Sobre 36 hectáreas de las afueras de Córdoba, en 1976 empezó a funcionar uno de los centros clandestinos de detención más grandes del país, comparable a la ESMA o Campo de Mayo. Según los cálculos más serios, entre 1976 y 1979 por ahí pasaron unas 2200 personas que siguen desaparecidas. Sólo unas 17 sobrevivieron y fue de ese grupo que el año pasado nació la idea de recuperar el lugar, aún ocupado por un sector del III Cuerpo de Ejército. El próximo 24 de marzo el gobierno nacional realizará en el campo de La Perla el acto oficial por el aniversario del golpe de Estado. Ese día se anunciará la recuperación de la prisión secreta. Los organismos de derechos humanos cordobeses acordaron un proyecto de reconstrucción, como Espacio de la Memoria.

La Perla dejó de funcionar en 1979 y sus instalaciones se modificaron. Pero sus viejos pliegues todavía pueden verse detrás de una loma, a la vera de la autopista de la ruta provincial entre Córdoba y Carlos Paz.

Las Abuelas de Plaza de Mayo de la provincia, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por razones políticas, la agrupación HIJOS y el grupo de sobrevivientes del terrorismo de Estado empezaron a reconstruir la historia a fines del año pasado, cuando decidieron volver a reunirse para impulsar el juicio al III Cuerpo del Ejército, responsables del funcionamiento de La Perla y con un juicio todavía pendiente. En ese contexto, iniciaron la recuperación.

“Desde que salimos (de La Perla), nosotros teníamos bien claro que queríamos que se conozca lo que sucedió, que se denuncie, pero hace treinta años la posibilidad de recuperarlo no era pensable”, explica una de las sobrevivientes. Ella logró salir con libertad vigilada después de tres años de secuestro. Vivió su exilio en España, volvió al país y también a Córdoba, donde todavía la sensación de vulnerabilidad la obliga a pedir la reserva de su nombre, un nombre que aparecerá como parte del colectivo de sobrevivientes.

“Cuando salí –sigue– me dejaron con la libertad vigilada durante un año completo. Me fui del país con la protección de Naciones Unidas, con la ayuda de gente de Europa y de un sector de la Iglesia porque estábamos indocumentados y lo único que queríamos era dar a conocer lo que pasó y participar de lo que la Justicia fuera haciendo”.

Todavía era 1980 cuando encontró a otros tres sobrevivientes que denunciaron por primera vez internacionalmente lo que había sucedido en los suburbios de Córdoba, sede de las corrientes obreras y estudiantiles más fuertes del país.

Los sobrevivientes

Hector Kunzmann es otro sobreviviente. Su testimonio es una de las voces que integran la síntesis con los antecedentes del campo de exterminio preparado por los organismos cordobeses para el proyecto.

“... Después me enteraría de que se trataba del Campo de Concentración y Exterminio La Perla, también llamado la ‘Universidad’ en la jerga del personal de inteligencia (...) después de tomarme declaración previa, fui alojado en ‘la cuadra’ con una colchoneta de paja y una manta del ejército como únicas pertenencias, y aislado de los prácticamente 40 compañeros detenidos mediante ‘tabiques’”.

“Estábamos en un gran salón al que llamaban ‘cuadra’ 2”, dice Piero de Monte, otro ex detenido.

“El lugar es un conjunto de edificios, construidos con sistema Astori y terminado con ladrillo visto, cuya finalidad era albergar la sede administrativa de la estancia La Perla, perteneciente al III Cuerpo. Se terminó de construir en los primeros meses de 1976, pero para cumplir otro destino: ser la sede administrativa de la represión, torturas y fusilamientos que indiscriminadamente se aplicaron a alrededor de 2000 cordobeses”, dice otro testimonio, esta vez de Gustavo Contepomi y Patricia Astelarra.

