EL MUNDO › ESCENARIO

Muñeca china

 Por Santiago O’Donnell

Arranca el XVIII Congreso del Partido Comunista de China y con él un proceso de renovación de las máximas autoridades del país que, desde la consolidación del régimen, se da una vez cada diez años. China es el segundo socio comercial de la Argentina y gran parte de las manufacturas que se venden acá son producidas en China. Es un país enorme con una población enorme y una economía enorme, que al ritmo actual podría superar a la estadounidense en los próximos diez años para convertirse en la más importante del mundo. El viernes, en la inauguración del congreso, que el país siguió en vivo por televisión (foto), el presidente saliente, Hu Jintao, reconoció que la corrupción es el principal desafío que enfrentan el partido, el Estado y el país, que a esta altura, para él, son más o menos lo mismo. “Si no tratamos correctamente este problema, podrá resultar fatal para el partido y hasta podría desencadenar el derrumbe del partido y del Estado”, advirtió en su discurso desde el Palacio del Pueblo. “El Partido Comunista debe garantizar que ningún dirigente chino abuse de su poder... el partido va a garantizar que los dirigentes respeten la ley en actos y pensamientos.”

Se entiende. En la última década China creció a un promedio del diez por ciento anual y cuadruplicó su Producto Bruto Interno. En una economía donde todas las decisiones importantes pasan por los escritorios de los jerarcas del Partido Comunista, el proceso de crecimiento produjo una nueva casta de multimillonarios entre los amigos y familiares de los poderosos. Problemático para un sistema capitalista, el enriquecimiento ilícito y desenfadado de autoridades con poder de decisión puede ser mortal para un régimen que se presenta ante su gente como comunista, o sea comprometido con repartir por lo menos con equidad la riqueza del país.

El fantasma de la corrupción sobrevuela el congreso, aunque el presidente chino haya querido conjurarlo en su discurso inaugural. Es que dos escándalos de corrupción de proporciones mayúsculas estallaron en China en los últimos meses, con amplia repercusión dentro y fuera del país. Los dos casos reflejan tanto las contradicciones emergentes en el sistema económico como la lucha política que se libra al interior del partido por los derechos de sucesión.

El primero involucró al famoso político Bo Xilai, líder del ala conservadora del partido que propone una mezcla de populismo nostálgico de la revolución con mano dura y un capitalismo fuertemente regulado. Hasta hace un par de meses Bo era número puesto en este congreso para ocupar uno de los ocho puestos en el Politburó del partido, el máximo organismo dirigencial del país. Pero el jefe de Policía de Bo se internó en un consulado estadounidense para denunciar que la esposa de Bo había matado a un empresario inglés para tapar los chanchullos de la familia, que incluían el retiro de millones de dólares malhabidos a cuentas en el exterior. Bo fue expulsado del partido y la esposa recibió una condena de muerte en suspenso.

El segundo caso involucró al primer ministro saliente, Wen Jiabao, referente del ala liberal del partido, que impulsa una profunda reforma de las empresas estatales chinas para adaptarlas al capitalismo global. Curiosamente, en los últimos años Wen Jiabao había sido el principal propagandista de políticas anticorrupción en China. En marzo, en un discurso ante el Consejo de Estado chino, Wen enumeró las distintas iniciativas del gobierno para la transparencia y abogó por la presentación pública de las declaraciones patrimoniales de los funcionarios y sus familiares.

Sin embargo, hace dos semanas, una investigación de The New York Times documentó que la familia del primer ministro controla una fortuna que supera los dos mil setecientos millones de dólares, disimulada por un entramado de testaferros y empresas pantalla. El artículo provocó una furiosa reacción del gobierno chino, no en contra de Wen Jibao, sino de The New York Times, que vio su página web en ese país clausurada por las autoridades. También fueron bloqueadas las frases “New York Times”, “Wen Jiabao” y hasta los apodos del primer ministro de los motores de búsqueda que operan en la Internet china.

Las sospechas de enriquecimiento desmedido del entorno del primer ministro no son nuevas. Según un cable diplomático estadounidense filtrado por Wikileaks, en el 2007 un empresario le comentó al entonces embajador norteamericano que Wen estaba considerando divorciarse de su esposa porque estaba “disgustado” con la manera en que ella usaba su nombre para hacerse de una fortuna con el comercio de diamantes.

