraron los atentados. En Santiago de Compostela, un grupo de asistentes que portaban banderas españolas fueron increpados por ciudadanos de a pie que los acusaron de “fachos”, mientras que otro grupo cortó por la tarde la madrileña Puerta del Sol con carteles que rezaban “Aznar, enano, hazte americano”, en una manifestación espontánea de apoyo al gobierno que culminó con una pacífica sentada. En la madrugada un grupo de desconocidos pintaron la sede socialista del barrio de Getafe, en Madrid, con insultos a José Luis Rodríguez Zapatero, mientras que una iniciativa anónima de los simpatizantes de izquierda hacía circular ayer mensajes a través de los móviles en los que podía leerse “Hoy hace tres años que el pueblo de Madrid supo enfrentarse a la barbarie. Mañana hará tres años que la democracia venció a la mentira. Pásalo”, en referencia a la indignación popular que surgió por el intento del gobierno de José María Aznar de manipular la información, tratando de culpar a ETA del atentado cuando todos los indicios apuntaban a la pista islámica. Todas muestras de una tensión que crece cada día, haciendo resurgir los viejos fantasmas que en su día enfrentaron a muerte a las dos Españas.