SOCIEDAD › EL FUTURO DEL TURISMO ESPACIAL, SEGUN EL ARGENTINO QUE CONSTRUYE OTRA NAVE

“Hay un antes y un después de este vuelo”

Pablo de León lidera el grupo argentino que compite en el X Prize con Burt Rutan, quien esta semana logró que su nave protagonizara el primer vuelo espacial privado de la historia. Aquí De León explica cómo trabajan otros grupos que buscan lo mismo y por qué las grandes empresas aeroespaciales siempre intentaron evitarlo.

 Por Andrea Ferrari

Pablo de León estaba de casualidad en Buenos Aires esta semana, cuando la SpaceShipOne protagonizó el primer viaje privado al espacio y el acoso periodístico que sufrió lo mareó más que si hubiese estado a bordo de la nave. Es que este ingeniero aeroespacial argentino que vive normalmente en Cabo Cañaveral es el líder de uno de los equipos que compite en el concurso X Prize con el grupo de Burt Rutan, quien acaba de lograr esa hazaña. La nave que pretenden construir los argentinos se llama Gauchito, lo que primero fue un chiste y terminó convertido en nombre formal. Y aunque el proyecto va muy por detrás del SpaceShipOne y tiene recursos mucho menores seguirá adelante, según explica De León, porque aunque no ganará el concurso en el futuro se avizoran interesantes posibilidades. Aquí cuenta qué significa exactamente lo que logró Rutan y cómo compiten los otros grupos que buscan lo mismo, es decir que en un futuro cercano cualquiera pueda subirse a una nave y salir a dar una vuelta por el espacio.
–¿Cuál es la importancia de lo que sucedió esta semana con el primer vuelo espacial privado?
–Creo que habrá un antes y un después de esto en la exploración espacial, aunque tal vez todavía no nos damos cuenta porque es muy reciente. Hasta ahora, todos los viajes espaciales eran monopolizados por la NASA y la agencia espacial rusa. A partir de ahora, la gente tendrá la posibilidad de ir al espacio en una nave privada. Pese a que la carrera espacial empezó en 1961, hasta ahora sólo unas 400 personas pudieron volar a bordo de las naves que hicieron estos gobiernos. Las agencias espaciales han fallado en hacer que el espacio estuviera al alcance de la gente común.
–¿Por qué fallaron?
–En parte por culpa de ellas y en parte por las grandes empresas aeroespaciales, que monopolizaron las naves de manera que un tornillo terminara costando 15.000 dólares. Hoy siguen teniendo el mismo concepto que en la época del Apolo, que es que cada parte tenía que ser tan cara y tan imposible para el hombre común que nunca iban a popularizarse. Tenía que venir una persona como Burt Rutan, con un concepto revolucionario, para hacer algo que cambiara la historia. A partir de hoy nadie podrá decir que cada viaje espacial tiene que costar millones de dólares: porque se hizo el desarrollo de una nave nueva, con un concepto nunca probado, por veintitantos millones de dólares. Y esto sirve de ejemplo a muchos proyectos, como el nuestro. Las cosas se pueden hacer con otros montos. Muchas veces son empresas privadas pequeñas las que tienen que poner la nota y hacer algo que las grandes empresas nunca iban a hacer, porque ponen en peligro su propia existencia.
–¿Cuánto diría que falta tras lo que sucedió esta semana para que una persona cualquiera pueda hacer un viaje espacial?
–Unos pocos años, dos o tres, diría. Esto recién está comenzando, vamos a ver otros competidores, otros intentos, inclusive el nuestro, para popularizar los viajes espaciales.
–¿Cómo logró Burt Rutan que un millonario como Paul Allen invirtiera 20 millones en un proyecto que hace un tiempo podría haber parecido un delirio?
–Bueno, primero Rutan estaba en el país adecuado, que apuesta al desarrollo científico y tecnológico. Además, Paul Allen no lo hizo porque es un benefactor, sino porque vio las posibilidades del negocio, que va a hacer de miles de millones de dólares. Por otro lado, Rutan es un diseñador de gran experiencia, totalmente confiable. Y Allen es una persona con la mente suficientemente abierta para hacer este tipo de cosas. Para que estas cosas rindan tiene que haber dos factores: uno es la capacidad técnica para llevarlo a cabo y otro es la capacidad financiera; sin eso no es posible hacerlo.
–En este momento, ustedes, como otros grupos, compiten con Rutan en el X Prize, que tiene un premio de diez millones de dólares. ¿El vuelo significa que él ya ganó?
–No, de ninguna manera. Yo creo que esto significa que todos ganamos. El problema iba a ser si nadie ganaba, si nadie llegaba y terminábamos demostrándonos a nosotros mismos que no era posible, que esto solamente lo podía hacer una agencia enorme, con recursos impresionantes como la NASA. El está reafirmando el trabajo de todos, diciendo que esto es posible. Y ésta es la forma en que él lo hizo, que no es la única. Hace un mes, varios grupos nos reunimos, entre ellos el de Rutan, y hablamos: vimos que todos los conceptos que se están diseñando ahora técnicamente son factibles. Todo depende de los recursos y el trabajo. Todos tenemos diferentes ideas: el de Rutan es un avión madre, del que se desprende un avión más chico. El nuestro es un cohete convencional que despega, se separa la cápsula y cae en paracaídas, otros tienen otras ideas.
–¿Hay secretos en cada uno de los proyectos o se conversa abiertamente?
