EL MUNDO › CRUDOS TESTIMONIOS DE LOS SOBREVIVIENTES

“Gente sin piernas”

 Por Tim Walker *

Dos horas antes de las explosiones, corriendo su segundo maratón, el etíope Lelisa Desisa, de 23 años, cruzó la línea de llegada, siendo primero con un tiempo de dos horas, 10 minutos y 23 segundos. Había sido una excelente mañana para correr el maratón en Boston: claro y seco, cálido, pero no demasiado calor. Detrás de Desisa estaban los otros 23.000 maratonistas y, a su alrededor, medio millón de espectadores. Entre ellos, en los palcos VIP cerca de la línea de llegada estaban las familias de aquellos que murieron en los disparos de Newtown en diciembre. El maratón de Boston es el más antiguo del mundo y tuvo lugar por primera vez en 1897 en el Día de los Patriotas, el tercer lunes de abril, cuando los estados de Massachusetts y Maine recuerdan las batallas de Concord y Lexington el 19 de abril de 1775: los primeros éxitos de la Guerra Revolucionaria de Estados Unidos.

Pero de pronto, a las 14.50 hora local, dos explosiones destrozaron las vidrieras del lado norte de Boylston Street, a unos 90 metros de la línea de llegada. Fueron seguidos por un anonadado silencio y luego gritos. Las explosiones sucedieron cuando la pista estaba todavía llena de maratonistas amateurs, uno de ellos, Bil Iffrig, de 78 años, lanzado al piso por la ola expansiva. John Mixon, de Ogunquit, Maine, fue arrojado de las gradas. Mixon, un veterano de Vietnam, supo inmediatamente que era un ataque con bomba. Mixon había estado mirando la carrera junto a Carlos Arredondo, un activista de paz cuyo hijo Alexandre murió en acción en Irak en 2004. En lugar de huir, Mixon y Arredondo corrieron hacia la masacre, abriéndose paso a través de las barreras para contener a la multitud para ayudar a los heridos.

“Cuando llegamos había una pila de cuerpos, gente sin piernas”, dijo más tarde Mixon. “Era exactamente como una escena de guerra. Esto era peor, porque era toda gente inocente, indefensa. Estaban tirados en una pila, cubiertos de pólvora, quemados.” Roupen Bastajian, de 35 años, un policía estatal y ex marine, acababa de terminar la carrera y se estaba envolviendo en una frazada cuando escuchó las explosiones. El también corrió hacia ellas. “La escena de la explosión era caótica y sangrienta”, le dijo a la BBC. “El piso estaba lleno de gente y comenzamos a hacer torniquetes y atándolos a las piernas. A unas 25 a 30 personas por lo menos les faltaban una pierna o un tobillo o ambas piernas.” Había una carpa de primeros auxilios en la línea de llegada para asistir a los corredores exhaustos, pero rápidamente se convirtió en un hospital de campaña. Médicos y enfermeras que habían tomado parte en la carrera se olvidaron de su fatiga y ofrecieron sus servicios.

Para Iffrig, mientras tanto, había una sola cosa que hacer. Después de sacudirse el polvo y decidir que no había recibido más que algunos cortes y golpes, el competidor de 78 años caminó los pocos metros hasta la llegada. ¿Su tiempo? Cuatro horas, tres minutos y 47 segundos. “Después de correr 40 kilómetros, uno no se va a detener ahí”, dijo.

Para las cinco de la tarde, cuando los bostonianos generosamente abrieron sus puertas a aquellos que quedaron varados en el centro de la ciudad, las autoridades ya estaban trabajando profundamente en su investigación. Edward Davis, el comisionado de la policía de Boston, dijo en una conferencia de prensa que no estaba preparado para llamar a las explosiones un ataque terrorista, pero dijo: “Pueden sacar sus propias conclusiones basadas en los hechos”. Cuando las cosas comenzaron a aclararse, se confirmó la muerte de tres personas. Uno de ellos era Martin Richard, de ocho años, de Massachusetts. Su madre fue sometida a una cirugía de cerebro y su hermana de seis años perdió una pierna. Los hospitales de Boston dijeron que estaban tratando por lo menos a 176 personas por heridas, de las cuales 17 estaban en condición crítica.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.

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