EL MUNDO › TRAFICO CAOTICO, FALTA DE LUZ Y AGUA Y NEGOCIOS EN BAGDAD
En la ciudad de los pobres corazones
Por Ramón Lobo*
Desde Bagdad
En algunos cruces de Bagdad los semáforos que funcionan se iluminan cada tres horas, cuando la compañía da electricidad en su nueva política de cortes regulares. Pero de nada sirven esas luces rojas en una ciudad de más de cinco millones de habitantes donde los automovilistas han enterrado el código de circulación en las otras tres de apagón forzado: coches en dirección prohibida; coches que giran por la izquierda en las rotondas; coches bloqueados en los puentes. Ayer una explosión en uno de los principales acueductos de agua de la capital dejó 300.000 iraquíes sin suministro: “Un disparo de lanzagranada en el barrio de Rasafa”, según dijo la Cruz Roja. El agua paralizó el tráfico en la capital.
En medio del caos, florecen los primeros guardias de tráfico que se afanan en ordenar la anarquía. En una tienda de la calle Karrada, bloqueada por los camiones que descargan un maná de electrodomésticos nuevos, los hermanos Mohamed y Ayad al Wahid cuentan los dólares y dinares ganados antes de esconderlos. “Dentro tenemos un Kaláshnikov y pistolas para protegernos”, afirma el segundo. Un televisor de 21 pulgadas coreano cuesta 135 dólares, 35 menos que hace un año. “Los precios han bajado. No hay impuestos ni aduanas”, dice Mohamed. Wisam Hamud vende otra novedad, los teléfonos-satélite Thuraya. El precio en Irak es de 600 dólares. “No se puede llamar ni al vecino por la línea normal. Este aparato es la única forma de comunicarse con el mundo. En los primeros días vendía bastantes, una docena tal vez.” En la época anterior estaban proscritos.
Son cientos los trabajadores que se aglomeran cada mañana en las proximidades de la sede central de la compañía eléctrica estatal en espera de un cometido. “La red es antigua. La mayoría de las centrales son rusas y hay que cambiarlas. La de Nasiriya funciona a un tercio de su capacidad por escasez de piezas”, dice Satak Kadum, un técnico de la empresa. Reconoce que Saddam logró reponer la luz en 10 días en 1991, pero añade: “Sólo en Bagdad y alrededores. El sur siempre sufrió apagones”. Kazim Brieg vive en Ciudad Sadr, uno de los arrabales más pobres de la capital. Se lamenta de la falta de agua y de su pésima calidad: “Cuando tenemos, huele mal. En el barrio hay casos de diarrea”.
Hasim Abe maldice el precio del gas. “Antes costaba 250 dinares la botella; ahora 4000. Es escaso como la gasolina.” Para Basima, una mujer madura que vive junto a sus padres, lo peor es el calor en la noche. “Apenas puedo dormir. Tenemos que sacar los colchones a la terraza.” En el mercado de Ciudad Sadr, las mujeres ataviadas con chador negro comparan precios. Un kilo de tomates cuesta 250 dinares y 150 uno de papas. Sansen Hasan, que tiene cinco hijos, se gasta 1500 dinares (casi un dólar) diarios sin incluir carne ni pescado. “Está muy caro”, dice. Otras curiosean en un puesto de coloridas telas importadas. El precio del metro alcanza los 2000 dinares, la mitad que antes. La ganga también se debe a la evaporación de los impuestos y aranceles. Kamed Munsen sabe que el milagro es transitorio y se afana en acumular mercancía para lucirla en casa.
El mercado de Shorya huele a jengibre en sus primeros puestos. Los vendedores remueven las especies para atraer al comprador. Otros remiendan calzado, arreglan relojes inservibles o exponen mercancías viejas. En la plaza del poeta Al Rasafi, el abogado Ahmed al Yanabi, de 56 años, bebe su té caliente sentado en una terraza desvencijada. “Falta seguridad y confianza en el futuro. Cada vez existen más robos y agresiones. Fue un error disolver el Ejército y la Policía.”
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.