ECONOMíA › LA FUGA DE CAPITALES SUBIO UN 25 POR CIENTO DESDE 2001

Los dólares privados vuelan más

Los dólares argentinos en el exterior ya son 135.000 millones, un aumento notable desde la crisis. La vasta mayoría de esos capitales están aplicados en inversiones líquidas, seguras y de baja rentabilidad.

 Por Marcelo Zlotogwiazda

A pesar del crecimiento económico, las oportunidades de inversión y del bajo riesgo de oscilaciones bruscas en las variables claves, en los últimos años los activos argentinos en el exterior continuaron subiendo hasta alcanzar los 135.000 millones de dólares, que es un 25 por ciento más de lo que había afuera a fines de 2001. Los expertos consideran que hay muy pocas chances de que una parte grande de esos fondos fugados retorne al país, pero paradójicamente eso podría ser tomado como una buena noticia para el Gobierno, ya que un reflujo importante de capitales haría aún más difícil sostener el dólar alto.

De acuerdo los datos oficiales recopilados en un trabajo que el Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (Cefidar) difundió días atrás, el total de activos que el sector privado argentino posee en el extranjero se duplicó entre 1991 y 2001 hasta llegar a 109.000 millones, y desde entonces se incrementó en una cuarta parte.

Tal como Jorge Gaggero, Claudio Casparrino y Emiliano Libman observan en el documento titulado “Fuga de capitales, historia, presente y perspectivas”, “el crecimiento notorio es en los activos externos en manos del sector privado no financiero”. En efecto, todo el aumento se explica por la fuga realizada por individuos o empresas no financieras, que en conjunto pasaron de tener 101.500 millones de dólares a fines de 2001 a más de 131.000 millones en diciembre del año pasado.

Estos 131.000 millones de dólares están repartidos de la siguiente manera: 6900 millones en propiedades inmobiliarias, 17.600 millones en participaciones societarias, y todo lo restante, 106.600 millones, en activos líquidos. En base a esos datos, los autores concluyen que “el grueso del capital fugado no parece obedecer a una estrategia de diversificación productiva, a la necesidad de abrir nuevas filiales o adquirir empresas en funcionamiento en el exterior para expandir la actividad local en el contexto global, u otros fines similares. Muy por el contrario, la mayor parte de los fondos ubicados en el exterior parece posicionarse en inversiones de bajo riesgo y bajo retorno; en consecuencia, el perfil de esa cartera resulta muy conservador”.

El aumento en el stock de activos en el exterior permite deducir que el monto de fondos repatriados en los últimos años que, por ejemplo, alimentaron el boom inmobiliario o que apuntalaron el capital de trabajo y financiaron la inversión que hubo en un contexto de expansión de la producción, resultó inferior que la fuga que caracteriza históricamente la economía argentina. Es un claro indicio de que esa arraigada costumbre sigue siendo más potente que la confianza en el futuro doméstico.

Sólo en 2005 hubo un amague de inflexión con una leve disminución en el stock de activos externos. Pero el año pasado la tendencia retomó un empinado rumbo alcista, con una salida neta mayor a los 9000 millones de dólares, de los cuales 6500 millones fueron fuga destinada a activos líquidos por parte de individuos.

Gaggero, Casparrino y Libman se muestran muy escépticos sobre las posibilidades de que los dueños de los fondos los repatríen “por la mera persistencia de un nuevo rumbo económico (y) por el solo hecho de eludir con éxito los extravíos y la consecuente volatilidad característicos de la performance del período 1975-2002”. Relatan que “cuando los autores interrogaron acerca de esta cuestión a no pocos economistas e importantes agentes del mercado la respuesta recibida no fue, en general, optimista. Es más, no han sido pocas las posiciones del tipo: de esos capitales hay que olvidarse”.

Lo paradójico del tema es que esa realidad que en otra situación u otro país sería calificada negativamente, para la coyuntura macroeconómica argentina constituye un alivio. Si de por sí el superávit de la balanza comercial e incluso de cuenta corriente que ya se registra le dificulta al Gobierno mantener el tipo de cambio alto, un mayor excedente de divisas abultado por la repatriación complicaría todavía más la cuestión.

Al respecto, y tomando en cuenta las recurrentes voces que se manifiestan a favor de un blanqueo indiscriminado, los autores sostienen que “la sola existencia de un enorme stock de activos en el exterior de residentes locales no justifica pensar que su eventual repatriación pudiese contribuir a acelerar el proceso de crecimiento”. Y concluyen: “Muy por el contrario, como consecuencia de los actuales dilemas de política económica, se tiende a desaconsejar la implementación de políticas que incrementen la oferta de divisas”.

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La fuga tuvo una leve baja hace dos años, en 2005.
 
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