Un nuevo país en la región firma un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. En la madrugada de ayer, le tocó a Colombia cerrar un acuerdo que hace sólo meses parecía imposible. Sólo hizo falta la visita del presidente y buen amigo de la Casa Blanca, Alvaro Uribe, a Washington para apurar las negociaciones y terminar de afinar algunos detalles. Desde Colombia ya se escuchan las críticas de los gremios, que temen verse perjudicados por “la igualdad de condiciones” con la mayor economía del mundo.

La vicerrepresentante comercial de Estados Unidos, Susan Schwab, fue muy clara cuando le preguntaron si habían sido más flexibles con Bogotá debido a su difícil situación interna: “Se negocia de acuerdo con lógicas económicas, ninguna otra”. Esto es justamente lo que se teme en Colombia.

“El resultado de las negociaciones con Estados Unidos es lamentable”, sentenció el presidente de la federación de avicultores de Colombia, Jorge Bedoya, que alertó sobre la situación de “vulnerabilidad” en la que quedará esa industria cuando entre en vigencia el TLC.

La firma del acuerdo será uno de los principales activos en la campaña presidencial que Uribe comenzará en las próximas semanas. Buscando la reelección en mayo, el mandatario se apuró a afianzar su alianza con su principal aliado militar y también comercial. Estados Unidos compra alrededor del 40 por ciento de las exportaciones colombianas y Bogotá es el segundo comprador de productos agrícolas estadounidenses en la región. A nivel regional, sin embargo, este nuevo TLC es un paso más que da la Casa Blanca en dirección a conseguir un área de libre comercio a nivel continental. Lo que oficialmente Washington promocionó como el ALCA, y que fuera rechazado por gran parte de Sudamérica de manera harto mediática, parecería estar convirtiéndose en realidad a través de tratados bilaterales. Chile, Perú, Colombia, Centroamérica y parte del Caribe ya están adentro. Ecuador está en negociaciones. En otra dirección están el Mercosur y Venezuela.