EL MUNDO › UNA ESTAMPIDA CAUSO LA MAYOR PERDIDA DE VIDAS EN IRAK DESDE LA INVASION DE EE.UU.
El rumor que mató a los 1000 chiítas
Una falsa alarma sobre un atacante suicida causó ayer una carnicería en Bagdad cuando una multitud de peregrinos chiítas se precipitó sobre el río Tigris. Con 1000 muertos, fue la mayor pérdida de vidas desde la invasión estadounidense de marzo de 2003. Y se reactualizaron los temores a una guerra civil.
Por Robert Fisk*
El martirio siempre ha estado en la base de la fe musulmana chiíta. Sin embargo, la bíblica tragedia de ayer le dio un nuevo significado: posiblemente al menos unos 1000 hombres, mujeres y niños –la mayor parte fueron éstos últimos– murieron al caer de un puente sobre el río Tigris en Bagdad, aparentemente asustados por la posibilidad de que un atacante suicida estuviera entre ellos. No había atacante. Pero hubo muerte en una escala masiva cuando cientos de chiítas se cayeron al río desde las barandas del angosto puente. Entre los muertos había cientos de niños cuyos cuerpos flotaron por horas con la corriente desde el distrito de Qadamiya hasta Bagdad.
Soldados iraquíes que disparaban sus rifles al aire sólo empeoraron la matanza mientras que cientos de civiles se desplomaban del puente. Anteriormente, varias rondas de mortero explotaron en el camino, haciendo creer a muchos de los que marchaban –en conmemoración de la muerte, en 799, de imán Moussa ibn Jaafar al Qadim, uno de los 12 principales santos del chiísmo– que estaban siendo atacados. Al menos un millón de chiítas marchaban a la mezquita de Qadimiya cuando la multitud, pisoteada, incrustada contra las barandas y lanzada hacia el río, cayó desde el puente de Imams. Las rondas de mortero fueron reivindicadas por una facción afín a Al Qaida.
Se podía ver a niños ahogándose en el Tigris en lo que fue la mayor pérdida de vidas en Irak desde la invasión del país en 2003. Cientos de sandalias de plástico, zapatos y medias y turbantes fueron apilados en el puente después de las muertes. Los hospitales se vieron desbordados por la cantidad de cadáveres que llegaban a sus morgues. En un punto, se podía ver a peregrinos chiítas arrojándose desde el puente al río Tigris –de agua verde y estancada– para evitar ser aplastados entre los civiles en pánico.
Otros se cayeron desde el final del puente y aterrizaron en la orilla, con sus cuerpos estrellándose entre las hamacas de un parque infantil en la ribera. “Vi a una mujer mayor que lloraba en un estado de pánico total, tirándose del puente”, contó Fadhil a un periodista del Washington Post. “Vi a otro hombre que se caía sobre los ladrillos de la orilla y se murió inmediatamente. Vi que siete personas fueron llevadas cerca del final del puente muertas, asfixiadas. Otras personas corrían y gritaban ‘Allahu Akbar, Allah Akbar’ (Dios es grande)”, testimonió Fadhil.
“Los que pudieron y sabían nadar sobrevivieron. Los que no sabían murieron”, dijo Sattar Jabbar, de 22 años, un combatiente de la milicia del Ejército Mahdi (chiíta) que estaba trabajando en la seguridad. Jabbar ayudó a sacar a la gente del río después de haber saltado él mismo. El número de víctimas alcanzaban los 965 muertos y unos 300 heridos anoche, una cifra que se esperaba que creciera.
En marzo del año pasado, 180 personas murieron, muchos de ellos peregrinos chiítas, cuando fueron atacados por insurgentes en Bagdad y en la ciudad sagrada de Karbala. Por temor a más ataques, las autoridades bloquearon las rutas en el norte de Bagdad el martes mientras cientos de miles de peregrinos chiítas convergían en la capital.
El ministro de Salud del país, Abdul-Mutalib Mohammed, dijo a la televisión iraquí que había una “enorme multitud en el puente y el desastre sucedió cuando alguien gritó que había un atacante suicida en el puente”. “Esto llevó a un estado de pánico entre los peregrinos”, explicó, “y comenzaron a empujarse entre ellos y hubo muchos casos de asfixia”. El comandante de seguridad del distrito Khadimiya, en el norte de Bagdad, sobre la orilla occidental del Tigris, confirmó este análisis.
Sin embargo, los peregrinos se asustaron luego de que los proyectiles de morteros cayeron sobre la multitud en la mañana, matando al menos a seis personas. Esto provocó que más tarde comenzara el rumor de que había un atacante suicida entre la gente.
Los peregrinajes a Bagdad, al santuario del imán Mousa Kadhim, un santo chiíta del siglo IX, habían sido prohibidos por Saddam Hussein. La renovación de estos peregrinajes ha atraído enormes multitudes en los últimos dos años, y se estima que un millón de peregrinos estaban en la ruta ayer.
El puente donde sucedió el desastre conecta un barrio chiíta con una parte de Bagdad que apoya a la insurgencia. El lado sunnita tiene una gran población leal y fundamentalistas del antiguo Partido Baaz de Hussein. El desastre ocurrió sólo días después que el nuevo borrador de la constitución fuera presentado ante el Congreso iraquí, pese a las feroces objeciones de los representantes sunnitas. Prominentes sunnitas quieren que los votantes rechacen el borrador de la Constitución cuando sea puesta a prueba en el referéndum en octubre, y se han registrado fuertes protestas en contra a lo largo del norte y del centro de Irak.
Luego del desastre, los sunnitas del lado Este del Tigris contaron cómo intentaron salvar a los peregrinos que cayeron sobre el hormigón, llevando a los heridos a una mezquita y a una universidad sunnita. Otros ayudaron con botes mientras la rápida corriente depositaba los cuerpos en la orilla. Los hospitales de ambos lados se llenaron rápidamente de cuerpos. La escala total del desastre era clara en el Hospital Médico de Bagdad, donde familiares desconsolados y cadáveres copaban los pasillos, el estacionamiento y el parque. Canales árabes de TV también mostraron cómo cuerpos de hombres, mujeres y niños eran depositados en el suelo de los hospitales, el agua chorreando de las ropas típicas de las mujeres y de los pantalones y camisas negras de los peregrinos chiítas. Cuando los hospitales no podían aceptar más víctimas, los cuerpos eran depositados uno al lado del otro, en el pasillo, y cubiertos.
Milicianos del Ejército de Mahdi cuidaban las pilas de las pertenencias de los peregrinos durante la tarde. Muchos de los sobrevivientes y los miembros de la milicia culpaban a la seguridad chiíta –en lugar de los insurgentes– por el desastre. El personal de seguridad, que registraba a cada peregrino buscando posibles bombas suicidas, causó un cuello de botella cuando los peregrinos avanzaban hacia el santuario. Del otro lado del punto de control, se creaba otra multitud mientras los peregrinos que iban de regreso empujaban para lograr volver a sus casas. Demasiado tarde, los oficiales de seguridad lograron ordenar la escena y dividieron el puente en dos columnas separadas de peatones.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Laura Carpineta.