EL MUNDO › ANTHONY GIDDENS ANALIZA EL AUGE DE LA XENOFOBIA EN EUROPA

“Esta es una reacción antiglobalización”

Anthony Giddens, director de la London School of Economics y referente de la “Tercera Vía”, cree que “están creciendo grupos, tanto a la derecha como a la izquierda, muy hostiles a la globalización, que comparten muchas similitudes”. Y sostiene que, para detener a la creciente derecha, hay que asumir sus temas –como la inmigración o el delito–, pero para darles una respuesta de centroizquierda. “Y entonces, ganás.”

Por Berna G. Harbour

Anthony Giddens creó la Tercera Vía, la doctrina con que Tony Blair reformó el Partido Laborista británico y obtuvo la enorme victoria que aún lo mantiene en el poder. En un momento de avance de la derecha en Europa, del fracaso de los socialistas en Francia y mientras crece la vulnerabilidad de Gerhard Schroeder en Alemania, Giddens presenta aquí la fórmula mágica que cree que ha dado a Blair la clave de su éxito: la izquierda debe asumir los temas que preocupan al ciudadano, darles una solución propia y no dejar ni un milímetro de ellos a la derecha. Sólo así, dice Giddens, el centroizquierda puede triunfar: temas como la competitividad económica, la inmigración o el crimen, tradicionales de la derecha, deben ser arrebatados con éxito por la izquierda. “Y entonces, ganás”, asegura.
–¿Europa está girando a la derecha?
–Hay que tener cuidado con eso. En primer lugar, ha habido mucha histeria en torno al señor Le Pen, y creo que hay que relacionar el auge de la extrema derecha, esencialmente, con el tema de la globalización. Están creciendo grupos, tanto a la derecha como a la izquierda, muy hostiles a la globalización, que comparten muchas similitudes. En la extrema derecha de todo el mundo hay gente que quiere proteccionismo económico y proteccionismo cultural, y éste adopta la forma de la xenofobia. Esto ocurre en Australia, ocurrió con Ross Perot en Estados Unidos, no es un fenómeno actual. Se encuentra hasta un 25% de votos de ultraderecha en algunos lugares de Europa en los últimos 10 años, así que no hay que exagerar el impacto de Le Pen en Francia. Si hablamos del auge de la derecha más moderada, hay circunstancias que favorecen ese éxito, además de los elementos políticos. Cuando los socialistas volvieron al poder en 11 de los 15 países europeos, eso no era porque hubiera un giro a la izquierda entre la gente, sino en parte porque los partidos de centroizquierda, como el Partido Laborista británico, reestructuraron sus doctrinas para dirigirse a un electorado más amplio. Y en parte fue debido a una serie de circunstancias. En Inglaterra, la gente estaba harta de Margaret Thatcher; en Alemania estaban hartos de los democristianos. Así que hay muchas cuestiones tácticas y estratégicas en el asunto, no sólo la división ideológica. No creo que haya una corriente general en Europa de derecha más que la que hubo hace siete u ocho años de izquierdas. La cuestión para la izquierda es asegurarse de que continúa la modernización ideológica y al mismo tiempo continuar pensando tácticamente, porque el problema tradicional de la izquierda han sido las divisiones, las fragmentaciones, y eso ha mantenido a la izquierda fuera del poder. Mucho dependerá de varias circunstancias. Es posible que la izquierda siga en el poder en el Parlamento en Francia, que gane. Y el Nuevo Laborismo está en buena situación. Así que, si eso ocurre, el mapa ideológico de Europa no cambiará tan radicalmente. Hay que tener en cuenta estas cosas. El principio general de que “unidos, ganás; divididos, perdés” es importante para la izquierda. Eso importa tanto como lo ideológico. Sabemos cuáles son los grandes temas ideológicos, pero es un poco difícil para la izquierda adaptarse a ello. Hay que amoldarse positivamente a ello: la inmigración, el desempleo, la identidad cultural de las naciones...
