Jueves, 13 de octubre de 2011 | Hoy
EL MUNDO › MIENTRAS REORIENTA SU ECONOMíA, RECHAZA POSIBLES SANCIONES DE EE.UU. POR LA GUERRA DE MONEDAS
China viene poniendo en marcha desde 2008 un cambio para transformar su economía: 36 millones de nuevos hogares a precios populares, 45 millones de puestos de trabajo en zonas urbanas y el desempleo por debajo del 5 por ciento son las metas.
Por Marcelo Justo
Desde Beijing
China acusó a Estados Unidos de buscar un chivo expiatorio para sus propios problemas económicos con el proyecto de ley aprobado por el Senado que allana el camino para sanciones contra Beijing por supuesta manipulación de su moneda. La Cancillería señaló que el proyecto de ley va a poner en peligro la economía global e insinuó que recurriría a la Organización Mundial de Comercio de ser necesario. “Esta ley no es una solución al desequilibrio comercial y el alto desempleo. Por el contrario va a poner en peligro los intereses económicos de ambas partes”, indicó Zhang Yansheng, director del Instituto de Investigación de Relaciones Económicas Extranjeras que pertenece a la principal agencia de planificación económica nacional.
Según Beijing, desde 2005 su moneda se ha apreciado en un 30 por ciento, a pesar de lo cual el desempleo estadounidense ha aumentado de un 7 a un 9 por ciento. Desde esta perspectiva, reiterada ayer miércoles en los principales medios nacionales, una apreciación aún mayor del yuan sólo beneficiaría a otros países asiáticos que ocuparían el vacío dejado por las exportaciones chinas. Menos enfatizado es el cambio que China viene poniendo en marcha desde 2008 para transformar su economía en una más basada en el consumo doméstico y menos en las exportaciones.
El cambio está consagrado en el doceavo plan quinquenal de China presentado este marzo centrado en una serie de medidas económicas y sociales para estimular el consumo doméstico entre 2011-2015. Entre los anuncios se encuentra la construcción de 36 millones de hogares a precios populares, la creación de 45 millones de puestos de trabajo en zonas urbanas y el mantenimiento de una tasa de desempleo por debajo del 5 por ciento. En septiembre entró en vigor una reforma impositiva que elevó por segunda vez en tres años el umbral a partir del que se paga impuestos. Este umbral pasa de 2000 yuanes a 3500 yuanes mensuales (548 dólares), un cambio que permitirá que un 80 por ciento de la población no pague impuestos.
El porcentaje es revelador de la enorme brecha que separa a China de un país desarrollado: la inmensa mayoría de la población vive con un ingreso mensual inferior a esa cifra. Según un estudio comparativo del Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2010 el salario promedio chino era un 16 por ciento del estadounidense. Esta gigantesca brecha es una de las razones del “milagro chino” que durante las últimas décadas convirtió el país en un “paraíso de las multinacionales”. En este período de crecimiento de un 10 por ciento anual, el coeficiente de desigualdad Gini pasó de un 0,28 en 1978 a un 0,45 en 2000, la migración interna es de unos 200 millones de personas y la externa –ilegal– ha inundado el mundo con desempleados de extracción mayoritariamente rural o urbana pobre. La autora de Chinese whispers, cuyo nuevo estudio de la migración interna será publicado el año próximo, Hsiao Hong Pai, explicó a Página/12 el lado oscuro de este milagro. “La política de puertas abiertas de Deng Xiao Ping generó un profundo problema de dislocación social debido a las decenas de millones de personas que perdieron su trabajo por la reestructuración económica. La prensa occidental sólo toca de pasada este lado oscuro como si fuera una especie de inevitable daño colateral”, señaló.
La revolución exportadora se basó en una política de salarios bajísimos y en un desequilibrio entre este sector y su correlato de consumo doméstico. En la década del ’90 el consumo doméstico constituía un 48 por ciento del PIB: hoy es un 36 por ciento. El desmantelamiento de la Asistencia Social en los últimos 15 años –de salud a educación o pensiones– es una de las razones de este continuo retroceso en una economía que crece a pasos gigantescos. “La gente se ha visto obligada a ahorrar para hacer frente a gastos previsibles, como la educación de los hijos, o inmanejables, como una operación o una enfermedad, a lo que se agrega un más que precario sistema previsional”, señala recientemente al suplemento económico Cash de este diario el economista chino Shujie Yao.
Un crecimiento con más peso del consumo doméstico requiere mejores salarios y condiciones laborales, lo que ha abierto un horizonte de conflictos con las multinacionales. En 2008, como parte del moderado “giro a la izquierda” que encabezan el presidente Hu Jintao y el premier Wen Jiabao, el gobierno modificó la ley laboral para promover una mayor protección de los trabajadores con claras normas de contratación. En los últimos 18 meses, el otrora “paraíso de las multinacionales” ha presenciado una ola de conflictos en grandes empresas como la japonesa Honda y la taiwanesa Foxcon que terminaron con importantes aumentos salariales y concesiones laborales.
A este nuevo protagonismo revindicativo laboral –a la vez alentado y vigilado por las autoridades– el gobierno está sumando el indudable poder de fuego que le proporciona su impresionante masa de ahorro. En marcha hay una reforma del sistema nacional de salud que busca otorgar servicios médicos básicos para toda la población a fines de año y asegurar una cobertura universal (de todas las enfermedades) en 2020. En agosto el gobierno anunció un programa similar para el sector previsional, que cubriría en 2015 al conjunto de la población.
Por su parte, el sistema bancario estatal chino está intentando virar el crédito del financiamiento de las grandes empresas estatales al de la pequeña y mediana empresa, fundamental en la activación del mercado doméstico. A fines de abril de este año, los préstamos al sector totalizaron casi 10 billones de yuanes (1500 billones de dólares), un incremento de más del 7 por ciento respecto del año previo. Otro posible motor del consumo es el crédito individual. Con más de dos mil millones de tarjetas de crédito en uso, el potencial es evidente, pero por el momento, mostrando las dificultades que conlleva un cambio de paradigma económico, los usuarios han respondido a la mayor presencia de crédito blando con cautela confuciana. “Hay una actitud muy tradicional, con mucho temor a gastar de más y a perder el control financiero de sus propias vidas. Los países desarrollados no deben hacerse ilusiones de un cambio consumista rápido en China”, señaló al China Daily el especialista Frauke Mattison Thompson.
Una China más volcada al consumo doméstico y con mayor poder adquisitivo es uno de los alicientes que necesita la economía global que viene caminando en puntas de pie por la cornisa de la depresión global desde 2008. La estrategia tiene dos problemas. En una economía gigantesca, los márgenes de error crecen inevitablemente, pero además, y de manera fundamental, está el factor tiempo. El proceso requiere cuanto menos de tres a cinco años para mostrar resultados tangibles y evitar fuertes dislocaciones. Con la actual crisis de los países centrales y los propios problemas que enfrenta un gigante de casi 1400 millones de personas, no hay garantías de que China o el mundo tengan este período de gracia.
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