EL MUNDO
Cara a cara con un guía de las misiones suicidas
El palestino Abdul Rahman Makdad está preso desde hace un mes, acusado de dar instrucciones en atentados contra Israel; a lo que responde fríamente: “Soy responsable de las últimas dos operaciones”. Makdad respondió a las preguntas que le hizo el cronista de esta nota.
Por Donald Macintyre *
Se sentó en medio del cuarto, a pocos metros del interrogador del Shin Bet que conoce tan bien desde que lo arrestaron, hace un mes. Con su barba prolija y vestido con una campera beige con cierre y pantalones oscuros, zapatos marrones sin cordones y sin medias, Abdul Rahman Makdad parecía relajado, incluso un poco truculento, quizá. Mientras empezaba a hablar, con voz clara y firme, se necesitaba hacer un esfuerzo para conjurar la enormidad de la misión que Makdad estaba describiendo con tanta calma. El sábado 21 de febrero, hace sólo seis semanas, mandó a su esposa y a su hijo a la casa de sus suegros para poder concentrarse en el trabajo. A las cuatro de la tarde, Mohammed Zaul, 23 años más joven que Makdad, llegó a la casa de este último en Belén para recibir las últimas instrucciones. Luego iba a pasar la noche preparando los explosivos antes de empacarlos en la mochila azul que Zaul iba a usar cuando en la mañana siguiente se subiera al colectivo 14, en la parte judía de Jerusalén Oriental.
Esa noche ninguno de los dos durmió. Makdad tomó el video del último testamento de Zaul, el voluntario para el martirio. Makdad se ocupó de que Zaul usara ropa adecuada para el clima de Jerusalén en esa mañana: jeans, una campera y un sombrero. El objeto, explicó, era para que Zaul pasara lo más inadvertido –y lo más judío– posible. “No tenía miedo”, contó Makdad. “Pero le dije que no mirara a ningún policía o guardia de seguridad. Y que no tuviera miedo.” Zaul no hablaba una palabra de hebreo, así que se le ordenó que detonara la bomba si alguien del colectivo le hablaba. “Pero sería raro que pasara”, le advirtieron. A pesar de que era religioso “en términos generales, sin extremismos”, Makdad se unió a Zaul en sus últimos rezos. Desayunaron juntos antes de que Zaul saliera a las seis de la mañana para ser guiado por un obrero de la construcción elegido cuidadosamente por su conocimiento de la ciudad desde el cordón de seguridad que separa a Belén de Jerusalén hasta el centro de la ciudad. Después de las ocho y media Makdad escuchó las noticias sobre la explosión en un colectivo que recorría la calle Rey David, en la hora pico. Murieron ocho civiles israelíes y más de 60 resultaron heridos. “Lo escuché en la radio y me sentí feliz”, dijo.
Si Makdad se quebró durante el interrogatorio, no se notó. Antes de esta infrecuente entrevista de una hora le preguntaron si iba a aceptar la principal acusación de los israelíes: que él organizó el atentado en el colectivo 14 y el ataque que un mes antes había matado a 11 personas en la misma línea de colectivos. “Soy responsable de las últimas dos operaciones”, dijo fríamente. “No recuerdo el número de los ómnibus.” Se mostró impaciente –volviéndose hacia su anónimo interrogador del Shin Bet, un hombre de 30 años que habla árabe para reírse con él de la “occidentalidad” de nuestras preguntas– cuando le preguntaron varias veces exactamente cómo habían pasado las últimas 14 horas los dos hombres antes de que Zaul saliera para realizar su misión. ¿Qué comieron en el desayuno? ¿Importaba? Tal vez algo de hummus, no podía acordarse. ¿Por qué estaban tan obsesionados con la comida? ¿Tenían hambre? ¿De qué hablaron cuando Makdad no estaba trabajando con los explosivos? “Una charla común y corriente. No se necesitaba convencer a este hombre para que completara la operación. El mismo eligió ser un mártir.” De hecho “lo más fácil de estos operativos es encontrar un mártir. En nuestra nación tenemos miles de personas que quieren serlo”. La carrera de Makdad hacia el liderazgo de una célula de cuatro hombres, según Makdad –para los israelíes formaba parte de una célula más grande, de 20 hombres, en Belén–, fue bastante larga. Nació en Egipto. Su familia había llegado allí como refugiada en 1948, desde Ashkelón. Makdad vivió ahí hasta los 14. Luego se mudó a Libia, donde entró en el Ejército de Liberación Palestina del movimiento Al Fatah y tomó un curso de comando.
