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Con poco interés ciudadano, hoy se celebran en Uruguay las elecciones internas de los partidos para elegir a los candidatos que participarán en las elecciones presidenciales de octubre, con la izquierda, liderada por Tabaré Vázquez, como la gran favorita, con casi el 50 por ciento de intención de voto. Las encuestas señalan que sólo el 50 por ciento de los llamados a las urnas concurrirán a depositar el voto. Dos razones básicas lo explican: la primera es que el voto en los comicios primarios no es obligatorio y la segunda es que sólo existe una pugna real por la candidatura en el Partido Nacional o Blanco. Los partidos principales han dicho que le ofrecerán a Enrique Iglesias, actual presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Ministerio de Economía.
El ex presidente Luis Alberto Lacalle y el senador Jorge Larrañaga se disputan la candidatura “blanca”, y según los sondeos el segundo tiene una leve ventaja. Lacalle se postula como el único con experiencia. Percibido como el postulante situado más a la derecha de todos, es el que lanza más proclamas contra el Frente Amplio e incluso utilizó el acto de final de campaña para arremeter contra algunos de los actuales dirigentes del FA, antiguos guerrilleros tupamaros. Ese rechazo frontal lo separa de su rival en la interna, Larrañaga, aunque se perfila como el principal oponente de Vázquez en las presidenciales, ya ha anunciado que de llegar al gobierno podría incorporar militantes de la izquierda en su gabinete. Apodado por la prensa como “locomotora”, se postula como el renovador del partido.
Tabaré Vázquez, médico oncólogo y ex intendente de Montevideo, donde viven la mitad de los uruguayos, es el precandidato único a la presidencia del Encuentro Progresista Frente Amplio (EPFA), principal fuerza política del Uruguay y favorita para obtener un inédito triunfo en las elecciones parlamentarias y presidenciales del 31 de octubre. Es reconocido por su capacidad de escuchar –en el discurso de cierre de campaña contestaba cada una de las preguntas y comentarios que sus simpatizantes le hacían– y su innegable capacidad de mantener unida a una coalición. En un país donde no hay una sola ministra, Vázquez siempre se dirige a su audiencia con las palabras “uruguayas y uruguayos”. Ha confirmado que aunque acceda al cargo seguirá dedicándose a la medicina porque es su “verdadera pasión”.
La coalición izquierdista se enfrenta al desafío de demostrar a la población que el EP-FA constituye una fuerza electoral en condiciones de obtener mayoría en las elecciones de octubre, evitando el ballo-
ttage. A pesar de liderar las encuestas, el FA-EP se encuentra lejos del 63 por ciento de los sufragios obtenidos el pasado diciembre cuando impulsó y ganó un referéndum en contra de la privatización de la compañía petrolera estatal, lo que hizo prever un abrumador triunfo de la coalición en las presidenciales. En un reciente artículo aparecido en Montevideo, el analista político Luis Eduardo González aseguró que el resultado del referéndum fue una “ilusión óptica” y que la ciudadanía sigue “dividida en dos mitades”. Otros expertos explicaron el masivo triunfo del Frente como un desencanto de la ciudadanía con el gobierno, que la llevó a actuar con un voto de castigo hacia Jorge Batlle, del Partido Colorado, formación que ha gobernado el país casi sin interrupción por los últimos 170 años. De hecho, la boleta de la lista de Nin (ver aparte), posible compañero de fórmula de Tabaré, se hace eco de este desencanto pidiendo “Que se vayan” los dirigentes blancos y colorados.
Precisamente, esa desilusión es la que hace que el candidato “colorado” con mejor posición, el ex ministro del interior Guillermo Stirling, no reúna más que el 14 por ciento de la intención de voto. Stirling cuenta con el apoyo de los dos grupos mayoritarios, liderados por el ex presidente Julio María Sanguinetti y por el actual gobernante, Jorge Batlle. Sin embargo, esta mismo apoyo es el que le hace presentarse ante la ciudadanía como continuista del mismo proyecto.