Domingo, 8 de julio de 2007 | Hoy
EL MUNDO › LA NUEVA ESTRATEGIA DEL GOBIERNO BRITANICO PARA ENFRENTAR TERRORISTAS
Los atentados fallidos de esta semana golearon al gobierno británico en plena transición, pero Gordon Brown y su equipo supieron capitalizar la oportunidad con un cambio de táctica: más diplomacia, menos mano dura. Ahora el laborismo vuelve a liderar en las encuestas.
Por Marcelo Justo
Cuando al ex primer ministro conservador Harold Mcmillan le preguntaron en los 60 cuál era el problema más grave que podía afrontar un estadista, respondió con típica parquedad británica: “events, my dear boy, events”. Para la clase política británica, la anécdota tiene categoría de aforismo. Nadie pone hoy en duda que los fallidos atentados del 29 y 30 de junio en Londres y Glasgow son los “events” que están poniendo a prueba al flamante gobierno de Gordon Brown.
Al asumir el 27 de junio luego de 10 años de soñar con el cargo que dejaba Tony Blair, Gordon Brown tenía sus primeros 100 días de gobierno perfectamente planeados. Dos días más tarde los “events” cambiaron el foco y expusieron al gobierno a la turbulencia de lo imprevisible. Aunque no estaba en los planes, los fallidos atentados favorecieron a Brown. Como suele suceder en momentos de emergencia, los británicos cerraron filas en torno al gobierno. El nuevo primer ministro apareció calmo y seguro. Por una mezcla de suerte y azar, los coches bomba no explotaron y el único herido fue uno de los que estrelló el todoterreno contra la entrada del aeropuerto de Glasgow. En menos de una semana, la policía británica desbarató la célula y la Central Conjunta de Inteligencia pudo bajar el estado de alarma máxima nacional. El resultado no se hizo esperar. Por primera vez en más de un año, los laboristas superaron a los conservadores en las encuestas. Y Brown tuvo una oportunidad perfecta para diferenciar su Nuevo Laborismo del que Blair encarnó durante una década de gobierno.
El primer giro fue lingúistico. Brown y su ministra del Interior, Jacqui Smith, la primera mujer en ocupar el cargo en el Reino Unido, fueron cuidadosos con sus adjetivos y evitaron toda identificación de los fallidos atentados con el Islam. En vez de atribuir los hechos al “terrorismo islámico” como se solía hacer en la época de Blair, Brown y Smith hablaron de “terroristas” o “extremistas” sin aditamentos. El cambio puede parecer trivial pero el Muslim British Council, que representa a la mayoría de los dos millones de musulmanes británicos, señaló que era indispensable para romper la desconfianza entre la comunidad islámica, la sociedad británica y el gobierno. El segundo cambio fue más político. La reacción de Tony Blair a cada episodio terrorista era girar a la derecha, anunciando la necesidad de nuevas medidas represivas antiterroristas. Gordon Brown consiguió transmitir solidez y fortaleza sin prometer medidas draconianas.
Un cambio similar se notó a raíz de la liberación del corresponsal de la BBC en Gaza Alan Johnston el pasado miércoles luego de 114 días de cautiverio a manos del Ejército del Islam, una organización fundamentalista palestina. El nuevo canciller, David Miliband, agradeció el papel jugado por Hamas, un movimiento calificado como terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea. Miliband equilibró sus palabras con un agradecimiento al presidente palestino Mahmoud Abbas, del secular Fatah, pero no dudó en mencionar con nombre y apellido al ex primer ministro de la autoridad nacional palestina, Ismail Haniye, destituido luego de que Hamas tomara militarmente la Franja de Gaza. Haniye es una de las bestias negras del entente Blair-Bush-gobierno israelí. Muchos analistas consideran que en esta demonización se pierden muchos matices. Haniye representa al ala política y moderada de Hamas y fue uno de los artífices del gobierno de unidad palestino y de la propuesta de una tregua de 10 años en el conflicto palestino-israelí.
El nuevo canciller de Brown parece bastante atento a este tipo de matices que escapan al maniqueísmo de Blair-Bush. Como muchos otros en el Laborismo, Milliband votó a favor de la invasión de Irak en marzo de 2003, pero nunca ocultó sus diferencias con Tony Blair. En una entrevista que dio al semanario de izquierda New Statesman el pasado septiembre, se mostró muy crítico respecto de la política de Blair durante la invasión israelí del Líbano. Para Blair, el conflicto era una oportunidad para cambiar la relación de fuerzas en el Medio Oriente, aniquilando a la organización político-militar libanesa Hezbolá, percibida como una de las fuentes del terrorismo en Medio Oriente. En la entrevista, Miliband indicó que la política de tierra arrasada que había seguido el gobierno de Ehud Olmert en el Líbano no favorecía la paz en Medio Oriente o la misma seguridad del Estado de Israel.
Miliband tiene una ventaja adicional que le despeja el camino para seguir una política más moderada. Su familia es polaca de origen judío: nadie puede descalificarlo como “antisemita”. Su padre fue el profesor marxista Ralph Miliband, autor de El Estado en una sociedad capitalista, pero ideológicamente el canciller es considerado un pragmático, que creció con el Blairismo, aunque tiene su propia agenda política y aspiraciones a ocupar el cargo que hoy detenta Gordon Brown. La otra palanca de la política de Brown, la seguridad antiterrorista, está a cargo de una virtual desconocida hasta su nombramiento: Jacqui Smith. Durante los dos atentados, Smith se manejó con un mensaje claramente político. La ministra del Interior se centró en la importancia de ganar la batalla de los “corazones y las mentes” de la comunidad musulmana en el Reino Unido, y no permitir que la mayoría, considerada “moderada”, termine empujada hacia el terrorismo por una política represiva miope.
Brown empezó con el pie derecho, pero tiene importantes retos por delante. El principal es Irak. Este año, bajo el gobierno de Blair, la presencia de tropas británicas se redujo de 7100 efectivos a 5500. Se calcula que en los próximos meses las fuerzas británicas se replegarán a la zona del aeropuerto regional de Basora, en el sur del país, y permanecerán allí como simple fuerza de apoyo de las fuerzas iraquíes que estarán a cargo de la seguridad de la zona. El pasado miércoles, en su primera comparecencia en el Prime Minister Question Time, las preguntas que le hacen los parlamentarios al mandatario en la Cámara de los Comunes, Brown dijo que el gobierno va a continuar con la reducción de su presencia militar, pero tiene un “firme compromiso” con Irak y Naciones Unidas. “No vamos a dejar de cumplir con nuestras obligaciones en este momento”, dijo Brown. En septiembre, el comandante de las fuerzas estadounidenses en Irak, el general David Petraeus, informará sobre el resultado que ha tenido para la seguridad y los alarmantes niveles de violencia del país el despliegue adicional de tropas estadounidenses este año. Esta evaluación puede ser decisiva para ese talón de Aquiles del laborismo que es Irak. En todo caso, no cabe duda de que los “events” de Gordon Brown no se agotarán con lo sucedido el 29 y 30 de junio.
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