Domingo, 9 de agosto de 2009 | Hoy
EL MUNDO › ESCENARIO
Por Santiago O’Donnell
Después de escuchar durante una semana las quejas de los presidentes latinoamericanos, Obama decidió contestar. Tras los anuncios económicos que fueron noticia en todo el mundo, llamó a un grupo de periodistas de habla española a un salón de la Casa Blanca y esperó las preguntas.
Dos temas inquietan a los gobiernos latinoamericanos. La dictadura hondureña y el acuerdo de Estados Unidos con Colombia para usar siete bases militares de ese país. Según el corresponsal de la agencia española EFE, Obama contestó con una media sonrisa. Lo hizo parafraseando la memorable frase del grupo de new wave inglés The Clash, la de la famosa canción dedicada a las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica.
Should I stay or should I go? (¿O me quedo o me voy?)
Obama no usó esas palabras. Dijo, con más diplomacia, “Algunos de los que han criticado la injerencia de Estados Unidos en América latina se quejan ahora de que no está teniendo la injerencia suficiente”.
No usó la frase, pero dijo lo que millones de estadounidenses piensan cuando escuchan las quejas, denuncias e insultos, mezclados con demandas, pedidos y súplicas, de los gobiernos y los pueblos latinoamericanos. Should I stay or should I go?
Dos temas internacionales preocupan esta semana a los presidentes sudamericanos. Uno unifica, el otro divide.
El que unifica es el golpe en Honduras. En este tema, Sudamérica se ha comportado como un bloque cohesionado, más allá de algún desliz de Colombia, al punto de constituirse en el principal sostén de la restitución del presidente electo Mel Zelaya. Pero el consenso general es que el tema los supera y que sólo Estados Unidos puede destrabar la situación.
Estados Unidos condenó el golpe en Honduras, cortó ayuda militar y de los organismos multilaterales que controla, echó a los diplomáticos golpistas de la embajada de Washington y rápidamente acreditó a los nuevos enviados de Zelaya, canceló las visas de los principales responsables del golpe y convenció a un grupo importante de altos oficiales hondureños para que se pronunciaran en contra del golpe y a favor de una solución que contempla la vuelta de Zelaya.
Los presidentes de Sudamérica quieren que haga más. Pero si declara formalmente que hubo “golpe de Estado”, como muchos exigen, por ley debe retirar a su embajador de Tegucigalpa. Pero los mismos diplomáticos zelayistas que están en Washington le explicaron a Página/12 que ellos no quieren que Estados Unidos retire a su embajador, Hugo Llorens, porque Llorens, por sus contactos, es el único capaz de destrabar la negociación con los golpistas en favor de la vuelta de Zelaya.
Should I stay or should I go?
El tema que divide a la región es el acuerdo para desplegar tropas estadounidenses en bases colombianas. El acuerdo no tiene que ver con Honduras, sino que es consecuencia directa del cierre de la base militar de Manta que Estados Unidos tenía en Ecuador, cerrada por decisión soberana del gobierno de Rafael Correa al expirar el acuerdo entre ambos países.
El anuncio del acuerdo con Colombia provocó reacciones diversas y Uribe, el presidente colombiano, salió disparado en una gira express por el continente para fijar su postura. Ante Evo, Lula, Cristina, Michelle, Lugo y Lula prometió que los milicos yanquis no saldrían de Colombia y que las bases militares seguirían bajo mando colombiano. Después explicó que la alianza con los yanquis le ha servido para obtener grandes victorias militares contra la guerrilla y que ahora quiere pasarles el trapo a los narcos. Y cerró mencionando que Colombia tiene derecho a hacer lo que quiere dentro de su territorio.
