Lunes, 12 de marzo de 2007 | Hoy
La reunión en Bagdad de este fin de semana sentó a la mesa a iraquíes, norteamericanos, iraníes y sirios. Este diálogo podría, remotamente, comenzar la retirada de Estados Unidos.
Por Robert Fisk *
La cumbre iraní-sirio-estadounidense-iraquí de este fin de semana en Bagdad podría ser –y éste es un muy débil podría ser– el comienzo de una retirada de Estados Unidos de su desastrosa invasión y ocupación de la Mesopotamia.
El juego que jugaron el enviado de Washington, David Satterfield, y su oponente iraní, Abbas Aragchi, para ver quién gritaba más y más fuerte debería ser prueba suficiente para los estadounidenses de que las negociaciones no serán fáciles –y que habrá, por supuesto, un precio que pagar–. ¿Un cierre a la “crisis” nuclear con Irán? ¿La suspensión del tribunal que está investigando el asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq Hariri, del cual Siria es el principal sospechoso? Pero la pregunta quizás debería ser otra: ¿qué precio no estaría dispuesto a pagar Estados Unidos para escabullirse de Irak?
Como si intentara enfatizar la anarquía en la que discutían los delegados en Bagdad, un atacante suicida chocó su auto contra un camión que transportaba peregrinos chiítas que volvían de Kerbala. En total eran 70 hombres y niños. Murieron 32, la mayoría por quemaduras. Después de pasar los grandes distritos sunnitas alrededor de Hilla y en el sur de la capital, y llegar a Bagdad, los peregrinos chiítas creyeron que estaban a salvo. Pero allí era donde el auto lleno de explosivos los estaba esperando. Llamativamente, fue el Ministerio de Relaciones Exteriores iraní –en vez del Departamento de Estado– el que salió a defender las conversaciones en Bagdad como un primer paso hacia la restauración de la seguridad en Irak. “El dejar los asuntos de seguridad al gobierno iraquí, construir un cronograma para la retirada de las tropas extranjeras y asumir una postura imparcial con respecto a todos los grupos terroristas puede traer paz y seguridad a este país”, sostuvo ayer el vocero del ministerio, Mohamed Ali Hosseini. En una posible segunda ronda de conversaciones –en Bagdad o Estambul– podría sumarse el ministro de Relaciones Exteriores iraní.
La comitiva estadounidense, en cambio, aprovechó la cumbre para volver a atacar a Irán. Durante las conversaciones del sábado, Satterfield señaló su portafolios y aseguró que tenía documentos que prueban que Irán está armando a las milicias chiítas en Irak, una acusación que le valió un ataque frontal del enviado iraní. “Sus acusaciones son solamente una forma de tapar sus fracasos en Irak,” le contestó Aragchi.
Durante las últimas semanas, los estadounidenses han denunciado que las bombas que mataron a unos 170 soldados extranjeros en Irak fueron construidas con tecnología iraní. Sin embargo, sus evidencias no parecen probar estas acusaciones. Además, Irak está repleta de armas, explosivos y otros materiales necesarios para construir bombas, por lo que no necesitaría un entrenamiento de los iraníes, como sostiene Washington. En realidad, toda la postura antiiraní de los estadounidenses en Irak no tiene sentido. Acusan a Teherán de interferir con el trabajo del gobierno iraquí –a pesar de que los partidos más grandes que componen el gobierno iraquí nacieron en Irán–. En otras palabras, Irán ya está “en” Bagdad y sus seguidores ya están dirigiendo el show desde la Zona Verde, muy cerca del Ministerio de Relaciones Exteriores en donde este fin de semana se realizó la cumbre multilateral.
Fue bastante obvio cuando Zalmay Khalilzad, el embajador estadounidense en Irak, dijo que el futuro de Irak y de Medio Oriente es un tema determinante para nuestro tiempo. Sin embargo, el llamado que hizo a Siria e Irán para que ayuden al gobierno de Nouri al Maliki provocó que los iraníes pudieran presionar aún más para una retirada estadounidense. Todos los vecinos de Irak estuvieron representados en las conversaciones –Irán, Siria, Jordania, Arabia Saudita, Turquía y Kuwait–, al igual que la ONU, la Liga Arabe, Rusia, Francia, Gran Bretaña, China, Bahrein y Egipto.
Mientras Irán estaría feliz de ver a los estadounidenses retirándose humillados, también tiene un claro interés estratégico en la salida de las tropas norteamericanas. Con las fuerzas estadounidenses en Afganistán –y también operando clandestinamente en Pakistán–, en Irak y en las repúblicas islámicas de la ex Unión Soviética, Irán está virtualmente cercado. A esto hay que agregarle la flota estadounidense en el golfo. Por eso, no es difícil de entender por qué Teherán se podría sentir tan amenazada como los estadounidenses se sienten en Irak.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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