Domingo, 29 de mayo de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EGIPTO SALE OTRA VEZ A LA CALLE PARA APURAR LA TRANSICION A LA DEMOCRACIA
La ausencia militar y de los Hermanos en el “viernes de ira” en plaza Tahrir fue leída por algunos como la oportunidad de recuperar el espíritu de la plaza en los días de la revolución. Ambigua reacción de los militares.
Por Carolina Bracco
Desde El Cairo
“Hoy es el día. Hoy es #27 de mayo cuando miles de egipcios, esperemos que millones, iremos a la plaza Tahrir a recordarle al gobierno y al Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (SCAF por sus siglas en inglés) nuestras demandas”, escribía una blogger egipcia en la madrugada del esperado “segundo viernes de la ira”.
El SCAF, en una maniobra impredecible como la mayoría de las suyas, dio su apoyo a las manifestaciones pacíficas –incluso en su contra– y en un comunicado aparecido el martes pasado en su Facebook anunció que para evitar confrontaciones con los manifestantes permanecería ausente durante la jornada del viernes. Sin embargo, en días previos a la manifestación, miembros de la agrupación 6 de Abril y otros grupos fueron detenidos por estar colocando carteles anunciando la manifestación “millioneya” (de un millón de personas).
Otro protagonista que anunció su ausencia fueron los Hermanos Musulmanes, alegando que no había necesidad de presionar al SCAF y que los logros de la revolución –durante la cual el grupo permaneció ausente– se habían concretado. Esta disconformidad disfrazada de prudencia tenía que ver con que una de las demandas del “segundo viernes de la ira” (el primero fue el 11 de febrero y terminó con la renuncia de Hosni Mubarak) era agilizar el proceso democrático e incluir en el gobierno un consejo civil junto al militar. Esto fue interpretado por los Hermanos –aunque la demanda no estuvo presente en la millioneya– como un pedido de retraso de las elecciones. Retraso naturalmente rechazado por los Hermanos, el único partido que se encuentra lo suficientemente organizado para ganarlas en el futuro inmediato.
La ausencia militar y de los Hermanos fue leída por algunos como la oportunidad de recuperar el espíritu de la plaza en los días de la revolución, cuando los manifestantes se hacían cargo de la seguridad del lugar impidiendo el ingreso de los “baltagueya” (matones) del Partido Nacional Democrático (PND). Estos irrumpieron por primera vez en la plaza el 2 de febrero con facas a lomo de caballo y camello generando una batalla medieval que culminó con el triunfo de los manifestantes y la recuperación de la plaza.
Sin embargo, el 9 de marzo consiguieron con el guiño del gobierno militar lo que un mes antes la multitud no les había permitido: desalojar la plaza y con ello desbaratar aquel campamento-polis que permanecía como símbolo y baluarte de la revolución. Si bien aún se desconoce con exactitud a quién responden estos grupos o si simplemente los está utilizando el gobierno militar como fuerzas de choque para no empañar su imagen; lo cierto es que no tuvieron lugar en la plaza el viernes pasado, que en la víspera fue vigilada por comités revolucionarios para impedir su entrada. El viernes fue un día de ira pero también de alegría, al ver que el espíritu de la revolución se mantenía vivo. Así, a aquellos que llamaron al 27 de mayo el día de la segunda revolución, la plaza les contestó: “Esta revolución aún no ha terminado”.
Durante la semana los medios intentaron relativizar la necesidad de la manifestación alegando que su realización se debía a una impaciencia injusta frente a los esfuerzos del SCAF. Sin embargo, la velocidad de los acontecimientos se corresponde también con la velocidad del aprendizaje de los métodos de lucha y la madurez política que están demostrando algunos sectores.
“La sangre de nuestros mártires no ha sido derramada en vano”, rezaban algunos carteles en la plaza Tahrir, que ayer volvió a ser la plaza de la alegría, de la furia y de la esperanza y donde también se vieron carteles con consignas solidarias hacia las revueltas en España, que el viernes conocieron su día más oscuro.
En el llano, lo que está claro es que este pueblo no está dispuesto a ceder ante un interlocutor por lo menos ambiguo. El mismo viernes se anunciaban las “ayudas” del G-8, reunido en Francia con representantes de los gobiernos militares para construir las democracias en el mundo árabe, específicamente en Túnez y Egipto. El aún acéfalo FMI ya había estado ofreciendo préstamos a estos gobiernos también bajo el nombre de “ayudas”. Claro que donde dice “ayudas” debe leerse préstamos. Los grandes poderes económicos, que otrora construyeran y sustentaran las dictaduras árabes, no quieren perder la oportunidad de “ayudar” a construir el nuevo mundo árabe. Ocupados en cosas más urgentes, este hecho tuvo poco o ningún eco en la plaza Tahrir, que pelea por seguir siendo el lugar donde se juega la política egipcia.
Uno de los reclamos más populares se alza contra la continuidad de los juicios militares acompañados muchas veces de tratos inhumanos, torturas y humillaciones a civiles; lo expresan activistas de derechos humanos, artistas, bloggers o simples manifestantes pacíficos. Otro de los reclamos es una reforma de fondo de las instituciones y ministerios antes controlados por el PND a los que el gobierno militar se ha limitado a cambiar las cabezas visibles dejando intactos su estructura y empleados incluso en los cargos más altos. En el caso de las telecomunicaciones –que siguen siendo controladas por el gobierno–, la necesidad de renovación se evidencia inmediata. Otras ciudades como Alejandría, Mansura y Suez se hicieron eco de la manifestación, con gran convocatoria.
Más allá de los reclamos, la importancia de este día estribaba en poner a prueba la fuerza de los nuevos movimientos y fuerzas políticas revolucionarias en Egipto. Las expectativas sin duda han sido superadas con creces. No sólo la manifestación ha sido tan multitudinaria como organizada y pacífica, sino también renovadora y llena de entusiasmo a pesar del intenso calor que por momento superó los 40 grados.
La fuerza de los reclamos espera alcanzar cambios en el futuro próximo, aunque sin duda los cambios de fondo en Egipto tardarán en materializarse. Lo innegable es que, en lo que respecta a lucha política, los revolucionarios egipcios han hecho escuela. Y sin duda continuarán haciéndola.
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