EL PAíS
Llamar al 101 bonaerense es como jugar a la ruleta
Una denuncia al número policial puede caer en cualquier comisaría, lejos del lugar del hecho, o ni siquiera ser respondida, reveló una fuente del Ministerio de Seguridad.
Por Raúl Kollmann
“Supongamos que usted ve un secuestro y llama al número de emergencias 101 en el Gran Buenos Aires. Pueden pasar tres cosas. Primero, que lo atiendan en una comisaría, aunque si usted está en Quilmes tiene chances de que lo atiendan en Lomas de Zamora, Avellaneda o más lejos, en otro lado del Gran Buenos Aires. Segundo, la llamada del 101 puede entrar al Comando de Patrullas y otra vez el azar hará que lo atiendan muy lejos de donde ocurrieron las cosas. Por último, puede ser que directamente no conteste nadie en el 101, algo bastante habitual. En una palabra, estamos tan en la prehistoria en cuanto a organización policial que las departamentales, que abarcan a centenares de miles de ciudadanos, no tienen un sistema para recibir llamados de emergencias. Es más, nadie sabe después qué ocurre con esos llamados: las denuncias se toman a mano y no queda asentada la respuesta ni el tiempo en que el patrullero llegó al lugar.” El diagnóstico lo hace ante Página/12 un integrante del Ministerio de Seguridad bonaerense y pinta con precisión que, antes de evaluar si una pena es suficiente o no, hay que capturar a quien comete el delito: entre la ineficiencia y la corrupción (ver aparte) eso es más que improbable.
Emilio Moreno, asistente del sheriff del condado de Broward, en La Florida, Estados Unidos, entrevistado por Horacio Verbitsky en la edición de ayer de este diario, hizo un razonamiento categórico: “El caso Axel es un buen ejemplo de cómo la Bonaerense está estructurada para mantener su statu quo corrupto. Por ello, no importa si le agregan 5000 hombres y miles de patrulleros. En los últimos días aparecieron testigos que dijeron que llamaron a la policía para denunciar que ese chico se había fugado y era perseguido por los delincuentes. La policía nunca respondió, por lo cual queda claro que le proveían a esta banda un paraguas de protección”. En base a ese análisis, Moreno sostiene que una clave es que existan centros de atención telefónica independientes de las comisarías, en los que las llamadas queden registradas y grabadas, y el operador, un civil, transmite la emergencia a un móvil policial, algo que también queda registrado y grabado. Este sistema desalienta la corrupción, se hace inmanejable para los comisarios, fomenta que la gente efectúe más denuncias y no tenga temor a represalias.
A contramano de todo lo anterior, la llamada al 101 bonaerense es igualito que apostar en la ruleta, claro que casi la mitad de las veces sale el cero, o sea que no contesta nadie. Eso, en un momento de urgencia y dramatismo, es perder casi todo.
Los hombres del Ministerio de Seguridad admiten que cualquier resultado es posible en una comunicación con el 101 ya que el sistema deriva de un lado al otro hasta que alguien atiende. Lo más probable es que la llamada entre muy lejos del lugar de los hechos, en un punto en el que la persona que atiende ni siquiera tiene en mente la ubicación de la zona donde se produce la denuncia.
–Se ha hablado muchas veces de mapa del delito. ¿Esas llamadas y denuncias no se incorporan al mapa? –le preguntó este diario al técnico del Ministerio.
–Algunas sí, otras no, pero yo diría que no tenemos el menor control. El mapa del delito bonaerense se hace sobre la base de algo que no es la realidad sino los papeles, ya tamizados, que nos envía la policía. Existe un formulario que se llena en forma manual, pero no hay ninguna evaluación de cómo fue la respuesta, en cuánto tiempo llegó el móvil y todos los detalles del delito y de quiénes lo cometieron. Además, no hay constancia de que una parte de las denuncias haya ido a parar al tacho de la basura porque a la dependencia así le convenía. En el caso Axel llamaron a la seccional y allí todo se ocultó por corrupción. Si hubieran llamado al 101, la comunicación aterrizaba en cualquier parte o directamente no atendía nadie. Y si atendían, derivaban la emergencia sin ningún control.