Lunes, 11 de julio de 2011 | Hoy
EL MUNDO › MIENTRAS LOS ESTUDIANTES PROTESTAN, EL PRESIDENTE DE CHILE SE HUNDE EN LOS SONDEOS
El gobierno se excusa diciendo que se trata de un malestar generalizado que abarca a toda la clase política, pero las protestas estudiantiles y ecológicas tienen como destinatario principal al ocupante del palacio de La Moneda.
Por Christian Palma
Desde Santiago
Fue una semana tensa, compleja, dura. Muy dura. El gobierno de Sebastián Piñera recibió en menos de siete días dos puñaladas directas al corazón, por más que desde La Moneda se diga que los sondeos no son su principal motivación. La primera estocada llegó temprano, el martes, cuando la encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC) reveló que la desaprobación a la gestión del mandatario se elevó de 41 por ciento a 53 por ciento en seis meses. La segunda, y más filosa aún, se perpetró el jueves, mientras Piñera aterrizaba en México: el influyente y esperado muestreo Adimark indicó que la evaluación a su labor es rechazada por el 60 por ciento de la población, versus un 31 por ciento que la aprueba.
Ambos porcentajes son históricos y, al menos el primero, es el más bajo que recibe un presidente desde que volvió la democracia, en 1990. “El presidente Piñera tiene niveles de desaprobación más altos que el propio Pinochet. Hemos llegado a un nivel brutal. Pinochet era más popular que Piñera”, dijo el presidente del Partido Socialista Osvaldo Andrade, mezclando ironía y preocupación respecto de las cifras logradas por Piñera, que superan los peores registros de Michelle Bachelet, cuando en septiembre de 2007 anotó un 46 por ciento (por la crisis del Transantiago) y Eduardo Frei (45 por ciento de desaprobación en diciembre de 1998, durante la crisis asiática).
Con su jefe de visita en el país del tequila, fue la ministra vocera del gobierno, Ena von Baer, la que puso el pecho. Si bien reconoció la baja sintonía del gobierno de derecha con la ciudadanía, diluyó los números al referirse a las encuestas como un “descontento generalizado”. Inteligentemente, la respuesta se había ido preparando con tiempo. En los pasillos de La Moneda se sabía, de antemano, que las últimas encuestas y las que vienen serán malas. Era evidente que el movimiento estudiantil, que ha convocado a marchas multitudinarias en reclamo por un sistema heredado de los tiempos de Augusto Pinochet, el reclamo popular a la probable instalación de centrales hidroeléctricas en la Patagonia y la estafa perpetrada por una gran tienda a miles de clientes –en medio de un gobierno considerado de y para los empresarios– golpearían con fuerza al propio Piñera y a su ministro de Educación, Joaquín Lavín.
“Creemos que aquí, y lo muestran los números, hay un descontento generalizado y éste es un llamado de atención a la clase política en general, que tenemos que escuchar mejor y, al mismo tiempo, hacernos cargo de las inquietudes de la ciudadanía.” Hábil, la ministra pasó la pelota al otro equipo. De lograr el acuerdo en materia educativa, será una demostración de que la clase política “puede estar a la altura de lo que los chilenos esperan”.
Es que la oposición, aglutinada mayoritariamente en la Concertación, tampoco ha estado en línea con los reclamos en la ciudadanía. En ambas encuestas, su aprobación estuvo también bajo la línea histórica de desaprobación, lo que encendió aún más las alertas. “Pero somos oposición”, coinciden varios parlamentarios, restando dramatismo y devuelven la pelota al gobierno. “Lo que se necesita es un cambio de estrategia en el rol del gobierno, que tiene que dialogar en serio con la oposición, buscar verdaderamente grandes acuerdos que el país espera de nosotros. La ciudadanía busca que nos preocupemos por los problemas reales y no por las ambiciones políticas personales o de protagonismos que están desarrollando algunos hoy en día”, sostuvo el diputado opositor Jorge Tarud.
Lo mismo opina la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei. “Tenemos que entender que la ciudadanía está ‘cabreada’ (molesta) de todos nosotros, de todos los políticos, de todos los sectores.” Ella pertenece a la UDI, uno de los dos partidos de derecha que conforman el gobierno de Piñera. Desde las filas oficialistas, la mirada tampoco es muy halagüeña. Si bien confían todavía en que el ministro Lavín revertirá su posición actual en las encuestas –de 70 por ciento en mayo cayó a 46 en junio–, lo cierto es que las voces que piden cambios de gabinete crecen y no sólo desde las huestes opositoras.
En el interior de Renovación Nacional, el otro conglomerado oficialista, piensan de manera similar. Por ahora, Piñera no ha dado señales en ese sentido. Sin embargo, esta semana se vienen días complejos. El gobierno entregó el martes una propuesta por cuatro mil millones de dólares para mejorar la educación superior y la entrega de 200 mil becas, entre otras medidas. Por ahora los estudiantes las rechazaron de plano, mientras los rectores deberán decidir si la aprueban o no. Junto a ello, los mineros del cobre anunciaron un paro total de actividades para mañana, haciendo coincidir la fecha con los 40 años desde que el presidente Salvador Allende renacionalizó el cobre. La fecha simbólicamente es potente, el mineral explica más de la mitad de las exportaciones chilenas y la figura socialista de Allende ha tomado fuerza en los últimos días en contra de la mirada que tiene de este gobierno la ciudadanía.
“El grupo que más critica al gobierno son los más pobres, a esa gente le irrita el exitismo del gobierno. El gobierno no puede conformarse con las cifras macroeconómicas, pues en el Chile de hoy la gran demanda es la igualdad”, explicó en una entrevista con un matutino el presidente de Adimark, Roberto Méndez.
Habrá qué ver ahora cómo se desempeña el ministro de Minería, Laurence Golborne, que todavía conserva y saca provecho al saldo que le quedó del rescate de los 33 mineros. Por ahora mantiene un 75 por ciento de aprobación y se perfila como el más seguro presidenciable para 2014; no obstante y casi sin opinar de Chile, la ex presidenta socialista Michelle Bachelet aparece en los rankings dando la pelea, sin querer darla, al menos en público.
A ella, en su momento más difícil, no le tembló la mano para sacar a ministros clave que no dieron el ancho. Ese recuerdo ha rondado en la cabeza de muchos, pero no se debe olvidar que su sucesor es distinto. Un presidente que ofreció excelencia y al que hoy más del 60 por ciento de la población le reclama.
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