Viernes, 4 de septiembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › EL SENADOR MUESTRA REMORDIMIENTO POR EL ESCANDALO
Por Rupert Cornwell *
En unas memorias póstumas que serán publicadas este mes, Edward Kennedy reconoce francamente los errores personales que lo alejaron de la presidencia, sobre todo su “inexcusable” conducta durante el accidente en Chappaquiddick, en julio de 1969, que –dice– puede haber apresurado la muerte de su padre, Joe Senior, el patriarca de la dinastía, más tarde ese año. Por primera vez, el senador de larga data y el más joven de los cuatro hijos de Joseph cuenta cómo tomó “terribles decisiones” en las horas después de que Mary Jo Kopechne, una joven que trabajaba en la campaña presidencial de su hermano Robert en 1968, quedó atrapada y se ahogó cuando el automóvil que él estaba conduciendo se cayó de un puente en la isla Chappaquiddick en Massachusetts.
Asustado y confundido, Kennedy tomó la fatídica decisión de no ir a la policía hasta que se encontró el cuerpo de Kopechne al día siguiente. Finalmente recibió una sentencia en suspenso por no informar del accidente. Más importante, sin embargo, es que el asunto provocó dudas sobre su carácter, haciendo que fuera imposible que aspirara a la Casa Blanca en 1972 o en 1976. También condenó su candidatura cuando finalmente se postuló por la nominación democrática –contra el presidente en funciones, Jimmy Carter, que perdió ante Ronald Reagan en 1980–.
True Compass (Verdadero compás) originalmente debía aparecer en 2010, para celebrar el 50º aniversario de la elección de su hermano Jack a la Casa Blanca, pero la fecha fue corrida para el mes que viene cuando a Kennedy le fue diagnosticado un cáncer cerebral a comienzos de 2008. El New York Times obtuvo una copia cuyos primeros extractos fueron publicados ayer.
Más que su discusión sobre las juergas y la bebida del senador, las 532 páginas del libro son notorias por su visión de las complicadas relaciones personales dentro de una familia ferozmente competitiva: cómo fue atormentado por un sentimiento de ineptitud cuando se comparaba con sus tres otros hermanos, todos ellos muertos para cuando Ted Kennedy no había cumplido cuarenta años. “Cuando pienso en lo que ellos habían logrado cuando yo estaba saliendo de mi niñez –escribe– se me ha ocurrido a veces pensar que toda mi vida fue un constante esfuerzo por alcanzarlos.” Los hermanos, dice, eran compañeros, pero al mismo tiempo curiosamente distantes. Ted, por ejemplo, “no tenía idea de lo serio que eran los problemas de salud de Jack”, por la simple razón de que “nunca se nos había ocurrido discutir asuntos privados entre nosotros”.
El asesinato de Robert Kennedy en 1969 fue traumático para el joven Kennedy. La pérdida lo llevó a beber “autodestructivamente” e hizo imposible su regreso al Senado.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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