Domingo, 22 de julio de 2012 | Hoy
EL MUNDO › ESCENARIO
Por Santiago O’Donnell
A veces los hechos hablan por sí mismos. Cuando te meten una bomba en tu edificio de Seguridad Nacional en plena reunión de cúpula y matan a tu ministro de Defensa, a tu viceministro de Defensa, a tu jefe de Seguridad Nacional, a un general, y dejan gravemente herido a tu ministro de Interior, en el día más sangriento de los dieciséis meses de una insurrección devenida conflicto armado que ya produjo más de diez mil muertos, bueno, se te hace difícil seguir diciendo que tenés la situación controlada.
“El ministro de Información, Omran al Zoubi, afirmó que el atentado terrorista que tuvo lugar hoy en Damasco refleja los sentimientos de impotencia y frustración de los enemigos de Siria ante los logros del Ejército Arabe Sirio y su cohesión, después de que los terroristas y aquellos que los avalan han fracasado en golpear la unidad del ejército”, señala un despacho de la agencia oficial siria SANA del miércoles pasado, pocas horas después del atentado. “La responsabilidad por este crimen terrorista recae en los países que envían dinero y armas, y ellos son responsables de la sangre derramada en la tierra siria”, dijo el ministro, según el cable.
El gobierno de Bashir al Assad está en problemas, pero es difícil imaginarse que se vaya a desplomar. La dinastía familiar está en el poder desde 1970, su mandato se plebiscitó cinco veces y nunca debió competir con otro candidato en una elección. La última vez que renovó su mandato fue en el 2007. Sacó el 97,6 por ciento de los votos. El partido gobernante Baas controla los tres poderes y la Constitución le confiere funciones de liderazgo en el Estado y la sociedad. Lidera un frente oficialista de seis partidos que controla dos tercios de la Asamblea, mientras que fuerzas de oposición ocupan el otro tercio. Pero la Constitución siria concentra la iniciativa legislativa en el presidente, mientras que los asambleístas no pueden proponer leyes, sólo avalarlas o rechazarlas, más bien avalarlas porque el oficialismo tiene mayoría absoluta.
Además, Assad cuenta con un aliado muy importante, que es Rusia. La relación militar entre ambos países es tan cercana que la única base naval que Rusia tiene fuera de su territorio está situada en Siria. El jueves pasado Rusia vetó por tercera vez en un año una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autorizando sanciones en contra del régimen de Assad por no respetar una moratoria en el uso de armas pesadas. La votación terminó once a dos. El ejército de Assad viene de destruir barrios enteros para frenar la insurgencia. El apoyo de Rusia es muy importante, así como el acompañamiento de China. Las dos potencias asiáticas tienen poder de veto en el Consejo de la ONU, y el Consejo es la única instancia que puede autorizar el uso de fuerzas extranjeras en un país.
Queda claro que Estados Unidos, Europa e Israel quieren remover a Assad y estarían dispuestos a usar su poderío militar para facilitar el proceso. Con un lenguaje más conspirativo, el ministro sirio citado por la agencia oficial dice más o menos lo mismo: “Asimismo, Al Zoubi aclaró que lo que está ocurriendo hoy representa el último capítulo del complot urdido por EE.UU., Occidente e Israel contra Siria, haciendo hincapié en que los enemigos de la patria fallan en sus cálculos respecto a la fuerza del pueblo y el ejército sirios”.
A esta altura poco importa si lo que hoy sucede empezó con la represión de manifestaciones espontáneas inspiradas en la primavera árabe, como dicen los opositores, o con una campaña de desestabilización promovida por agencias de inteligencia extranjeras, como dicen los voceros de Assad. La situación hoy es de insurgencia generalizada y fuerte represión en todo el país, con combates callejeros en la capital y las principales ciudades, de miles de desplazados por la violencia, con una misión de observadores de las Naciones Unidas que registra atrocidades casi a diario, mientras reclama impotente el fin de la violencia, con un plan de paz al que todos adhieren de palabra, pero cuando llega el momento de ponerlo en práctica y castigar a los violadores todos miran para el bando contrario.
Esta situación, ya de por sí explosiva, amenaza con derramarse al resto de la región, y estamos hablando nada menos que de Medio Oriente. Israel ya manifestó preocupación por el arsenal de armas químicas que posee Assad. Preocupa que el ejército sirio lo use contra su propia población, dijo el ministro de Defensa israelí Ehud Barak, pero sobre todo preocupa que caiga en manos de los operarios de Al Qaida que forman parte de la llamada “fuerza rebelde.”
Turquía quedó en estado de alerta máximo tras el derribo de un avión caza cerca de la frontera entre los dos países, incidente en el que murieron dos pilotos turcos. Assad acusa a Turquía de apoyar la insurrección y de hecho el principal frente opositor en el exilio, el llamado Consejo Nacional de Siria (CNS), fue fundado hace siete años en Estambul.
También llega armamento a Siria por la frontera con Irak. En Irak, en medio del caos tras la retirada de los estadounidenses, se ha impuesto la violencia entre facciones sunnitas que tomaron el poder y grupos chiítas desplazados tras la caída de Saddam Hussein. En Siria,
Assad pertenece a la minoría alauita, vinculada a los chiítas, en un país de mayoría sunnita. En los últimos días surgieron informaciones, tal vez interesadas en agitar el conflicto interétnico, indicando que Assad había trasladado a su familia, su fortuna y su arsenal a su Latakia natal, un bastión alauita. Hasta se llegó a especular con que Assad se había escapado a Latakia, pero el presidente sirio demostró lo contrario con una aparición televisiva el viernes en Damasco, poniendo en funciones a su nuevo ministro de Defensa.
Volvamos al atentado del miércoles pasado. ¿Revolución democrática o campaña terrorista? El acto terrorista busca sembrar el temor general, en cambio la acción guerrillera forma parte de un proyecto de toma de poder. ¿Existe un proyecto de toma de poder en Siria? ¿Quién lo conduce? El CNS, vinculado a los Hermanos Musulmanes, está en Turquía. El principal vocero del CNS, en Francia. El Observatorio por los Derechos Humanos, la ONG que monitorea los abusos del gobierno sirio, opera desde Londres. El Ejército Libre de Siria (ELS), que se adjudicó el atentado, estaría formado por militares desertores. Hace poco rompió relaciones con el CNS, que a su vez se partió en Roma al discutir el financiamiento militar.
El ELS no funciona como una fuerza regular sino más bien de hostigamiento al avance militar de las fuerzas sirias. Aunque ha demostrado que puede infiltrar el círculo íntimo de Assad y producir espectaculares atentados, no da señales de articular su acción armada con un proyecto político capaz de disputarle el poder a Assad por dentro o por fuera del Partido Baas. Podrá haber algo gestándose detrás de escena, algo que no se ve, un líder, un proyecto, pero hasta ahora no aparece. A diferencia de Egipto, por ejemplo, donde la masividad de las movilizaciones populares frenaron a las fuerzas armadas y forzaron la caída de Mubarak, en Siria las ciudades se vacían y miles de refugiados huyen a la frontera para escaparle a los bombardeos.
Caos, violencia y descontrol en la región más conflictiva del mundo, con unas Naciones Unidas impotentes y las principales potencias del mundo en desacuerdo sobre lo que hay que hacer. Desde Siria nos llegan imágenes de edificios quemados, automóviles calcinados y cadáveres apilados en fosas comunes (foto). Por la tele, Assad hace jurar a su nuevo ministro de Defensa. Algunos hechos hablan por sí mismos. La escalada continúa y esto puede terminar mal.
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