Viernes, 26 de marzo de 2010 | Hoy
EL MUNDO › EL CAPITOLIO REPUDIO LAS AMENAZAS Y LOS ACTOS DE VANDALISMO
Opositores a la reforma del sistema de salud, impulsada por el gobierno de Obama, descargaron toda su virulencia contra los legisladores que la hicieron posible. Pese a los ladrillazos y los insultos, la reforma gana aceptación pública.
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Los líderes demócratas y republicanos condenaron el abuso, las amenazas y los episodios de vandalismo dirigidos contra casi una docena –en su mayoría demócratas– de legisladores, mientras los opositores radicales siguen ventilando su furia contra el paquete de reforma de salud convertido en ley durante el fin de semana. El desagradable giro en el debate de la reforma de salud ocurrió mientras el Senado aprobaba el presupuesto que la Cámara de Representantes se preparaba para votar, un paquete suplementario de enmiendas al proyecto de ley firmado por el presidente Obama el martes.
Estas fueron aprobados por el Senado anteriormente esta semana, con la excepción de dos pequeños cambios relacionados con becas para estudiantes que necesitaban el segundo y conclusivo voto de la Cámara.
Mientras tanto, Obama se fue a Iowa a promocionar el mayor logro de su presidencia, regresando al estado desde el que había lanzado su emprendimiento para una revisión del sistema de salud de Estados Unidos. La Casa Blanca se estaba animando ayer con una nueva encuesta Gallup que sugería que por una mayoría de 49-40, los estadounidenses ahora consideraban la aprobación de la medida “algo bueno” –una primera señal de un cambio en la actitud nacional a favor de la medida una vez que se convirtió en ley, algo que esperaba la administración.
Pero estos éxitos fueron eclipsados por ataques amenazantes personales, decididamente feos, que les llegaron a 10 demócratas de la Cámara y, por lo menos, a un repubicano. Estos informaron de cartas amenazantes, correos electrónicos y llamadas telefónicas, así como ataques sobre sus oficinas del distrito y los cuarteles de los partidos locales. El miércoles, más de 100 congresistas demócratas se reunieron para expresar su “seria preocupación” por su seguridad. Algunos han recibido protección especial de la policía del Capitolio.
En un caso, se lanzaron ladrillos a la ventana de la oficina del distrito de la congresista demócrata, Louise Slaughte en Cataratas del Niágara, al norte de Nueva York; mientras Bart Stupak, el demócrata conservador cuyo trato con la Casa Blanca sobre los fondos para abortos le dio los últimos votos cruciales para la aprobación de la ley, sufrió todo tipo de insultos. “Espero que te desangres, que te enfermes de cáncer y mueras”, fue el mensaje que le dejó alguien en su contestador. Un fax titulado “Defecando sobre Stupak” se acompañaba de una imagen de una horca con las palabras “Bart (SS) Stupak” y del mensaje: “Todos los asesinos de niños terminan en finales indecorosos. Ya sea por la mano del hombre o por la mano de Dios”.
Ambos partidos condenaron lo que estaba sucediendo, como el líder de la bancada republicana en la Cámara, John Boehner, diciéndole a los periodistas que la medida es un error colosal, pero las protestas son inaceptables. Nancy Pelosi, la titular de la Cámara, declaró que la violencia y las amenazas físicas “no tenían lugar en un debate civil en nuestro país”, antes de añadir que ella “no suscribía a la teoría de que estas acciones surgieran de los comentarios de mis colegas”. Muchos demócratas, sin embargo, creen precisamente eso: que la retórica vitriólica de muchos republicanos avivó las llamas, incitando a los opositores extremos a la reforma de salud a tomar la ley en sus manos.
En particular, la controversia enfocó la atención en la relación entre los republicanos y el movimiento antigubernamental Tea Party, que colocó a la reforma de salud como su blanco principal. Los partidarios del Tea Party estaban entre la multitud afuera del edificio del Capitolio, el domingo, y gritaban insultos raciales y homofóbicos contra varios demócratas importantes de la Cámara cuando entraban en el edificio. Algunos republicanos parecían perdonar estos estallidos, reforzando la impresión de que el partido no se pararía ante nada en su determinación de “Matar la Ley” (Kill the Bill) a cualquier costo.
Q The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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