Miércoles, 17 de abril de 2013 | Hoy
EL MUNDO › MILES DE INVITADOS AL FUNERAL DE HOY Y PROTESTAS EN EL CENTRO DE LONDRES
Según sus detractores, fue responsable de la creciente desigualdad y pobreza del Reino Unido, de la desindustrialización y la debacle financiera. Según los conservadores, salvó al Reino Unido de la decadencia.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
En vida, Margaret Thatcher polarizó la sociedad británica como ningún otro político en el siglo XX. Las cosas no han cambiado con su muerte. En una sociedad tan consciente de las formas como la británica, el fastuoso funeral este miércoles en la catedral de Saint Pauls tendrá como contrapartida protestas en el centro de Londres y celebraciones a nivel barrial. La policía desplegará unos cuatro mil efectivos en las calles para prevenir atentados o incidentes y la canción “Ding Dong the witch is dead” (“Celebremos que la bruja se murió”) –número dos de los temas más vendidos de la semana pasada– sonará con tanto vigor como los solemnes temas clásicos del funeral.
Entre los miles de invitados a la catedral de Saint Paul se encuentran la reina Isabel II y el príncipe Felipe, mandatarios y ex mandatarios, ministros y ex ministros, todo el gabinete de la coalición conservadora-liberal demócrata, miembros de la oposición laborista, celebridades y deportistas. En alusión a la guerra de Malvinas, participarán más de 700 miembros de las fuerzas armadas y entre los diez portadores del féretro se encontrarán dos hermanos que combatieron en las islas, el sargento Bill Mott y el mayor Nicky Mott.
El despliegue será fastuoso. El ataúd, cubierto con una bandera británica, se desplazará en una carroza fúnebre antes de ser transferido a una cureña tirada por seis caballos negros. Hasta el Big Ben, ese símbolo clásico de la capital, dejará de dar la hora en honor a la Dama de Hierro, algo que no ocurría desde el entierro de Winston Churchill, en 1965. Según el gobierno, no se trata de un funeral de Estado. El ciudadano de a pie y el espectador extranjero, menos duchos en estos detalles protocolares, lo percibirán como un homenaje del más alto calibre, sólo otorgado a un héroe nacional. En las calles, durante los veinte minutos en que el cortejo se desplazará desde la Iglesia de St Clemente Danes a la catedral de Saint Pauls, grupos opuestos a Thatcher le darán la espalda en un gesto simbólico de rechazo. Los militantes indicaron por Twitter que planean arrojar baldes de leche para recordar que la Dama de Hierro fue también la “ladrona del vaso de leche”, que privó a los niños del vaso que se les daba en la escuela primaria.
El costo del funeral es de ocho millones de libras y ha generado un fuerte debate. Según el canciller William Hague, la ex primera ministra se lo ganó con las negociaciones que hizo con la Unión Europea, que le ahorraron al contribuyente británico “unos 75 mil millones de euros”. El ex viceprimer ministro laborista John Prescott criticó “este despilfarro” en medio de una contracción económica como la que vive el Reino Unido y sugirió que los 13 mil millonarios que recibieron un recorte impositivo de cien mil libras anuales con el actual gobierno debían financiar el gasto. “Hay que privatizar su funeral. Eso sería un homenaje adecuado a su obra”, señaló Prescott. Pero no todos los laboristas han sido tan críticos. En su homenaje parlamentario, la semana pasada, el líder de la oposición, Ed Miliband, destacó que, más allá de las diferencias, debía reconocerse que Thatcher había cambiado el Reino Unido y que en muchos aspectos había sido una pionera.
No cabe duda de que entre el país en el que asumió, en 1979, y el que dejó al renunciar, en 1990, había un abismo. En esos once años los servicios básicos y grandes compañías británicas –del acero a British Airways y Rolls Royce– fueron privatizados, el sector financiero desregulado y el poderoso movimiento sindical marginado con la legislación más dura en términos laborales de toda Europa. Según los conservadores, salvó al Reino Unido de la decadencia post-imperial y lo devolvió a un destino de grandeza que se estaba perdiendo entre las huelgas y los apagones de los ’70. Según sus detractores, fue responsable de la creciente desigualdad y pobreza del Reino Unido, de la desindustrialización y la debacle financiera.
¿Qué piensan los británicos hoy? En una encuesta de ComRes para el The Independent on Sunday, un 33 por ciento opinaba que no había habido mejor primera ministra que ella: un 41 por ciento estaba en desacuerdo. Un 59 por ciento la consideraba la figura más polarizante del país; sólo un 18 por ciento no estaba de acuerdo. Un 38 por ciento estaba en contra de la privatización del gas, la electricidad y el servicio telefónico, un 25 por ciento a favor. Pero según otro sondeo, publicado por el matutino The Guardian, si Margaret Thatcher fuera hoy la líder de los conservadores, los tories ganarían unos ocho puntos en la preferencia de votos y se colocarían en un 40 por ciento de las preferencias, apenas un 2,5 por ciento menos que en las elecciones de 1987, que le dieron una mayoría absoluta en su último período de gobierno.
El debate sobre Thatcher y el thatcherismo se ha hecho sentir en las casas y los pubs, en la prensa, la televisión y hasta en las canciones populares. El “Ding dong the witch is dead” (http://www.you tube.com/watch?v=uMFjFoq6T9M), que canta Judy Garland en El mago de Oz, foco de una campaña por Facebook, terminó este fin de semana en el segundo lugar de los “charts”, mientras que la canción punk “I am in love with Margaret Thatcher” (http://www.you tube.com/watch?v=nnToK3kSKKg) sólo llegó al número 35. La BBC quedó atrapada en el fuego cruzado de los pro y anti. Los domingos la Radio 1 tiene un programa en el que pasa enteros los temas más populares de la semana. Bajo presión de los conservadores, redujeron a un clip de siete segundos el “Ding dong the witch is dead”, pero pasaron entero el de la banda punk.
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