–Usted defiende una política dura en inmigración. ¿Cuál es su propuesta?
–Hay que reconocer que la mayoría de los países europeos –y creo que Inglaterra es una excepción a esto– no están preparados para recibir grandes avalanchas de inmigrantes. No son como Norteamérica o Australia, que son esencialmente sociedades inmigrantes. Europa siempre ha exportado personas, más de las que ha recibido, así que hay que tener una política de inmigración razonablemente cuidadosa. Pero una vez que se admite a los inmigrantes, hay que tratarlos bien. Muchos países europeos no tienen unapolítica clara en ninguno de los dos aspectos. Si se observan las mejores políticas, como la de Canadá, que ha tenido una política con éxito, se verá ha asimilado grandes olas de inmigrantes, teniendo cuidado con el tipo de gente que está aceptando; les trata bien, reconoce sus valores... Éstas son cosas que los países europeos no han hecho.
–Usted está de acuerdo con limitar el número de inmigrantes.
–Es obvio que hay que limitar el número.
–¿Por calificación, por origen...?
–Yo estoy a favor de un criterio más amplio de recepción; no sólo tener inmigrantes por sus calificaciones, hay que aceptar una gran diversidad. Un país debe establecer sus límites generosamente, pero el asunto es asegurarse de que lo va a tratar bien una vez que los ha aceptado, y que los puedes acoger, que se puede dotar de cambios al sistema educativo, que hay posibilidades de incorporar otros idiomas a la educación. En el Reino Unido hemos tenido mayor experiencia que muchos países europeos y conocemos tanto los problemas como las ventajas de la inmigración. Sabemos que la inmigración es una fuerza económica positiva para una sociedad y sabemos que muchos temores de la población no están fundados. Y al mismo tiempo hay que reconocer que las inquietudes están ahí y no se puede hacer como si no estuvieran. Hay que encontrar una forma razonable de afrontarlo.
–Pensábamos que el problema eran los nuevos inmigrantes que llegan matándose a las fronteras cruzando el Estrecho de Gibraltar casi a nado, y resulta que nos levantamos un día y encontramos que en Oldham los ingleses atacaban a los asiáticos ya afincados desde hace mucho. O que en Francia hay una gran xenofobia contra los inmigrantes que llevan ya 30 años, o contra sus hijos, nacidos allí y que no se han integrado aún. ¿No ha sido un shock para la izquierda?
–Una explicación de esto es el racismo. Francamente, los países europeos no han hecho un buen trabajo para erradicar el racismo. Mucha gente critica a Estados Unidos por ello, pero Estados Unidos es más avanzado que la mayoría de los países europeos en el combate contra el racismo. Y el racismo sí es un asunto de máxima importancia si se considera, por ejemplo, que los españoles que fueron a vivir a Francia hace 20 años fueron muy fácilmente asimilados; pero si se trata de un negro, de alguien que viene del norte de Africa, es mucho más difícil de asimilar. Es una cuestión racista. La única forma de atacar esto es a través de políticas constantes y de educación.
–Volviendo al tema de la izquierda y la derecha, usted escribió recientemente que el 50% de la población no es ideológica, no se define como de izquierda o de derecha. ¿Es el fin de la división clásica entre izquierda y derecha?
