EL MUNDO › HABLA FRANçOIS BURGAT, EXPERTO FRANCES EN EL ISLAM
“Lo musulmán no es uno solo”
El desafío de Al Qaida y los enfrentamientos en Irak han dado nuevo relieve a la teoría del “choque de las civilizaciones”. Pero es un relieve falso, según explica aquí a Página/12 un especialista.
Por Mercedes López San Miguel
François Burgat, autor de Cara a cara con el Islam político, es un experto francés en el Islam que vino a Buenos Aires invitado por el Instituto Argentino de Cultura Islámica. Burgat habló con Página/12 sobre su idea de “desideologizar” la mirada de Occidente frente a la otredad árabe.
–¿Cómo se ve afectado el mundo del Islam en el actual contexto de Medio Oriente?
–El Islam es un término general que no suelo utilizar; prefiero referirme a situaciones, países y personas determinadas. Desde el punto de vista de Occidente, el Islam se ha vuelto una palabra negativa, el islamista es alguien que resiste, que no obedece los estándares de la política occidental. El mundo musulmán produce una suerte de resistencia con la política de Occidente y particularmente con la hegemonía de Estados Unidos. Podríamos decir que en esa parte del mundo hay una resistencia a la dominación y un ejemplo lo es Irak, otro el conflicto israelopalestino.
–¿Cree que la religión va aparte de la geopolítica?
–Mi teoría es que no hay una relación clara entre ser musulmán y ser de una u otra forma en política, no es la principal determinación. Pero existe una tendencia occidental de explicar la conducta política concentrándose en el vocabulario de la gente. Si el otro no usa mi vocabulario, entonces es peligroso, radical. Observe la resistencia palestina: allí hay una inclinación de Occidente a criminalizar cualquier tipo de resistencia a la ocupación militar israelí. Mi idea principal es que debemos desideologizar nuestro entendimiento sobre el mundo musulmán. Disiento con el cientista social Samuel Huntington del “choque de civilizaciones” (en el que opone a Occidente con el islamismo militante). Lo invito a él a que vaya y cruce la frontera, vea exactamente lo que está pasando y no simplifique. Yo viví 18 años en esa región del mundo.
–¿En dónde?
–Seis años en Yemen, siete en Argelia, cinco años en Egipto y mi conclusión principal es que nuestra relación con el mundo musulmán merece conocimiento, trabajo de campo. No le temo más a Bin Laden que a Bush. Yo no apoyo a Al Qaida, pero tengo que pelear eficientemente, y para eso primero debo entender. ¿De dónde sale la fortaleza de Osama?: de un tipo de discurso imperialista en cuyo centro opone la hegemonía de Occidente a la Península Arábiga, opone a la Autoridad Palestina. La clase de simpatía que puede ganar Osama es que la gente siente un modo eficiente de oponerse a la política exterior norteamericana.
–Esto tomó una nueva dimensión con el 11-S.
–Si uno quiere entender el trasfondo histórico de Al Qaida, debe remontarse a 1990 –por supuesto que antes también–, con la caída de la URSS. Es decir, no hay más límite ruso a la capacidad de EE.UU. de intervenir en el mundo. Eso se expresará en la primera guerra del Golfo, la hegemonía sobre Kuwait, en el embargo a Irak y la hegemonía militar en la Península Arábiga. Recuerde que el embargo a Irak ha matado entre 500.000 y un millón de personas. En 1990 fue la experiencia de Argelia: el partido islamista gana las elecciones y los militares criminalizan a los que ganan y nosotros, Occidente, apoyamos esta actitud de doble estándar. La situación post-Oslo se fue deteriorando. La situación ahora en Palestina –estuve hace tres semanas– es peor que en 1994. Ese período es importante para ver la radicalización de los nuevos activistas.
–¿Esa violencia es reflejo del fracaso de los nacionalismos seculares árabes?
–La violencia refleja lo disfuncional del sistema político mundial. La arrogancia de parte de Estados Unidos y Europa. En el orden árabe, los regímenes han fracasado en aplicar una regulación política y en lograr lapromesa de la independencia. Podríamos decir que los islamistas están pidiendo lo que los nacionalismos no les dieron a la gente.
–El escenario en Irak se está deteriorando. ¿Cuáles serán las consecuencias para la región?
–Yo puedo hablar de Medio Oriente post-Irak, pero no soy un experto en Irak. Si Estados Unidos fracasa, es una página simbólica en la Historia, que se traduce en que no se puede imponer una solución militar. Será un límite a la intervención de Washington. Pienso que van a fracasar. Sin embargo, temo que no impedirá que Washington use poder duro e intervención directa ante su deslegitimación. Lo mismo sucede con Israel.
–¿Qué opina del plan de desconexión de Ariel Sharon?
–Su plan es quedarse con Cisjordania de cualquier manera y están listos para dar Gaza. Arafat, como autoridad de los palestinos es resultado de los Acuerdos de Oslo. Debe recordar que cuando los firmaron, muchos palestinos dijeron que era mucho lo que se daba a los israelíes. Edward Said, el gran escritor palestino, se enojó con Yasser Arafat, porque daba un montón de concesiones (aceptaba 4% o 5% de Cisjordania, ningún control por aire o tierra, muy limitada autonomía). Ahora Israel quiere quitarle esta última a Arafat.
–¿Y la alternativa con los acuerdos (extraoficial) de Ginebra?
–Es la idea detrás de un buen Oslo, o sea, que ya existe. Pero Israel no está de acuerdo; los palestinos tampoco, pero lo estarían. El punto fundamental son los refugiados. En mi opinión las colonias no han permitido la pacificación.
–¿Hay una esperanza para la paz?
–La pregunta uno la debería hacer a la administración norteamericana y también británica. El problema es que no sólo son unilaterales, descansan en referencias religiosas propias.
–¿Usted cree que si John Kerry le gana a Bush, se movilice un cambio?
–Si Bush pierde la elección será más fácil que Estados Unidos cambie su política exterior.