El gobierno colombiano volvió a echar mano de las supuestas computadoras de Raúl Reyes. Esta vez el objetivo no fue atacar la imagen de Hugo Chávez o de su par ecuatoriano Rafael Correa, sino la del nuevo jefe máximo de las FARC, Alfonso Cano. Según nuevos mails difundidos ayer por medios cercanos al uribismo, el sucesor de Tirofijo habría propuesto atentar contra el vicepresidente colombiano Francisco Santos durante una visita que realizó a Madrid, hace cuatro años. Además, el líder guerrillero habría sugerido darle una bienvenida explosiva al presidente estadounidense George Bush durante su última visita, en marzo pasado. “Valdría la pena intentar algunas acciones militares como saludo bolivariano al señor Bush cuando visite nuestro país”, le habría escrito a Reyes, por entonces el número dos de la guerrilla.

Hasta ayer el gobierno no había difundido ninguna carta de Cano. Todas hacían énfasis en los líderes guerrilleros vinculados con las negociaciones humanitarias, como el propio Reyes, Tirofijo e Iván Márquez, el miembro del Secretariado que se reunió a fines del año pasado en Caracas. Sin embargo, con la muerte de Tirofijo y la asunción de Cano como el nuevo jefe máximo, su figura empezó a ganar importancia.

Todos los analistas, colombianos y extranjeros, coincidieron en que el nuevo líder representa una línea más política y propensa al diálogo dentro de la guerrilla. No bien se conoció su designación, la mayoría de los familiares de los secuestrados se mostraron optimistas y le pidieron a Cano la reactivación de las negociaciones humanitarias. El propio defensor del Pueblo colombiano, Volmar Pérez, señaló esta semana que el reemplazo de Tirofijo podría facilitar el acuerdo humanitario e, incluso, un diálogo de paz.

Ayer, a través de la Agencia Bolivariana de Prensa, las FARC parecieron responderles. “Nuestras propuestas alrededor de los acuerdos humanitarios y las salidas políticas continúan vigentes tal cual lo hemos reiterado en múltiples ocasiones”, dice el comunicado firmado por el Secretariado.

En medio de este clima de expectativas, el gobierno colombiano intenta construir otra imagen del nuevo jefe máximo de las FARC. Además de presentarlo como uno de los cerebros de los atentados de la guerrilla, los documentos filtrados a la prensa vinculan a Cano con uno de las masacres que más movilizaron a la sociedad colombiana en los últimos años. Hace casi un año, once diputados provinciales morían acribillados en el medio de la selva. Según las FARC, quedaron en medio del fuego cruzado provocado por un intento de rescate militar. Según el gobierno, fueron fusilados por la guerrilla.

“Por una grave confusión con otra unidad de las FARC que los confundió con elenos (miembros de la otra guerrilla, el ELN) y los atacó, la guardia ejecutó a once de los doce rehenes porque pensaban que el ejército los atacaba. Grave equivocación que nos creará muchos problemas”, dice la carta publicada ayer. La muerte de los rehenes provocó una indignación generalizada e impulsó la primera marcha masiva en todo el país en favor del intercambio humanitario.

Hace dos semanas, el presidente Alvaro Uribe prometía empezar a hacer públicos los miles de mails, documentos y fotos de las computadoras que el ejército habría confiscado después del bombardeo al campamento de Reyes, el 1º de marzo pasado. Bogotá ya había difundido algunas cartas y fotos que involucraban a funcionarios venezolanos y ecuatorianos, pero su credibilidad en la región había sido erosionada por la comedia de errores que siguió al ataque –la confusión entre el ministro ecuatoriano Gustavo Larrea y el presidente del Partido Comunista argentino Patricio Etchegaray, y el asesinato de un ciudadano ecuatoriano al que hicieron pasar por líder guerrillero fueron los más groseros–.

Recién con el informe de la Interpol, las supuestas computadoras de Reyes volvieron a tomar fuerza. El informe concluyó que Colombia no había manipulado las computadoras, pero no pudo comprobar la autenticidad de los documentos, es decir, si realmente pertenecieron a Reyes y si fueron confiscados en el campamento, después del bombardeo.