–No, no creo que sea el fin de la división, pero de nuevo es una situación factual. En la mayoría de los países europeos, no hace tanto, la mayor parte del electorado tenía una filiación política clara y se intentaba colocar en el espectro según su definición de izquierda o derecha. Ahora las cosas ya no son así. Hay un menor nivel de filiación a un partido fijo, la gente quiere elegir un partido, y el 50% de los europeos no se definen como de derechas o de izquierdas. Tradicionalmente, la izquierda se ha ocupado de unos temas, y la derecha, de otros temas. Los jóvenes, por ejemplo. La generación actual de jóvenes es liberal en cuestiones sociales, pero no quiere volver al modelo de gran Estado tradicional de la posición de izquierdas. Así que cualquier partido de izquierda, o de centroizquierda, debe tener en cuenta esto, reconocer que así es el electorado. Eso no significa que izquierda o derecha ya no tienen significado, sí que lo tienen. No se podría hablar de desarrollo de la extrema derecha si ya no tuviera sentido el concepto de izquierda y derecha. Lo tiene. Pero ya no está tan relacionado con ideas tan claras outopías en ninguno de los dos lados. Ya no hay una utopía realista en la izquierda, como la que había antes de 1989, así que es obvio que estas divisiones ya no tienen la importancia que tenían en el pasado.
–Si Gerhard Schroeder pierde en las elecciones de setiembre en Alemania, si el Partido Socialista Francés pierde en las elecciones legislativas de junio, prácticamente ya sólo quedará Blair. ¿Por qué se ha salvado la socialdemocracia en Inglaterra? ¿Es la tercera vía?
–En parte, sí, porque los cambios que hizo el Nuevo Laborismo le permitieron alcanzar un electorado más amplio. Mucha gente que jamás había votado a los laboristas, lo hizo, y eso es gracias a esos cambios. Pero una parte sustancial de la fuerza del Nuevo Laborismo se debe al sistema bipartidista y a la desmoralización de los tories. Si volvemos a la cuestión de “unidos, ganás; divididos, perdés”, en el Reino Unido la derecha está completamente dividida sobre el euro, y la izquierda no está tan dividida. Eso actúa en favor del Partido Laborista. Es una cuestión que está haciendo historia. Los laboristas pueden conseguir el tercer mandato en el poder. Es un gran hito en la historia.
–¿Qué opina del nuevo líder de los tories, Ian Duncan Smith? ¿Cree que podrá conseguir esa unidad?
–No. No creo que el líder actual pueda lograrlo. Ningún líder puede conseguirlo porque hay una división estructural entre los tories sobre el euro muy profunda. Intentan resolverlo moviéndose a la derecha, pero pierden muchos votos con ello. Una de las cosas que ha hecho el Nuevo Laborismo es ocupar un territorio que solía pertenecer a los tories. Una de las guías filosóficas del Nuevo Laborismo, que apoyo y a lo que he intentado contribuir, es que no se deja ningún asunto a la derecha. No se dice: éstos son asuntos de la derecha y no tenemos nada que decir. No se deja la inmigración, no se deja la competitividad económica, no se deja el crimen a la derecha. Se buscan soluciones de centro-izquierda a problemas de la derecha. Así que cuando Blair habla de lo que quiere hacer con el crimen es muy diferente de lo que decía el laborismo tradicional, que era: el crimen es resultado de la desigualdad. ¡Al infierno con la desigualdad! Y la derecha tradicional se centraba en el castigo. El Partido Laborista ha intentado tener una política efectiva de rehabilitación y parece que ha tenido éxito, así que es importante asegurarse de tener una política de centroizquierda en cada asunto, y es importante no permitir a la derecha que domine ningún asunto. Y entonces ganás en tu área de centro-izquierda y neutralizás a la derecha en las áreas en que es fuerte. Y ganás por vos mismo. Eso es lo que ha hecho el Partido Laborista.
–¿Debemos preocuparnos por el avance del Partido Nacional Británico (BNP), la ultraderecha británica, en las recientes elecciones municipales? [Lograron un 27% de los votos en algunos barrios de Oldham, aunque sin escaños, y un 14% de votos en Burnley, con tres escaños].
–Sí, debemos hacerlo igual que debemos preocuparnos por los resultados de la extrema derecha en toda Europa: es la combinación de xenofobia, racismo, intolerancia al cosmopolitismo. Estas actitudes están extendidas en el Reino Unido, y el BNP tiene oportunidad de conseguir algún poder a través de esos escaños municipales. No es una fuerza nacional como en otros lugares de Europa, en ese sentido no es una gran fuente de preocupación. Al menos de momento.
