EL MUNDO › OPINION
La China que se avecina
Por Claudio Uriarte
La China se avecina, y nada permite suponer que será un vecino silencioso, ni que pagará puntualmente sus expensas. Por espacio de casi diez días, y con la instigación extraoficial del gobierno de Pekín, multitudes de chinos se lanzaron a las calles de las principales ciudades, atacaron la embajada y consulados de Japón, quemaron restaurantes y redujeron al pánico a la minoría nipona del país. El casus belli es la publicación en Japón de un libro escolar que blanquea las atrocidades de su imperio durante la Segunda Guerra Mundial, y las aspiraciones actuales de Japón a conseguir un asiento permanente –y con poder de veto, como el que China dispone– en el Consejo de Seguridad. Pero eso es sólo el casus belli, o más bien las dos metáforas que están en el centro de las preocupaciones de una potencia cuyo tamaño económico y peso demográfico empieza a impulsar seriamente una confrontación con el principal aliado extrarregional de Japón: Estados Unidos.
Las manifestaciones antijaponesas no son el único registro de esta hostilidad. China, junto con Rusia, está sospechada de la provisión de tecnología nuclear a Corea del Norte, y también a Irán, las dos cabezas restantes –caído Saddam Hussein– de lo que George W. Bush definió célebremente como el “eje del mal”. Pero, en el caso de Corea del Norte, Estados Unidos eligió sustraerse del tipo de acción unilateral elegido en Irak y tal vez aún no resuelto en Irán –aunque esta semana circuló un plan de contingencia para invadir Corea del Norte y asegurar sus instalaciones nucleares en caso de un derrumbe del régimen y un caos generalizado– prefiriendo en cambio un ejercicio de diplomacia multilateral junto a China, Japón, Corea del Sur y Rusia. Hasta el momento, eso no ha dado resultado, ya que Corea del Norte redobló su chantaje –que es más económico que ideológico– anunciando la posesión de una bomba atómica que nadie puede saber si tiene.
Aquí entran a tallar Corea del Sur y Japón, dos extraños socios si los hay ya que los surcoreanos compartieron esta semana con China la realización de manifestaciones antijaponesas, por los mismos motivos. Pero EE.UU., o por lo menos un sector de su Departamento de Defensa, claramente ven un rol militar para Japón en el futuro, el mismo que avizoraba el actual primer ministro Junichiro Koizumi cuando asumió el poder, más de cinco años atrás. De convertirse las actuales Fuerzas de Defensa de Japón en un ejército en regla –cosa que Koizumi se ha abstenido de hacer hasta el momento–, las tensiones con China estarían a la orden del día, con la cuestión de Taiwan nunca demasiado lejos de los cálculos militares de Pekín, cuya última expedición militar seria –la llamada “invasión punitiva” de Vietnam en 1979– terminó en un desastre. Pero esas tensiones ya están encendiéndose peligrosamente, con la difusión de un documento oficial nipón considerando a China un “problema serio” para su “seguridad y derechos de soberanía” desde que las empresas chinas comenzaron a perforar el lecho marino en una zona disputada entre Tokio y Pekín en el mar del este de China en busca de gas y petróleo, y desde que un submarino nuclear chino penetró en aguas territoriales niponas el pasado noviembre. Y Japón redobló su desafío esta semana al afirmar que permitirá a sus compañías la perforación en busca de petróleo y gas en esas mismas aguas. Viniendo en medio de la peor confrontación entre los dos gigantes asiáticos en 33 años de relaciones diplomáticas, esto se encontraba destinado a reforzar la tensión. “Si empieza la exploración en serio, no podemos excluir totalmente la posibilidad de que los buques de compañías japonesas privadas tengan que enfrentar buques de guerra chinos”, según Kunichi Abe, un investigador de temas bilaterales de la Fundación Kazankai, un think-tank privado de Tokio.
Pero aun sin ir tan lejos, las manifestaciones chinas –de las cuales hay programadas una para el 1º de mayo, Día Internacional del Trabajo, y otra para el 4 de ese mismo mes, aniversario de una rebelión estudiantil de 1919 contra el poder japonés– junto a los llamados por Internet a unboicot de un mes de duración a empezar el 1º de mayo contra los productos japoneses, ya amenazan con golpear a la industria turística china –que se beneficia de tres millones de visitantes japoneses por año– y a los exportadores e inversores japoneses, cuyos negocios con China han crecido espectacularmente en los últimos años. Es incierto hasta qué punto los instigadores chinos de las marchas de estos días tienen claro el enfriamiento, y el peligro, que pueden derivarse del resultado de sus acciones.