SOCIEDAD
“El principal problema ambiental en Argentina es la deforestación”
El periodista norteamericano Rex Weyler, uno de los fundadores de Greenpeace, participó en Salta de acciones contra el desmonte. Cuestiona también la gestión de residuos y la contaminación de ríos.
Por Mariana Carbajal
Fue uno de los aventureros que en 1971 se embarcó rumbo a Alaska para protestar contra las pruebas nucleares que Estados Unidos iba a realizar en el archipiélago de Amchitka, una expedición que se convirtió en el puntapié que dio origen a Greenpeace. En aquel momento, Rex Weyler tenía 24 años y desde entonces la preservación del medio ambiente se convirtió en uno de los objetivos de su vida. Con 58 años, este periodista norteamericano, referente en temas ambientales, que vive en Canadá, acaba de publicar un libro con la historia de la organización. De paso por Argentina, donde participó de las acciones que Greenpeace realizó en Salta contra la destrucción de bosques, Weyler conversó con Página/12 y analizó los problemas medioambientales del país y del mundo y lamentó que Greenpeace no tuviera un rol más activo contra la guerra de Irak. “Greenpeace a veces olvida que tiene la palabra paz en su nombre”, señaló.
Weyler fue director ejecutivo de Greenpeace en Canadá hasta mediados de la década del ’80. Vino al país con una productora canadiense que está filmando un documental sobre su vida. Cuando se le pregunta cuál ha sido el conflicto ambiental que más lo ha conmovido en sus años de activista, no duda en remitirse a un problema actual: “Lo que más me toca es lo que está pasando con los pueblos originarios, los wichís en Argentina, los cree en Canadá, los lakota y hopi en Estados Unidos, que están perdiendo sus tierras y su cultura a manos de gente muy rica y poderosa. Me rompe el corazón. Amo las áreas silvestres y es muy triste ver cómo su biodiversidad desaparece”, dice este hombre de pelo y bigote entrecano y profundos ojos azules.
–Me ha impactado mucho también ver cómo matan en Canadá a las focas bebés, de apenas tres días de vida, delante de sus madres. Con un palo puntiagudo las golpean en la cabeza, les sacan el cuero y tiran el resto de su cuerpo ahí mismo, delante de las madres. Todo eso realmente me parece horrible –agrega.
Este ha sido su primer viaje a la Argentina. Se va asombrado por el desmonte que se está produciendo en centenares de hectáreas de bosque de la provincia de Salta, con el visto bueno del gobierno local, para permitir el monocultivo de soja.
–Tiene que haber un balance más inteligente entre economía y ecología, y justicia social para la población argentina. Este modelo beneficia a las corporaciones multinacionales como Monsanto –advierte.
–¿Cuáles considera que son los principales problemas ambientales de la Argentina?
–La deforestación producto del modelo de expansión de la frontera agrícola. También la mala gestión de los residuos y el vertido de tóxicos en los cursos de agua, como ocurre en el Riachuelo. Las empresas que contaminan socializan el costo de su producción y privatizan la ganancia. No es justo. Tienen que aceptar el costo total del negocio y hacerse cargo de procesar o reciclar los residuos que generan. Argentina, igual que Canadá, tiene muchas reservas de agua potable, pero acá deben ser muy cuidadosos porque pueden llegar a perder este recurso, principalmente por la contaminación. Pero la destrucción de los bosques también afecta la calidad y cantidad de agua: al haber menos evaporación, hay menos lluvias. Es un error destruir los recursos naturales sobre la base de argumentos económicos.
–¿Qué responsabilidad le cabe al Gobierno en esta cuestión?
–Si el Gobierno permite la expansión del modelo agrícola que beneficia a las multinacionales, está gestionando sólo para una elite, como ocurre en Salta con el gobernador Juan Carlos Romero. Romero se vuelve rico, sus amigos se vuelven ricos y Monsanto se vuelve rica. Pero el resto de la población no. En una democracia, el gobierno es responsable de beneficiar a toda la sociedad y debe pensar en el largo plazo, no en el corto plazo. Con este modelo se destruye el bosque, se reemplaza por soja, pero en 8 a10 años el recurso que es el suelo se vuelve estéril. En este caso se ve claramente que el gobierno provincial está pensando en el corto plazo: en lugar de pensar por diez años debería pensar por diez generaciones.
–Desde la creación de Greenpeace a la actualidad, ¿mejoró o empeoró la situación ambiental?
–No es posible hablar en términos generales. Algunas cosas están mejor. En muchos países los ríos y el aire están más limpios, no hay vertido de residuos tóxicos en el océano. Sin embargo, las grandes corporaciones multinacionales también se han vuelto más fuertes: los bosques en casi todo el mundo están desapareciendo y las reservas pesqueras también se están agotando, como el caso del bacalao en el Atlántico Norte. También hay más elementos tóxicos en el ambiente. Y hoy hay más países con poderío nuclear. Por otra parte, todavía estamos quemando petróleo, cuando apenas quedan algunas décadas de reservas. Entonces, algunas cosas están peor. Hay un crecimiento descontrolado de la población y éste es un problema mucho más serio. Hoy los países ricos compiten por los recursos naturales, que son cada vez más escasos, y esta competencia va a derivar en guerras. El mal manejo de los recursos naturales lleva a enfrentamientos armados. Por eso Greenpeace desde sus inicios fue verde y paz.
–¿En torno de qué recursos naturales se desatará la próxima guerra?
–Los conflictos bélicos por el petróleo continuarán por varios años, pero la próxima guerra será por el agua y por recursos industriales como los minerales, el cobre, el hierro, el cemento. El agua va a ser un tema muy crítico en Africa y en Asia. El campo de batalla de las potencias van a ser países pobres. Hay en estos momentos una guerra entre Estados Unidos y China y no hablamos de ella porque ocurre en otro país: Irán. China le está entregando tecnología nuclear a cambio de petróleo. A veces no vemos la guerra real que está ocurriendo, porque está detrás de una pantalla.
–Greenpeace nació a partir de una acción contra pruebas atómicas de Estados Unidos en Alaska. ¿No cree que la organización se ha corrido de ese objetivo pacifista original?
–Desearía que Greenpeace tuviera un rol más activo en el movimiento pacifista. Creo que a veces olvida que tiene la palabra “paz” en su nombre.
–¿Puede ser debido a que ha crecido el poder de las potencias involucradas?
–Parte del problema puede deberse al poder de las potencias, que aparece como avasallador. Pero pensar así es un error. Una sola persona puede hacer más de lo que se podría pensar. Es muy ejemplificadora la historia de Rosa Parks, en Estados Unidos, la mujer de color que, cuando las personas negras debían ocupar los asientos posteriores de los colectivos, se sentó adelante. No era una intelectual ni una activista política: era una mujer común que estaba cansada. A partir de esa acción nació el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos. Fue el poder de una sola persona. El poder de la guerra es muy grande, pero hay que tener coraje.