El lugar

El 13 de mayo de 1984 la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas hizo una inspección con 16 testigos, entre ellos varios ex desaparecidos. Los testimonios permitieron entender cómo y dónde funcionó el campo, apenas un sector de los vastísimos terrenos del III Cuerpo ahora rodeados de soja.

La Perla era apenas unas dos hectáreas de las 36 destinadas al cuartel del Escuadrón de Caballería Aerotransportada Nº4 del III Cuerpo. En medio de cuatro torretas o torres de vigilancia, estaba compuesto de cuatro galpones, uno de los cuales era conocido como La Cuadra: el lugar donde alojaban a los detenidos.

La Cuadra era “una cuadra aproximadamente 15 por 40 metros, con baños y duchas al fondo –sigue el testimonio de Contemponi y Astelarra, también relevado por la Conadep–. Las paredes eran de unos 4 o 5 metros de altura, con ventanas tipo banderolas cada 5 o 6 metros, en los bordes superiores de los muros. En la cuadra se amontonaban a los secuestrados, hombres y mujeres, en colchonetas de paja”.

“La llegada del secuestrado era ‘una fiesta’ –explica Teresa Meschiati–. Por el bagaje de información que pudiera acumular en su cabeza; todos rodeaban al detenido, primero se lo intentaba ‘ablandar’ hablándole del rol que cumplían los oficiales jóvenes como salvadores de la Patria, o bien se utilizaban golpes de puño, palos, patadas, amenazas, gritos”.

El proyecto

El año pasado y a más de veinte años de aquella primera inspección de la Conadep, varios sobrevivientes acompañaron a una delegación de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación a la recorrida en la que se empezó a imaginar la recuperación definitiva. El recorrido generó efectos colaterales, entre otros una reactivación de la causa judicial con una nueva inspección de la Justicia que secuestró archivos y documentos de la época.

Susana Sastre participó de la visita. Estuvo detenida en La Perla de junio de 1976 a febrero de 1977, unos siete meses y medio, y fue la primera persona que salvó su vida después de pasar un período relativamente prolongado en el lugar. Hasta hace cinco años había vuelto a Córdoba sólo dos veces, a pesar de que allí vive buena parte de su familia. El último diciembre ese reacercamiento la dejó en La Perla.

“El lugar está cambiado –dice y lo describe–. En el galpón donde dormían los detenidos, el Ejército hizo cuartos individuales, con cuchetas y cortinitas muy piripipí y donde estaban las duchas cambiaron los pisos, arreglaron las paredes y dejaron los bañitos individuales como baños de un club”.

En la recorrida, los ex detenidos descubrieron que el resto de la estructura no cambió mucho. Los dos galpones de oficinas administrativas para soldados permanecen iguales. Y el galpón donde guardaban los autos robados con los que se hacían los operativos de secuestro está como estaba antes. “Es más –agrega Susana–, creo que todavía están los dos camiones que llevaban la gente a la muerte”.

Para evitar el síndrome ESMA y las polémicas en torno del uso y el destino del espacio, los organismos cordobeses adelantaron las reuniones y acuerdos y prepararon un proyecto firmados por todos. La propuesta llegó al Ejecutivo y se conocerá el 24 de marzo próximo durante el acto oficial en Córdoba. Sus puntos principales adelantan las características que tendrá el espacio.

- Entrega del predio y sus instalaciones comprendidas entre las cuatro garitas de vigilancia, incluyendo todo lo actualmente edificado y plantado a los fines de la creación de un Espacio para la Memoria.

- Señalización en la ruta provincial Nº20.

- Que el Estado Nacional garantice los fondos para la preservación del lugar.

- Que el gobierno de Córdoba, a través de la Comisión por la Memoria, asuma la administración y funcionamiento de los objetivos a plantearse. Creemos pertinente promover convenios con la municipalidad de la ciudad de Córdoba, a través de su Dirección de Derechos Humanos, como así con otros municipios aledaños, como el de Malargüe, comprometido con el proyecto.