EL MUNDO
Cómo convertir el banquillo de los acusados en estrado de la acusación
Saddam Hussein reapareció espectacularmente ayer en el tribunal que lo juzga, acusando a las fuerzas norteamericanas que lo tienen detenido de haberlo torturado repetidamente a él y a otros siete acusados. La Casa Blanca lo negó de plano.
La vuelta de Saddam Hussein a la corte, en la sexta audiencia del juicio que los juzgan a él y a varios de sus colaboradores, dejó de qué hablar. Fiel a su estilo, el ex presidente iraquí reafirmó que no reconoce como legítimo al tribunal que lo juzga, interrumpió la declaración de uno de los testigos para rezar –como los jueces no aprobaron el receso, se dio media vuelta para mirar a La Meca y lo hizo igual– y, finalmente, antes de terminar la audiencia, alegó muy emocionado que él y los otros acusados habían sido “golpeados y torturados” por los soldados estadounidenses. Washington inmediatamente lo negó. “Creo que se trata de una de las cosas más ridículas que le he oído decir a Saddam Hussein recientemente”, ironizó el vocero de la Casa Blanca, Scott McClellan.
“Sí, fuimos golpeados por los norteamericanos”, denunció Saddam antes que se retire el tribunal y aseguró que tiene “marcas en todo el cuerpo que lo demuestran”. A su turno, el ex vicepresidente Taha Yassin Ramadan relató que durante varios días fue rociado con agua helada y que le cubrieron la cabeza con una bolsa. Irónicamente, el ex presidente iraquí está siendo juzgado por la masacre de 142 aldeanos chiítas después de un ataque contra su convoy en 1982. Washington no quiso desperdiciar esta paradoja. “Saddam Hussein recibe un trato exactamente opuesto a la forma en que su régimen trató a quienes encarcelaba y torturaba simplemente por manifestar sus opiniones”, explicó McClellan. La fiscalía, por su parte, intentó poner en ridículo a Hussein al afirmar que el ex presidente está detenido en una habitación con aire acondicionado, pese a que grandes sectores de Bagdad no tienen energía eléctrica.
La audiencia de ayer, que será retomada hoy, se centró en las declaraciones de testigos que explicaron en detalle la represión del régimen baasista contra los habitantes de la aldea chiíta de Dujail, el cargo principal por el que se juzga al ex mandatario y a sus siete colaboradores. Dos testigos afirmaron ayer haber sido torturados, incluso en presencia de Barzam al Tikriti, el hermanastro de Hussein y por entonces responsable de la seguridad presidencial. Uno de ellos era Alí Hassan Mohammed al Haidari, un periodista de una asociación que depende del Consejo Supremo de la Revolución Islámica. A diferencia de la mayoría de los casi diez testigos que desfilaron en las últimas audiencias, Haidari declaró sin ocultarse detrás de una cortina y sin modificar su voz.
“Yo vi con mis propios ojos lo que sucedió, helicópteros sobrevolaron la ciudad de forma anormal y miembros del Ejército Popular (paramilitares) tomaron posición en las calles”, declaró Haidari, que en aquella hora tenía 14 años, y agregó: “Los hombres del Mujabarat (servicios secretos) se llevaron a toda mi familia después de registrar nuestra casa”. Luego relató que fue a la sede del Partido Baas en Dujail para reconocer los cuerpos de lo que recordó eran nueve víctimas. Mientras el juicio continuaba, en Tikriti, al norte de Bagdad, cientos de simpatizantes del ex presidente se reunieron para pedir su libertad.
La presencia de Saddam otra vez en la sala no fue una señal de acercamiento con las autoridades judiciales. Siempre con una sonrisa en su rostro, el ex mandatario volvió a descalificar al tribunal y, especialmente, a su presidente, al que llamó “el juez de los ocupantes americanos en Bagdad”. Asimismo, el tribunal, intentando marcar distancia con las fuerzas extranjeras, cuestionó al ejército estadounidense por haber liberado de una prisión militar a altos funcionarios del régimen baasista sin consultarlos previamente, el fin de semana pasado.
El proceso, que comenzó el 19 de octubre pasado, ha estado signado por la violencia, interna y externa. Esta última es la misma que azota al país desde el comienzo de la ocupación. La interna, en cambio, tuvo su origen en el secuestro y el asesinato de dos de los abogados defensores de los colaboradores de Saddam y ahora se reaviva con las acusaciones del ex mandatario. “Estoy enfermo y el tiempo en mi situación es importante. Considérenlo por favor desde el punto de vista humanitario y legal”, imploró ayer a los defensores de los derechos humanos que lo están juzgando.