El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, reconoció ayer que su país no sabe para qué servirá el Banco del Sur, una propuesta impulsada por Venezuela en el marco de la integración sudamericana. “Es necesario definir, antes que cualquier cosa, qué es ese Banco del Sur, para qué sirve. Si es un banco que tiene la finalidad del FMI, del Banco Mundial, del Bndes (el brasileño Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social)”, dijo Lula, al término de la I Cumbre Energética Sudamericana, en la venezolana isla Margarita.

“Primero es necesario definir para qué nosotros queremos un banco, cuál es su finalidad, para después saber si vale la pena participar o no”, agregó Lula, en breves declaraciones a la prensa en el hotel que fue sede de la cita presidencial. El encuentro de alto nivel fue un paso “importante” en el proceso de integración regional, aunque no se discutió la creación del nuevo Banco del Sur y, por tanto, no se menciona en la declaración final de la cita energética, resaltó el mandatario brasileño.

El ministro de Hacienda, Guido Mantega, había afirmado la semana pasada que en esta cumbre se firmaría la adhesión de su país a la nueva entidad regional de desarrollo, que se supone servirá de respaldo a proyectos de integración física. Varios funcionarios del gobierno de Lula han expuesto divergencias sobre el tema de la adhesión a esa iniciativa.

Pese a las diferencias respecto del Banco del Sur, considerado uno de los puntos clave de la unión sudamericana, Lula se mostró complacido por los resultados del encuentro presidencial. “Nosotros consolidamos la unión de América del Sur”, comentó Lula al término del cónclave, en el que –reveló– los gobernantes de la región tuvieron “por primera vez una discusión muy fuerte sobre el tema energético”. “Ahora creo que vamos a discutir con más claridad todo el potencial de gas, petróleo, eólico, biodiésel y energía hidráulica, para que podamos dar a nuestro continente una dimensión para que se desarrolle”, apuntó. Lula y sus ministros defendieron en la cumbre la política brasileña de biocombustibles, como el etanol de la caña de azúcar y el diésel derivado de semillas oleaginosas.