ESPECTáCULOS › GILLESPI, UN AUTENTICO PROFESIONAL DE LA CARCAJADA

“Mi técnica es hacer fluir algo que no sé dónde termina”

En su programa en Rock and Pop o en Radio Mitre, el trompetista consigue que nadie del otro lado quede indiferente, con un humor de alta potencia.

 Por Emanuel Respighi

Aun cuando su nombre artístico remite al ámbito musical, a Marcelo Diego Rodríguez, conocido popularmente como Gillespi, se lo liga más al humor que a su condición de trompetista. Admirador del gran Dizzy Gillespie, este muchacho a punto de cumplir los cuarenta supo encauzar su verborragia pausada pero singularmente graciosa en los medios de comunicación. Un lugar al que fue empujado por su amigo Roberto Pettinato. “A Petti le debo mucho, porque fue quien me incentivó a que me acerque tanto a la música como a los medios”, comenta Gillespi a Página/12. “Cuando me llevó a tocar la trompeta a Sumo –dice–, Petti notaba que se cagaba de risa conmigo, decía que tenía una comicidad que lo divertía mucho. Me decía que tenía que laburar en radio o en TV.” Así fue que, en 1992, Pettinato lo convocó para hacer un programa a la noche en Radio Provincia, como guionista. “Petti conducía el programa, pero como empezó a faltar, lo tuve que reemplazar cada vez más seguido. Y así fue que, sin darme cuenta ni quererlo, estaba trabajando en los medios.”
Casualidad o no, lo cierto es que esa experiencia le sirvió a Gillespi para dar a conocer en los medios la gracia innata que posee su verba delirante y grotesca. Primero vino su participación en Orsai a la medianoche (donde comenzó a inmortalizar al genial Aníbal Hugo, en el micro El ojo de vidrio), luego su paso por radio La Red, más tarde volvió a ser el coequiper de Pettinato en Duro de acostar y en los últimos años el recordado Adolfo Castelo lo reclutó para que lo acompañara en Medios locos, TXT y Radio Mitre. Actualmente, Gillespi recrea a sus extrañas criaturas en Aunque parezca mentira (lunes a viernes de 13 a 17, en Mitre) y lleva adelante el ciclo Gillespi hotel en la medianoche de Rock & Pop. Dos ciclos completamente diferentes, pero que dejan sin habla al creador. “Después de tantas horas de aire con la consigna de hacer reír a carcajadas, me queda un extraño vacío. Porque el laburo en los medios es complejo: hay que hablar durante horas sobre cuestiones medianamente graciosas o interesantes. Y, en general, uno en la vida habla cuando tiene ganas, no porque le pagan”, dispara, con ese tono de resignación que produce una inevitable sonrisa a quien lo escucha.
–¿Es esa obligación de hacer reír constantemente lo más complejo del trabajo en los medios para un humorista?
–Yo arranco con la primera palabra y el resto va detrás y nos encontramos en Callao y Corrientes (risas). Mi técnica consiste en dejar que fluya un discurso que no sé adónde va a terminar. Entonces, después de tanto tiempo hablando ininterrumpidamente, uno necesita del silencio, de la reflexión –aunque sea de temas de lo más banales– con uno mismo. Los comediantes, por lo general, son bastante callados, serios. Aunque adentro tienen el muñeco siempre preparado para hacer reír.
–¿De qué cosas se alimenta para hacer reír?
–En este tipo de trabajos, uno trabaja todo el día. Yo me voy alimentando de todas las personas que voy conociendo por la vida. El trabajo de un cómico no es como el del sastre, que si no tiene la tela y las agujas no puede hacer nada. El cómico trabaja con el intelecto y la comicidad de la calle.
–En usted se destaca esa conexión con la calle. Su humor pareciera descansar en incluir lo ridículo dentro de lo cotidiano.
–Mi humor es grotesco y hasta absurdo, pero es un humor muy popular. El grotesco o el absurdo es un género en el que hay muchos humoristas, pero que no son populares. Yo soy un poco más grasa, en un punto. Pero noto que la gente común, sean tacheros, adolescentes o la señora que limpia en la casa, se ríe a carcajadas. Yo hago humor de la deformidad, pero con un tamiz popular. No hago humor para un ghetto. Hago humor con futbolistas o políticos muy conocidos, con situaciones cotidianas a las que le agrego siempre la cuota de lo extraño.
–¿Por qué eligió esa veta en el humor?
–Yo soy un tipo de barrio, intuitivo, me considero un callejero. Amo la calle y todo lo que allí acontece. Mucha gente que lea esta nota va a decir que me vio caminando por la calle. Yo vengo al centro en auto pero después me muevo todo el día a pata, me gusta caminar. No soy un divo. El humorista necesita estar en contacto con la gente. Soy un tipo bastante amiguero. Me gusta hablar con la gente. De hecho, en esta cuadra de la radio están mi amigo el portero de acá enfrente, al lado el kioskero, el armenio que me vende el vino y el del estacionamiento, que es como mi confesor.
–¿Qué encontró en la radio que no tenía en la TV?
–La radio es un ámbito mucho más libre, no está tan pautado todo. No vale tanto el segundo: uno se puede dar el lujo de charlar con tiempo o de pasar un tema musical cualquiera. Me acuerdo de que cuando hacíamos en TV Duro de acostar, llevamos a Jaime Torres al programa y Yankelevich, que estaba en el canal, nos llamó y nos preguntó si habíamos llevado a nuestro primo... La tele necesita de mediáticos. Hay determinados lujos que en la radio los podés hacer, porque los oyentes son más fieles y te bancan. No existe el zapping radial.
–Usted de por sí es esencialmente un humorista radiofónico, utiliza mucho la voz; no es un tipo histriónico.
–Mi humor es esencialmente auditivo. La veta histriónica es algo que todavía no supe explotar. Yo me considero un cómico. Hice televisión, trabajé en diarios haciendo humor y hasta dibujé caricaturas en una pizarra en Medios locos. Pero para actuar tengo mis rollos aún.
–Trabaja en Radio Mitre y Rock & Pop. A la hora de hacer humor, ¿le modifica algo el medio?
–Hay muchas diferencias. En Mitre, estoy en un ciclo de un gran staff, en el que cada uno tiene su rol y el mío es el de hacer humor sin más trámite. En Rock & Pop, al ser el conductor, es como que puedo hacer varias cosas a la vez: tiro chistes, hago reportajes y hasta se me escapa alguna reflexión. El de Rock & Pop es un programa que siento más mío. Pongo mi música. En cambio, en Mitre es como que tengo que venir a sacar carcajadas de manera constante.
–Hace humor en radio, en TV y en gráfica. ¿En qué medio se siente más cómodo?
–Creo que en el medio radiofónico, porque es un lugar en el que la imagen no distrae, como sí pasa en la TV. En la TV tenés un estímulo más, que es lo visual. A mí me pasa con la música. Cuando voy a ver un recital disfruto menos que escuchando la música en un CD. El sonido agudiza la atención. La radio permite volar la imaginación tanto del que habla como de quien escucha.

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Gillespi llegó a los medios convencido por su amigo Roberto Pettinato y ya no pudo ni quiso salir.
 
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