–Algunas cosas mínimas pueden ser secretas, pero la mayoría de las cosas no. Todos los que estamos en esto sabemos cómo se trabaja en cada proyecto. Es relativo lo que se puede mantener en secreto. El éxito de Rutan está en buena medida, además de su capacidad técnica, en su capacidad para conseguir un inversor. Los demás estamos un poco rezagados, no tuvimos tanta suerte o tanta capacidad, o estamos en el país equivocado, para conseguir tanta plata. Pero hay mercado para que participen muchos grupos. Y a nosotros, pese a que no parece, estar en Argentina nos trae algunas ventajas.
–¿Hay ventajas? ¿Cuáles?
–En el aspecto de regulación, de licencias. Rutan dice que uno de los grandes problemas que tuvo en Estados Unidos fue poder conseguir las licencias de lanzamiento y todos los permisos para hacer esto, porque debieron sobrevolar zonas pobladas, que no es nuestro caso porque por las características del territorio argentino, su geografía y su población podemos hacer las pruebas en zonas donde no vive nadie. Eso nos facilita los procedimientos.
–¿En qué etapa están ustedes ahora?
–Del total del proyecto completamos un 40 por ciento. Esto significa estudios básicos, pruebas, diseño de sistemas particulares, no sólo del cohete en sí sino de sistemas vitales, trajes espaciales, sistemas de recuperación. Estamos bastante avanzados en todo lo conceptual, pero nos falta inversión. Nuestro problema, como el de todos los argentinos, es plata. La vamos consiguiendo pero de a poco. Si me dicen: ¿pero cuándo van a hacer el primer vuelo con tripulante?, digo que no tengo idea. Va a depender de los recursos que vayamos consiguiendo.
–Supongo que tratan de conseguirlos. ¿Cómo hacen? ¿Tocan la puerta de las empresas y les hablan de la nave espacial?
–No, no es tan fácil. Primero porque ir y decir: mire, nosotros vamos a participar de un premio, si lo ganamos vamos a devolver la plata, es como pedir para jugar a la lotería y si ganamos la devolvemos. Eso no es un proyecto de negocios que funcione en ningún lado. Sí esperamos y aceptamos aportes de empresas en materiales. Y constantemente recibimos e-mails de voluntarios que quieren trabajar en el proyecto. Gente que tiene especialidad en ingeniería, ciencia, técnica. Pero no hicimos una aproximación a una gran empresa argentina, porque somos conscientes de que sería una donación más que una inversión. Claro que si viene no la vamos a rechazar.
–¿Evaluar hoy cuánto les falta para llegar a la meta es entonces imposible?
–Sabemos que para terminar el proyecto necesitaríamos unos dos millones de dólares, lo cual es bastante poco comparado con lo que necesitan otroscompetidores, pero es una cifra prácticamente imposible de conseguir hoy en Argentina. Lo vamos a ir haciendo de a poco en la medida que podamos. Creemos que independientemente del X Prize, cualquier grupo que logre llegar al objetivo ya ganó. Porque más allá del premio en sí, va a tener innumerables oportunidades de convertir esto en un negocio.
–¿Que el equipo de ustedes sea argentino es visto como algo insólito?
–Un poco. La mayoría son del Primer Mundo. Nosotros somos el único país latinoamericano y al principio éramos un poco una curiosidad, pero tuvimos más de una vez acá la visita de una comisión del X Prize que vieron nuestro trabajo, asistieron a las pruebas y nos empezaron a tomar más en cuenta. Ahora en el encuentro de Los Angeles sólo se reunieron unos pocos grupos y nosotros estuvimos invitados. No está bien que yo lo diga, pero ellos tienen un buen concepto del trabajo técnico que hacemos.
–¿Cómo se compone el resto del grupo argentino?
–Son unas treinta y cuatro personas, de la Asociación Argentina de Tecnología Espacial, venimos trabajando juntos en distintos proyectos espaciales, hicimos el PADE (Paquete Argentino de Experimentos). Yo vivo en Estados Unidos, algunos están en Neuquén, otros en Buenos Aires y trabajamos bastante a través de Internet. Hay algunos ingenieros aeronáuticos, otros físicos, químicos, ingenieros electrónicos.
–Usted se formó y trabajó prácticamente siempre en Estados Unidos.
–Sí, siempre estuve pensando en volver, pero después uno viene y ve que se llevan al presidente en helicóptero, y piensa que no. Con un estado de emergencia económica como el que hubo en los últimos años no se le puede hablar a la gente del espacio, hay otras necesidades, uno tiene que ser consciente de eso. Pero por otro lado, perder la capacidad que tenemos es un crimen. En el tema espacial y aeronáutico el vaciamiento que tuvo el país fue terrible. Argentina fue una potencia en el tema aeronáutico y esa capacidad se perdió por la miopía de diversos gobiernos. Antes Brasil tenía que venir a Argentina a preguntar cómo se hacía un avión, ahora en Europa tienen los Embrear brasileños. En Brasil siguieron el progreso lógico y nosotros nos quedamos.
–En el X Prize, por sus mismas reglas, no puede haber financiamiento público, pero ¿esperaban algún apoyo oficial?
–No, en nuestro caso esa regla es una ventaja porque, en definitiva, el gobierno argentino no pondría un peso, como el proyecto PADE, en que no hubo ni un llamado ni una felicitación, nada. Hasta un espacio físico pedimos una vez y nos lo negaron. Tal vez hubiéramos esperado algún interés de la Comisión de Asuntos Espaciales en este caso, pero nada. Quizá no estoy hablando tanto de este gobierno particular que prácticamente recién empieza. Pero la CONAE tiene hoy la misma dirección que cuando Menem asumió y está a la vista lo que hizo los últimos diez años.

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Pablo de León, el ingeniero aeroespacial que lidera un equipo argentino de diseño de una nave para volar al espacio en forma privada.
 
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