Hace dos meses conversé sobre China con el fundador de Wikileaks en la Embajada de Ecuador en Londres.

–Usted ha mencionado que el único país que no ha podido penetrar es China.

–Eso no es cierto, hemos podido penetrar a China.

–Pero ustedes han sido menos efectivos en el país que más los necesita por ser el menos abierto. Ustedes han sido más efectivos en países abiertos que en países cerrados.

–China no es el más cerrado, el más cerrado es Norcorea. Estados Unidos es el peor en cuanto a la cantidad de información secreta que posee, el tamaño de su complejo de inteligencia. Lejos, es el que más dinero gasta, más de lo que gasta todo el resto del mundo combinado, en preservar sus secretos. China es importante por el tamaño de la economía y por el tamaño de su población. Y es un sistema de capitalismo autoritario. Pero no deberíamos ser tontos en cuanto al grado de autoritarismo. A nivel de política local y regional, tienes más posibilidades de hablar libremente en China que en el Reino Unido, sólo porque el nivel de patronazgo aquí es muy añejo y muy establecido, mientras que en China es bastante vibrante. Muchas cosas están empezando a suceder, así que soy bastante optimista con respecto a China, al punto de que hay 400 millones de usuarios de Internet que ya han empezado a cambiar la cultura legal en China. Han surgido escándalos de corrupción significativos en China, y fallas del gobierno para manejar una emergencia como podría ser un terremoto. La capacidad de reaccionar y de indignación de la gente se mueve muy rápido. Así que sí, hay un sistema de censura política en China y hemos podido conseguir y publicar documentos que lo demuestran, instrucciones impartidas a los distintos medios para censurar organizaciones en China. Hemos publicado las órdenes impartidas a Baidu, el equivalente chino de Google, a través del cual el gobierno aplicó un proceso de retroingeniería a todas las computadoras chinas para asegurarse de que no están visitando sitios porno, pero también para que te monitoreen tus conversaciones por Skype y también si mencionan a ciertos ex líderes o a temas regionales o nombres de alguna gente de Falung Gong, entonces la cuenta de esa persona se cierra, lo cual es bastante absurdo. También hemos publicado archivos de audio de los cantos de protesta que se escucharon durante la celebración del 60 aniversario del Partido Comunista Chino.

–¿Encontró algo sobre tráfico de órganos?

–No, nada original.

–¿Violaciones de derechos humanos en China? ¿Campos de reeducación?

–Corrupción, falta de libertad de expresión, censura. También publicamos el índice de censura de la televisión estatal china. Los chinos nos tienen muy presentes y trabajamos sobre todo en el área de libertad de expresión. De ahí sacamos nuestra información. Por otro lado el relativamente bajo nivel de penetración de Internet que todavía existe en China, el firewall chino (sistema diseñado para impedir el acceso a una red privada) dificulta nuestro trabajo. Tenemos una batalla con China desde el 2007 para permitir que los chinos accedan a nuestro sitio en ese país, lo cual suele estar prohibido. A veces ganamos, a veces perdemos, pero creo que tiene que ver con la exuberancia del ambiente de Internet en China. Hay sitios chinos dentro del país, fuera del país, hay blogs, y todos hablan de esos temas. Para ser propiamente visible, debes ser parte del debate.

Hoy en China el debate es sobre la corrupción y el tráfico de influencias, y por eso el presidente le dedicó su discurso en la apertura del congreso. Termina la era de Hu Jintao y arranca en marzo la del actual vicepresidente, Xi Jiping, 59, quien se mostró afable y locuaz durante un viaje-presentación a Estados Unidos el año pasado, país cuyo cine dice admirar, según otro cable filtrado por Wikileaks.

En la lucha por la transparencia y en contra de la corrupción el nuevo líder no la va a tener fácil. Una investigación periodística de Bloomberg News de junio pasado no encontró pruebas de que él, su esposa o su hija se hubieran enriquecido durante el ascenso de Xi a las máximas esferas del poder, ni que Xi hubiera actuado en favor de los intereses de familiares o amigos. Sin embargo, la misma investigación reveló que la hermana y el cuñado de Xi controlan paquetes accionarios valuados en más de 400 millones de dólares, y que también se han enriquecido otros miembros de la familia extendida de Xi, que es hijo de un líder revolucionario. Al día siguiente China clausuró el sitio web de Bloomberg News.

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Imagen: AFP
 
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