–Tras la victoria que alcanzó Le Pen en la primera vuelta, al lograr pasar a la segunda, Schroeder sugirió que tal vez hay que frenar el proceso de ampliación de la Unión Europea. Ir más despacio.
–No estoy de acuerdo. Creo que hay que impulsar la ampliación. El compromiso por la ampliación es ya un hecho y hay que ir rápido. Los temores de algunas personas no responden a la realidad. Algunos sí y otros no. Si se evoca la época en que entraron España y Portugal, mucha gente tenía los mismos temores en el norte de Europa, temía la entrada de tantagente no calificada; pero esto no ocurrió, y lo que ocurrió fue que muchos inmigrantes volvieron a casa desde el norte de Europa. Así que puedes anticipar algo similar si la ampliación se efectúa. No estoy de acuerdo con ir más despacio, sino con ir adelante.
–¿Se siente aún cercano a Blair? ¿Cree que está haciendo lo correcto para cumplir con su promesa de justicia social, de mejorar los servicios públicos?
–Yo no soy un asesor formal de Tony Blair, no hablo en su nombre, sino por mí mismo. Pero el punto clave para cualquier partido de centroizquierda de hoy es cómo se reconcilia la competitividad económica y la creación de trabajo con la solidaridad social, reconociendo que no se puede alcanzar ambas cosas por los medios tradicionales. Sólo algunos medios tradicionales valen todavía. Eso es el programa del Partido Laborista. Y para hacer esto hay que lograr primero una reputación de competitividad económica y después usar eso para generar los suficientes ingresos como para poner en marcha programas efectivos de justicia social, de bienes públicos. Y ésa es la cuestión que están haciendo ahora. Han tenido éxito en estas áreas, y el test clave será la salud. Van a poner dinero en ello y creo que pueden tener éxito.
–¿Por qué cree que Aznar robó la relación con el laborista Blair, que por filiación debía ser más cercano al Partido Socialista Obrero Español?
–Hay que verlo como una conexión entre dos líderes de dos países europeos. Dos países pueden formar una alianza efectiva dentro de la Unión Europea. Eso es importante, y creo que Tony Blair trabaja con Aznar en ese sentido, independientemente de que sus visiones políticas sean similares o diferentes. En segundo lugar, creo que comparten algo de interés común, que es la agenda de Lisboa. Yo comparto la opinión de que la Cumbre de Lisboa fue la más progresista que ha producido la Unión Europea, porque por primera vez dio a la UE la oportunidad de rivalizar con Estados Unidos en el plano económico, aparte del plano social. Y esa agenda no está completamente realizada y necesitas alianzas en Europa para impulsarla. Y hoy el centro-izquierda o el centro-derecha pueden trabajar juntos en áreas que comparten y en las que pueden colaborar.
–Los sindicatos españoles amenazan con una huelga general en junio. Hay huelga también en Alemania y ha habido en Italia. Usted ha tenido un discurso crítico con los sindicatos. ¿Qué opina de estas convocatorias?
–No conozco bien las circunstancias exactas de cada caso, sólo puedo comentar en términos generales. Pero el modelo actual debe ser distinto del pasado. Tienes que aceptar que hay un gran cambio tecnológico, y el papel de los sindicatos debe ser facilitar el cambio tecnológico en los mercados laborales y no bloquearlo, y la forma de hacerlo es luchar por la protección de los trabajadores en el momento del cambio, no insistir en una estructura ya inexistente de trabajos. No hablo de la americanización del mercado de trabajo, es seguir los procedimientos que han tenido éxito en países como Dinamarca, Holanda u otros, donde se ha logrado una buena mezcla de competitividad económica y protección social.

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Anthony Giddens: “Unidos, ganás; divididos, perdés”.
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