EL MUNDO › LAS GUERRAS DE GEORGE W.
Afganistán, la Colombia que Estados Unidos afronta en plena Asia Central
Hasta ahora, y en comparación con Irak, Afganistán era un relativo éxito para George W. Bush, con una resistencia que sólo requería la presencia de 17.000 soldados. Eso está empezando a cambiar por un dato peligroso: el relanzamiento del tráfico de heroína a gran escala.
Por Nick Meo*
Desde Kandahar
Soldados norteamericanos apostados en Afganistán temen tener que encarar una guerra sangrienta contra las drogas. Hay cada más pruebas de que el comercio de opio del país financia a terroristas vinculados con Al-Qaida. En una visita a Kabul esta semana, el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, señaló la posibilidad de que las tropas de combate con base en el país tomen un rol activo contra el comercio de drogas, al hablar de la necesidad de una nueva estrategia. Rumsfeld no dio más detalles, pero se cree que después de las elecciones presidenciales afganas de octubre, las tropas de combate podrían asistir a las fuerzas de seguridad locales en una estrategia modelada sobre los disputados esfuerzos para destruir la industria de la cocaína de Colombia.
Las tropas estadounidenses que patrullan la zona normalmente hacen la vista gorda al cultivo de amapola y al comercio de opio. Han reclutado jefes militares sospechados de ser traficantes de droga para luchar contra Al-Qaida. Sin embargo, enfrentarse con los poderosos traficantes de Afganistán podría forzar a las tropas norteamericanas a enfrentarse con nuevos y peligrosos enemigos. Un soldado en Kandahar dijo: “Si comenzamos a matar a tipos de la droga, ellos comenzarán a matar a los nuestros”. Muchas de las bombas camineras y los esporádicos ataques guerrilleros contra soldados norteamericanos en el sur de Afganistán han sido atribuidos a pandillas criminales que buscan extender el caos y a los rebeldes talibanes. Se supone que el ejército, ya sobreexigido, prefiere su actual asignación, que lo excluye explícitamente de la erradicación de drogas. Un alto oficial dijo: “Enfrentarnos con el tráfico de drogas en este país sería un desafío mucho más grande que cualquier otra amenaza a la cual nos hayamos enfrentado hasta ahora en Afganistán”. Desde la caída de los talibanes en 2001, cuyo gobierno prohibió la producción de opio, como ordena el Islam, el cultivo de amapola ha regresado masivamente. Hoy se piensa que alrededor del 90 por ciento de la heroína británica proviene de Afganistán.
Hay una creencia extendida de que el tráfico de drogas ha corrompido a funcionarios inclusive a nivel ministerial, y muchos afganos temen haber cambiado el fundamentalismo talibán por un gobierno de narco-mafias en el futuro. Hasta ahora, supuestamente Gran Bretaña ha asumido un rol central en el combate contra el tráfico de drogas, pero se piensa que funcionarios estadounidenses se sienten cada vez más frustrados por la falta de éxito. No se ha capturado a ninguna figura importante y un plan británico para la erradicación de cultivos ha resultado un fracaso. Diplomáticos británicos se quejan en privado de que se les haya dado una asignatura imposible de cumplir con poca ayuda de Estados Unidos, aunque al mismo tiempo señalan que la heroína afgana es vendida casi en su totalidad al mercado europeo, no al norteamericano.
Lo que ha contribuido a que Estados Unidos se tome en serio el tráfico de opio, después de ignorarlo por dos años, es el creciente temor de que los talibanes y otros grupos terroristas por primera vez estén financiando en gran parte sus actividades mediante el comercio de drogas. En los últimos meses, el gobierno afgano y sus patrocinantes internacionales también han demostrado una creciente determinación por quitarles el poder a los señores de la guerra. Muchos están fuertemente involucrados en el tráfico de drogas. Se supone que también están muy involucradas figuras talibanas de la ciudad paquistaní de Quetta, cruzando la frontera.
En una conferencia de prensa conjunta con el general estadounidense Eric Olsen esta semana, el gobernador de Kandahar, Yussef Pashtun, dijo: “Una de las cosas más importantes que da lugar al terrorismo son las drogas. Estamos ciento por ciento seguros de que algunos de los más importantes terroristas están involucrados en el contrabando de drogas, y la erradicación de la industria no solamente beneficiaría a Afganistán, sino también sería un paso hacia la erradicación del terrorismo”. El general Olsen dijo que las tropas estadounidenses no participarían de las actividades antinarcóticas “por ahora”, pero algunos oficiales creen que después del obstáculo de las elecciones de octubre, el ejército comenzará activamente a prohibir los embarques de drogas y a destruir depósitos. El general Olsen dijo: “Es posible que la erradicación de amapola no sea la mejor forma de enfrentar el problema de la droga, es posible que haya mejores formas de terminar con el tráfico de drogas”. También se está contemplando la utilización de 1000 soldados de las Tropas Especiales estadounidenses en Afganistán para reunir inteligencia y para capturar a las figuras principales de la droga.
Sin embargo, la utilización de helicópteros para fumigar los cultivos de amapola no es muy probable, por temor a que la destrucción de los medios de vida de los granjeros genere violentas rebeliones rurales contra el gobierno de Kabul apoyado por Estados Unidos –un problema al que se tuvo que enfrentar el gobierno talibán cuando prohibió el cultivo de amapola–.
Se ha culpado al comercio de opio por el empeoramiento de la inseguridad en Afganistán. Es posible que haya influido en la ejecución de cinco trabajadores voluntarios de Médicos sin Fronteras en junio en la provincia de Badgis, al noroeste. Los expertos de seguridad en Kabul ahora les advierten a los extranjeros que no viajen a las zonas de cultivo de amapola, ya que podrían ser atacados si los granjeros piensan que están involucrados en la erradicación de la amapola.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.