Llegaron con ropa de camuflaje y armados con pistolas, blandiendo cruces blancas y fotos de su líder muerto. Con el fervor que caracterizó la vida del supremacista blanco Eugene Terreblanche, sus partidarios fueron ayer a enterrar al hombre cuyo asesinato gatilló una semana tumultuosa en Sudáfrica y expuso las tensiones raciales que todavía existen después del fin del apartheid. Varios cientos de personas se apretujaron en la iglesia protestante en Ventersdorp durante un servicio lleno de retórica apasionada dedicada al líder del pequeño Movimiento de Resistencia Africaaner (AWB por sus siglas en inglés), que luchó una inútil batalla contra el gobierno de la mayoría negra.

El movimiento se hizo tristemente célebre a comienzos de los años ’90 cuando llevó a cabo varios atentados –que dejaron unos 24 muertos– para intentar impedir la abolición del apartheid. Sin embargo, en una señal de qué lejos había llegado el país desde que Terreblanche avivaba ferozmente los fuegos raciales en la década de los ‘90, el funeral terminó pacíficamente mientras los negros sudafricanos se mantenían alejados.

Dos campesinos negros han sido acusados de golpear y machetear a muerte a Terreblanche el sábado pasado en lo que la policía sospecha fue una disputa paga, pero que sus partidarios afirman que estuvo políticamente motivada. Su partido inicialmente declaró que era “una declaración de guerra por parte de la comunidad negra” y prometieron venganza. Los miembros más antiguos del partido luego se retractaron en su retórica y se unieron a Jacob Zuma, el presidente de Sudáfrica, llamando a la calma, conscientes de la próxima Copa Mundial de Fútbol en Africa, por primera vez en junio.

Sin embargo, el asesinato del hombre de 69 años puso nuevamente sobre el tapete su mensaje de división después de pasar años en la oscuridad en medio de la caída de su movimiento AWB en el mundo postapartheid y un tiempo en prisión por el casi asesinato de un guardia de seguridad negro.

Ayer, su féretro estaba envuelto en la bandera roja, verde y blanca de su partido; su logo, un recordatorio de la svástica nazi. Dos hombres usando el uniforme estilo militar del grupo escoltaban al féretro dentro de la iglesia. Los asistentes cantaron “Die Stem”, una canción africaaner que era un himno en la era del apartheid de Sudáfrica. En lo que fue descripto como un gesto de reconciliación, la iglesia levantó sus restricciones normales de “sólo blancos” para permitir la entrada a los periodistas negros y a un puñado de dignatarios locales.

Pero la reconciliación sólo llegó hasta ahí: algunos de los asistentes al funeral murmuraron “sirvientes” en africaans cuando un ministro negro del gobierno pasó para rendir condolencias oficiales. Para otros, el odio era más profundo. “Estamos aquí hoy para declarar la guerra y vengar la muerte de nuestro líder”, señaló un hombre de negocios, que pidió quedar en el anonimato, a Reuters. “La mayoría de los hombres blancos entre 35 y 55 años tienen entrenamiento militar y están preparados para usar nuestras destrezas.”

Varios de los asistentes relacionaban la muerte de Terreblanche con la feroz retórica de Julius Malema, el líder del Liga de la Juventud (Ancyl), del partido gobernante ANC. Malema revivió una canción de la era antiapartheid que se refiere a la matanza de campesinos blancos. El jueves echó a un periodista de la BBC de una conferencia de prensa, llamándolo bastardo y un “agente sangriento” con una “tendencia blanca”.

El ANC condenó su conducta. “El infortunado estallido del camarada Julius Malema no sólo reflejó negativamente en él, sino que reflejó negativamente en el Ancyl, en toda la familia del ANC, nuestros socios en la alianza así como en Sudáfrica a los ojos de la comunidad internacional”, dijo el partido.

Terreblanche fue enterrado a la vista en la granja poco utilizada donde fue muerto.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.