Jueves, 8 de mayo de 2008 | Hoy
EL MUNDO › ISRAEL, A SEIS DECADAS DE LA FUNDACION DEL ESTADO JUDIO
Por los 22.000 soldados caídos sonaron las sirenas, llegó el silencio y cerraron los bares y cines. El premier israelí, Ehud Olmert, habló de “sentimiento de unidad y destino compartido”. También hubo festejos y fuegos artificiales.
Israel inició ayer las celebraciones por el 60 aniversario de su fundación como Estado judío recordando a sus más de 22.000 soldados caídos y víctimas de atentados. Entre los asistentes al acto se encontraban el presidente, Shimon Peres, y el jefe del Estado Mayor, Gabi Ashkenazi. Las sirenas sonaron a las 11 de la mañana durante dos minutos en honor de los muertos. En ese momento, el país se paralizó. También las emisoras de radio y televisión dejaron de emitir durante ese tiempo. En la noche del martes los locales de entretenimientos, bares y cines permanecieron cerrados.
“No hay nadie en Israel a quien le resulte ajeno el precio de la guerra. Este día especial nos hace olvidar nuestras divisiones. El sentimiento de unidad y destino compartido es más fuerte que nunca”, dijo el primer ministro, Ehud Olmert, durante una ceremonia oficial en el cementerio militar del Monte Herzl en Jerusalén. Olmert prometió que Israel “continuará su lucha sin compromiso contra el terror” y aseguró que, para conseguir la paz en la región, su gobierno continúa manteniendo “negociaciones serias” con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Mahmud Abbas.
El programa festivo comenzó la noche del martes con espectáculos de iluminación y fuegos artificiales en todo el país. Además, también en el Monte Herzl, el lugar en el que está enterrado el fundador del sionismo político moderno, Theodor Herzl (1860-1904), tuvo lugar una ceremonia oficial en la que se encendieron 12 antorchas en representación de las 12 tribus de Israel. Para hoy, cuando se celebra verdaderamente el Día de la Independencia, hay planeados desfiles militares y exhibiciones aéreas y de paracaidistas en todo el país.
La creación en 1948 de un estado judío fue una decisión de las Naciones Unidas para dotar al pueblo judío de un “hogar nacional”. Tras barajarse la posibilidad de establecerlo en los territorios de países tan dispares como Argentina y Uganda, el nuevo Estado se implantó en el que entonces todavía era el protectorado británico de Palestina, la bíblica tierra de Israel. El territorio que había albergado tres mil años antes el reino del mítico rey David incluía la capital religiosa hebrea, Jerusalén, y recibía desde finales del siglo XIX oleadas de emigración judía que se fueron haciendo masivas al calor del movimiento sionista.
Pero hacía más de un milenio que el grueso de los habitantes del país eran árabes que en su mayor parte profesaban el islamismo. En un intento de satisfacer las aspiraciones de los antiguos y los derechos de los nuevos inquilinos la ONU dividió la antigua Palestina en dos Estados –uno judío y uno árabe–, en un reparto salomónico aceptado por los primeros y rechazado por los segundos. La lectura de la Declaración de Independencia de Israel por parte de David Ben Gurion en Tel Aviv se celebró el 14 de mayo de 1948.
El primer choque bélico se produjo en 1948, cuando de manera simultánea a la proclamación del Estado de Israel éste fue atacado por los ejércitos de media docena de países árabes. La victoria en la llamada Guerra de la Independencia permitió al Estado recién creado ampliar su soberanía al territorio que en la actualidad se conoce internacionalmente como Israel.
El giro se produjo veinte años después, cuando en 1967 Israel se apropió en una nueva guerra de varias parcelas de países árabes vecinos, y de Estado amenazado pasó a ser potencia ocupante.
El Estado de Israel ha ignorado desde entonces, en ocasiones de manera sistemática, las decisiones de Naciones Unidas –el organismo en que basa su legitimidad–, para que abandone la ocupación y regrese a las fronteras que tenía hace cuatro décadas. Y con el argumento de proteger su seguridad ha respondido a atentados terroristas con lo que según los parámetros de las democracias occidentales sería terrorismo de Estado.
Esto empaña logros como un sistema de cobertura social que llegó a ser modelo, un aparato judicial implacable en la persecución de delitos de corrupción política y una disposición no menos ejemplar para asistir a otros pueblos ante desastres naturales.
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