EL MUNDO

Avanza la “despetización” sobre lo que queda de Lula

La crisis por los sobornos en Brasil se agravó ayer cuando el gobernante PT debió admitir que Marcos Valerio, el presunto “hombre del maletín”, sirvió de garante al partido en préstamos dudosos.

Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

“El gobierno de Lula se acabó.” La sentencia es de un cientista político, Marco Nogueira, y aunque suene exagerada es fiel a los indicadores de una crisis que convirtió al Palacio del Planalto en actor de reparto de un guión interpretado por el rutilante diputado Roberto Jefferson y reforzado por revelaciones periodísticas que, con cuentagotas, están demoliendo las defensas del oficialismo. Ayer, la revista Veja publicó que Marcos Valerio, dueño de la agencia SMP&B, fue garante de un préstamo millonario solicitado por el PT en el 2003. Ese publicitario está acusado de ser “el hombre del maletín” que en el 2003 llevó hasta Brasilia los millones con que, presuntamente, el PT sobornó a decenas de legisladores. El PT, que en la mañana de ayer había salido a desmentir la versión, terminó aceptándola durante la tarde, y convocando para hoy a una reunión extraordinaria de su directiva en que podría rodar la cabeza de su tesorero, Delúbio Soares. Y las especulaciones de un castillo de naipes se multiplican.
Para el profesor Marco Nogueira, Luiz Inácio Lula da Silva no saldrá del gobierno en lo inmediato, ni sufrirá las humillaciones que marcaron la caída del ex presidente Fernando Collor de Mello, dado que su imagen continúa alta y su investidura ha sido preservada. El punto es que Lula puede convertirse en un presidente nominal, privado de sus atribuciones de mando tras el fatídico 6 de junio en que Jefferson descargó su primera batería de denuncias. El gobierno de coalición en el que Lula podría ceder cuatro ministerios al centrista PMDB le puede aportar base parlamentaria, pero le restringirá capacidad de decisión a él y al Partido de los Trabajadores. Lula fue durante dos años y medio un presidente incontestable, contra quien ni el ex presidente Fernando Henrique Cardoso ni el intendente de San Pablo José Serra, dos posibles candidatos a las elecciones del 2006, conseguían ser antagonistas de peso. Eso cambió irreversiblemente desde junio, cuando las primeras planas periodísticas comenzaron a repartir su espacio entre Lula y el emergente Jefferson. Un senador socialdemócrata, ligado a Cardoso, lo felicitó: “Jefferson, usted le ha impuesto la agenda al gobierno”. El columnista Clovis Rossi, de Folha de Sao Paulo, se lamentó: el “pantano” está “pautando” al gobierno, escribió el viernes.

Jefferson Presidente (I)

La Juventud del Partido Trabalhista Brasileño (PTB) es una anomalía política equiparable a la nunca vista militancia barrial del economista argentino Ricardo López Murphy. Por eso la sorpresa de los responsables de seguridad cuando debieron disuadir a un grupo de jóvenes que, portando estandartes a favor de Jefferson, quiso irrumpir en la sesión de la Comisión Investigadora Parlamentaria (CPI) el jueves pasado. Aunque la claque fuera de alquiler, es posible que el legislador, junto con su visibilidad en ascenso, comience a cosechar simpatías en los segmentos menos politizados. “Ese hombre tiene coraje, tiene lo que hay que tener”, dijo un oyente de la Radio Jovem Pam en un sondeo espontáneo donde la mayoría compartió esa opinión.
El jueves, en la CPI, Jefferson clavó la vista en la cámara y, dirigiéndose a los televidentes, declamó “no soy actor”, para luego hacer una analogía entre el tesorero del PT, Delúbio Soares, y PC Farías, quien después de montar el esquema de corrupción de Collor amaneció muerto junto a su amante, en una playa de Alagoas. Más que una amenaza al petista Soares, lo de Jefferson fue una redención de los años en que él reinó junto a Collor. Por eso nada hay de casual entre el “indulto” con que Jefferson obsequió a su ex jefe y la reaparición de éste en diarios y revistas frívolas. Ni Jefferson ni Collor serán los sucesores de Lula, pero el hecho de que ambos hayan resucitado testimonia la derrota simbólica del gobierno petista, que en la opinión pública dejó de ser baluarte de la honestidad y acabó, como dijo el diputado acusador, siendo “igual a los demás”.

Jefferson Presidente (II)

Las más de ocho horas de virtual monólogo de Jefferson en la CPI dejaron a las claras que sus denuncias, aunque verosímiles, buscan quebrar la “arquitectura de poder” (según un senador socialdemócrata) que vinculó a Lula y su partido. La “despetización”, pedida a coro por Jefferson y los opositores socialdemócratas (PSDB) y conservadores (PFL), parece ir ganando cuerpo mientras, obligado a mostrarse firme frente a la corrupción, Lula anunció, otra vez, que incluso sus “amigos” van a ser castigados si se los descubre culpables.
Claro que privado del PT y del ex ministro José Dirceu (también víctima de Jefferson), a Lula sólo le resta su liderazgo, un capital insuficiente para resistir las renovadas exigencias del poder financiero. Satisfechos pero no conformes con el 19,75 por ciento de intereses pagados por el gobierno a los tenedores de deuda, los mercados, advertidos de la fragilidad presidencial, lanzaron una apuesta aún más ortodoxa, la de llevar a cero el déficit público. El defensor de esa tesis extremista aun para los ortodoxos es Delfim Neto, ex superministro de Economía de la dictadura y acólito del actual ministro, Antonio Palocci. Una señal de que esa propuesta no es mero delirio está en que Murilo Portugal, al que algunos ven como el hombre del FMI en el gobierno, puede asumir la dirección de Banco Central en el marco de la reforma ministerial. ¿Será esa hipotética radicalización la segunda consecuencia, y acaso la más profunda, del “aluvión Jefferson”, quien, sabiéndose respaldado por los señores del poder, suele repetir su fe “en el modelo neoliberal”.
¿“Carapintadas” otra vez?
El 30 de septiembre de 1992, cuando le restaban 831 días de mandato, Collor de Mello aceptó dejar el gobierno, amenazado por un juicio político y denostado por cientos de miles de jóvenes “carapintadas”, que habían ocupado las plazas de San Pablo, Brasilia, Belo Horizonte, Rio de Janeiro y Porto Alegre. El viernes, 15.000 manifestantes, según de diario O Povo de Goiana, capital del estado de Goiás, fueron movilizados por la Unión Nacional de Estudiantes, que reivindicó un giro en la política económica y la desactivación de la que llaman campaña golpista contra Lula. Fue el primer acto masivo, en un país no muy habituado a ellos, tras la publicación de la Carta a los Brasileños, firmada también por los campesinos del MST y los sindicalistas de la CUT. La convocatoria sorprendió a los organizadores y a los medios metropolitanos. Es un dato que puede poner en aviso a la clase política sobre un proceso de agitación, aún incipiente, pero al que debiera sumarse el PT, cuya capacidad de movilización ha sido gravitante. Así se vio en el ’92, cuando los petistas se sumaron a los carapintadas.
Anoche Lula, en un discurso ante el Foro de San Pablo –y donde se sentó junto, pero no dirigió una sola palabra, a José Genoino, presidente del PT, por primera vez desde el comienzo de la crisis–, reconoció estar pasando por “turbulencias” y que el paso de los años dejó su huella. “El Lula de hoy está más viejo y mucho más consciente del papel que tenemos que jugar en la política de América latina, una nueva concepción de la política”, declaró.

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Lula reconoció estar pasando por “turbulencias” ante el Foro de San Pablo ayer.
 
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