Pero con el establecimiento de la Autoridad Palestina (AP), en la víspera de los acuerdos de Oslo, viajó a Gaza y luego a Jenín, donde sirvió en las fuerzas de seguridad palestinas. Por entonces, contó, “creía en la paz”. Pero luego “me di cuenta de que Israel no quería la paz”. Las manifestaciones de la ocupación continuaron, incluyendo lo que Makdad describió como la “agresión israelí contra el pueblo palestino”. Lo transfirieron a Belén, donde se convirtió en guardaespaldas del gobernador de la AP, Mohammed Madami, y luego del hombre que reemplazó a Madami, Zuahir Manasra, hace cinco meses. Tuvo ese trabajo hasta que lo arrestaron. De hecho, confirmó Makdad, su familia sigue recibiendo su sueldo. Para Makdad esto es totalmente natural, a pesar de la declarada oposición de la AP a los atentados suicidas. “Me tratan como un preso político, no como un criminal. Si me hubieran acusado de colaboracionista, hubieran dejado de pagarme.” La acusación israelí contra Makdad es larga. Se remonta a los ataques con armas de fuego del 2001. En el 2003, dicen los israelíes, recibió instrucciones de Ahmed Mugrabi, al que Makdad había conocido en Libia. Luego de que lo detuvieran por su responsabilidad en los atentados suicidas de Beit Yisrael, en el 2002, Makdad se las arregló para seguir en contacto con Mugrabi.
El mes pasado, una semana antes de despachar al segundo kamikaze en un colectivo de Jerusalén, a Makdad se lo acusó de planear un espectacular pero fallido secuestro en un ómnibus israelí. Dos atacantes suicidas iban a conducir el ómnibus hasta Belén obligando a sus pasajeros a entrar en la Iglesia de la Natividad para negociar la liberación de los presos palestinos a cambio de las vidas de los pasajeros. Si algo salía mal, los atacantes iban a detonar el micro.
Entonces, ¿por qué aceptó hablar con nosotros, cinco periodistas de diarios europeos y norteamericanos, invitados al pabellón ruso por sus enemigos israelíes? “El principal motivo de este encuentro es dar una explicación clara de nuestra estrategia, que es reaccionar ante los asesinatos con asesinatos”, contestó. Usó esta frase varias veces para justificar la matanza de civiles inocentes como respuesta a las muertes causadas por los asesinatos selectivos de los israelíes y las incursiones a los territorios ocupados. Makdad nos dijo que “preferimos poner bombas en los colectivos. A veces tiene que ser en Jerusalén, en una zona muy poblada. Pero lo importante es causar más víctimas”. ¿Qué logró esta táctica para la causa palestina? Si los israelíes siguen matando a los palestinos, eventualmente esto ayudaría a alcanzar las metas palestinas “en el futuro, a largo plazo”.
Al explicar que su célula era free-lance, sin obligaciones a ninguna de las facciones armadas conocidas, Makdad puso en descubierto, aparentemente por primera vez, que a la Brigada de la Mártires de Al Aqsa se le había permitido adjudicarse el ataque a cambio de proveer 3000 shekels (400 libras esterlinas) a través del hermano de Makdad, Maher. El “crédito” por la operación, había sido, en efecto, vendido.
Pero otro factor más poderoso puede muy bien haber sido el rol de Makdad como empleado de la AP, particularmente en Belén donde desde 2002 hasta hace dos meses, la Autoridad, en teoría, estuvo a cargo de la seguridad. Según los israelíes, esto permitió a las facciones militantes establecerse en la ciudad. Makdad mismo insistió en que si la AP, o el gobernador de Belén, hubiera sabido sobre sus actividades él hubiera sido arrestado.
De regreso en Jerusalén, esperando lo que probablemente será una sentencia de por vida, un Makdad no arrepentido insistía en que “no tenía remordimientos. No hice nada malo”. Dos preguntas más. ¿Por qué, si es un firme creyente en el martirio, no había atacado con las bombas él mismo? Si él saliera en esa misión, no podría organizar a otros para hacerla. Pero había estado dispuesto a hace el ataque de febrero él mismo, si hubiera sido necesario porque no se encontraba ningún mártir. Y, ¿estaba terminada su carrera de organizar ataques sobre israelíes? Bueno, el intercambio de prisioneros es uno de los rasgos del conflicto. “No, no creo que esté terminada.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Milagros Belgrano y Celita Doyhambéhère.