ESPECTáCULOS
El encanto de una fábula sobre el amor y la virtud
El Teatro Colón abre hoy su temporada lírica con La flauta mágica, de Mozart. El título subirá a escena con puesta del alemán Michael Hampe y dirección musical de Oliver von Dohnanyi.
Por Diego Fischerman
La mirada de Ingmar Bergman sobre La flauta mágica de Wolfgang Mozart, en su versión fílmica de la ópera, comenzaba espiando las miradas del público. Asombradas, sonrientes, encantadas, las caras de los asistentes al pequeño teatro de Drottinghölm revelaban la obra a partir de sus ecos; a partir de la manera en que los impresionaba. Toda obra es, a la vez, la que fue compuesta y la que cada uno de los receptores construye con ella. Y la última ópera de Mozart, con su mezcla entre historia fantástica, fábula acerca de la justicia y del amor sorteando las pruebas más duras (más allá de sus originales connotaciones masónicas), es una de las composiciones de teatro musical que pone en escena esa cualidad de una manera más perfecta.
A partir de hoy a las 20.30, este clásico entre los clásicos volverá al Teatro Colón, después de ocho años de ausencia, como apertura de su temporada lírica 2004. Con puesta y escenografía de Michael Hampe –formado en música en la Syracuse University de los Estados Unidos, en teatro en la Falckenberg Academy de Munich, y en literatura, musicología y filosofía en las universidades de Munich, Heidelberg y Viena– y dirección musical de Oliver von Dohnányi –director musical del Teatro Nacional de Praga–, la obra será representada en seis funciones (además de la del estreno, el miércoles 7, el próximo martes 13, el miércoles 14, el viernes 16 y el domingo 18). Los protagonistas, en todas las funciones salvo las de los miércoles 7 y 14, serán el tenor estadounidense Donald Kaasch (Tamino), la soprano eslovaca Simona Houda Saturova (Pamina), la soprano Laura Rizzo (Reina de la Noche), el barítono Hernán Iturralde (Papageno), la soprano Carina Höxter (Papagena) y el bajo Lucas Debevec Mayer (Sarastro); en las dos funciones restantes los papeles principales serán interpretados por Carlos Ullan, Mónica Philibert, Fabiola Masino y Luciano Garay.
Estrenada en el Theater auf der Wieden, en Viena, el 30 de septiembre de 1791, apenas nueve semanas antes de la muerte de su autor, el 5 de diciembre, La flauta mágica se entronca con la tradición del singspiel (representación cantada), un género que, además de ser la semilla de la ópera alemana (Beethoven recurrió al mismo modelo para Fidelio) fue el origen de la opereta y la comedia musical. Al igual que en ellas (y en la zarzuela y la opéra comique francesa), en el singspiel se alternan los pasajes musicales con los hablados. El libreto, escrito por el director teatral Emanuel Schikaneder –amigo personal del compositor y compañero de masonería–, se basa libremente en la colección de cuentos de hadas Lulu, oder Die Zauberfölte, de J. A. Liebeskind, y Sethos, una novela del abad Jean Terrason. El argumento es más bien confuso (los que son malos al comienzo de la ópera pasan a ser malos un acto más tarde) pero, si se piensa en la intencional ambigüedad de muchos de los personajes mozartianos, el hecho de que las mismas personas puedan ser vistas como virtuosas o perversas (la oposición aparece con Sarastro y la Reina de la noche) es, precisamente, uno de sus encantos. Algo que se relaciona, por otra parte, con la herencia de la ópera barroca y que, luego, con el romanticismo, desaparecería hasta el siglo XX. Terminada unos días después que La clemenza di Tito (ambas fueron compuestas casi simultáneamente), La flauta mágica cierra una especie de ciclo genial y simétrico que se abre también con un singspiel, El rapto en el serrallo, que como segundo y penúltimo título tiene dos óperas serias (Idomeneo y La clemenza...), cercando dos cómicas, Las bodas de Fígaro y Cosi fan tutte. Y, en el centro, Don Giovanni, una de las mejores óperas de toda la historia, ni cómica ni seria o, tal vez, ambas cosas a la vez.