Al final de la gira, Sudamérica quedó partida en cuatro. Por un lado los países que Uribe no visitó, Venezuela y Ecuador, quedaron prácticamente enemistados con Colombia. Ecuador no mantiene relaciones diplomáticas hace un año y Venezuela las congela cada dos por tres. Correa no olvida que desde la base de Manta partieron los aviones que bombardearon el campamento del guerrillero colombiano Raúl Reyes en territorio ecuatoriano, y Chávez está ofendido porque Uribe lo acusa de venderle armas a las FARC.
Después están los países que recibieron a Uribe pero criticaron duramente su decisión. En este grupo se inscriben Argentina y Bolivia, con el agregado de que Bolivia acaba de aprobar una Constitución que prohíbe expresamente el despliegue de militares extranjeros en el país.
Después está el grupo de presidentes al que le preocupa y/o está en desacuerdo con la decisión de Uribe, pero que reconocieron el derecho de Colombia, y por consiguiente de Uribe, a tomarla. Ahí se anotaron, con matices, Lula, Lugo y Bachelet.
Después está el bloque abiertamente proestadounidense que integran Colombia y Perú.
Should I stay or should I go?
El tema de las bases no sólo polariza y mina el proceso de integración latinoamericana, sino que también empioja la relación con Estados Unidos. Si prevalece la impresión de que Obama es lo mismo que Bush pero en ropaje de cordero, entonces “el nuevo comienzo” ha llegado a un abrupto final.
El problema es que Sudamérica no parece capaz de resolver por sí misma los dos temas que preocupan y ocupan a sus presidentes. No pueden hacer revertir la decisión de Uribe porque no están unidos. Y no pueden voltear la dictadura hondureña porque aun unidos no tienen suficiente fuerza para imponer su voluntad más allá del Canal de Panamá.
Entonces miran al norte. Para que haga en Honduras y para que no haga en Colombia. Para que se quede y para que se vaya. Y Obama contesta:
Should I stay or should I go?
Sí, claro que es una chicana. Muchos estadounidenses lo pensarán, pero Obama sabe que “should I stay or should I go” es una chicana. La canción fue escrita en los ’80, en los albores de la globalización. Hoy todo fluye, nadie se queda ni se va. Además no se trata de irse o quedarse, nunca se trató de eso, sino de hacer lo correcto, tanto en Honduras como en Colombia. Obama lo sabe, lo tiene que saber, por eso la media sonrisa.
Pero lo importante es que contestó, que se tomó un tiempito entre la crisis económica, la reforma de salud, Sotomayor y la hazaña en Norcorea para acusar recibo de los reclamos sudamericanos. Y que lo hizo sin prepotencia, con un toque de humor, firme en Colombia pero flexible en Honduras, dispuesto a hacer concesiones. Dijo, por primera vez, que Estados Unidos apoya la restitución de Zelaya y no sólo la “continuidad institucional” en ese país, como venían diciendo sus voceros, como si hubiera espacio para la diferencia.
Should I stay or should I go?
Chacho Alvarez, presidente de la comisión de representantes permanentes del Mercosur, opina “stay” en Honduras y “go” en Colombia.
Dice que el tema de las bases hay que tratarlo puertas adentro, en el marco del bloque regional Unasur, para buscar un consenso que eventualmente lleve a Uribe a cambiar de decisión. “Trae problemas para la consolidación de Unasur, hace irreconciliable el conflicto entre Colombia y Venezuela, no es bueno para la construcción de Sudamérica,” señaló el ex vicepresidente argentino.
En cambio, el tema Honduras hay que llevárselo a Estados Unidos por vía de la Organización de Estados Americanos, dice Alvarez, como una forma de ejercer presión para que Washington asfixie al régimen golpista si fracasa el plan Arias. “Hay que insistir con que Estados Unidos debe presionar. Hay que plantear con fuerza que el nuevo comienzo que prometió Obama no puede nacer con Estados Unidos siendo ambiguo.”
Sudamérica tampoco puede quedarse en la ambigüedad, contesta Obama, como si lo hubiera escuchado.
That’s why you’ve go to let me know (por eso tienes que decir)... should I stay or should I go?
¿Bailamos?
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