Viernes, 24 de septiembre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › EN UN GIGANTESCO OPERATIVO MILITAR Y TRAS VARIOS COMBATES, FUE ABATIDO MONO JOJOY, NUMERO DOS DE LA GUERRILLA
Jorge Briceño o Víctor Julio Suárez Rojas cayó en combate el miércoles a manos del ejército colombiano junto a otros veinte guerrilleros. El gobierno de derecha de Juan Manuel Santos, por supuesto, fue el primero en celebrar.
Por Katalina Vásquez Guzmán
Desde Medellín
Mono Jojoy, hasta ayer, fue una palabra despreciable. Ese alias de guerrillero se conocía en todo el país desde hace décadas. Rebelión e insurgencia, pero también muerte, sangre y “terrorismo” –asociados al jefe militar de las Fuerzas Revolucionarias Armadas de Colombia (FARC)– terminaron ayer con la muerte de Mono, como también le llamaban a Jorge Briceño o Víctor Julio Suárez Rojas, muerto en combates del miércoles a manos del ejército colombiano junto a otros veinte guerrilleros.
La noticia fue, a juzgar por los medios de comunicación, la más feliz de los últimos meses. El gobierno de derecha de Juan Manuel Santos, por supuesto, fue el primero en celebrar. “Es un día de gloria, de júbilo, para los colombianos, y le damos gracias a Dios que nos ha bendecido con victoria. Un trabajo sin celos, coordinado, de alta precisión”, dijo el ministro de Defensa, Rodrigo Rivera.
Ayer los diarios se imprimieron a la tarde. Una edición extra circuló por las calles de las ciudades y llegó hasta las montañas apartadas. “Al fin cayó”, tituló un diario nacional. “Sembraba terror en toda Colombia”, apareció bajo la foto del rostro del segundo de las FARC. Boina negra, estrella en la punta estilo Che Guevara, barba y sudor en el rostro. Mono Jojoy era, tras acabar con alias Raúl Reyes y la muerte natural del máximo líder Tirofijo, el guerrillero más apetecido por el ex presidente Alvaro Uribe y Santos, su sucesor. Juntos, cuando el segundo fue el flamante ministro de Defensa del primero, se propusieron acabar con las facciones rebeldes y, abiertamente, fueron tras los cabecillas.
La muerte de Briceño, como lo esperaba el gobierno Uribe-Santos, es un duro golpe al ejército guerrillero más viejo del mundo. Con el patrocinio político de alias Jacobo Arenas, Mono Jojoy escaló en la estructura de este ejército ilegal y, en los años noventa, llegó a ser el jefe del Bloque Oriental, uno de los más tradicionales y poderosos de las FARC. Para acabar con él fue necesario seguirle el rastro por años y años. Nueve combates en un día, 27 helicópteros y más de 30 aviones lo arrinconaron hasta la muerte.
“Hemos dado el golpe más fuerte en la historia de esta organización narcoterrorista. Estamos hablando de la muerte de uno de los colombianos más odiados del país, por sanguinario, por terrorista”, expuso orgulloso el ministro de Defensa, felicitando a los comandantes de la fuerza pública y la policía que, juntando todos los frentes militares, llegaron hasta el escondite del Mono.
La Julia, un caserío lejano en el centro de Colombia, fue el centro de los combates. La Julia pertenece al municipio de Uribe, provincia del Meta, y está a 26 kilómetros de la serranía de La Macarena, uno de los fortines guerrilleros más importantes. Allá, Briceño encontró refugio lejos del amparo de la selva. Murió en un bunker de concreto, al interior de un campamento de 300 metros, con túneles de escape. “Señor presidente, hemos llegado a la guarida de las FARC”, anunció el ministro a Juan Manuel Santos, quien recibió la noticia en Nueva York durante la Asamblea de las Naciones Unidas. Antes de viajar, Santos se reunió con la cúpula militar y ordenó entrar a la zona roja a ejecutar “una operación sin precedentes”, como la titula el mismo gobierno y reproducen los medios locales, u “operación bienvenida a las FARC”, como lo dijo el presidente desde Estados Unidos.
“Sodoma” fue el nombre militar que recibió todo el operativo por, según acordaron los comandantes, evocar la ciudad maldita donde ocurría toda clase de aberraciones. Es que sobre el Mono Jojoy recaía el estigma más oscuro de las FARC. De casi cincuenta años de historia de esta organización, el Mono pasó 35 en ella y es el autor, según lo señalan desde hace décadas, de la implementación de las más crueles tácticas en esa guerrilla. De su cabeza se armó la idea de crear los campamentos para retenidos, las cadenas y, en general, la práctica del secuestro como botín de guerra.
Para llegar hasta la ubicación exacta del Mono, el río Duda, algunos ex guerrilleros y, se sospecha, hombres cercanos a él entregaron información. El miércoles en la madrugada, los aviones superespías y Tucano comenzaron a sobrevolar la zona e intentaron desembarcar sin éxito hasta el miércoles. Infiltrados de la policía y el ejército en las filas guerrilleras ayudaron desde tierra, según informó el gobierno, al final feliz de la operación. Sus comunicaciones con el jefe mayor de las FARC, alias Alfonso Cano, órdenes por radio, información detallada, seguimientos de inteligencia y la ambición de Santos terminó con la muerte de Mono Jojoy, bastante celebrada en el país.
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