Martes, 7 de marzo de 2006 | Hoy
La Justicia norteamericana podría condenar a muerte al francés Zacarias Moussaoui, quien admitió haber conspirado con Al Qaida pero que no tuvo implicación con los atentados a las Torres Gemelas.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Casi cinco años después de los atentados del 11 de septiembre, un tribunal de Virginia inició ayer el juicio al único acusado detenido en el marco de las investigaciones, el francés Zacarias Moussaoui. La historia de este hombre formado a “la guerra santa” –la jihad– en Londres y Afganistán podría figurar en un epílogo de las sabrosas historias de Isidro Parodi narradas por Jorge Luis Borges. El detective borgeano resuelve los casos que se le someten desde la cárcel. A Moussaoui le ocurrió algo similar, pero al revés. El hombre a quien el tribunal estadounidense puede condenar a muerte o a cadena perpetua no estaba en libertad cuando las Torres Gemelas de Manhattan fueron derribadas por los aviones. El sujeto en cuestión llevaba un mes preso en las cárceles norteamericanas.
Más allá de la personalidad de Moussaoui, el juicio revela las profundas fallas de la investigación llevada a cabo por los servicios secretos de la primera potencia mundial: cinco años más tarde, la administración Bush sólo puede poner en el banco de los acusados a un hombre que, en agosto del año 2001, había sido arrestado porque carecía de una visa para permanecer en territorio norteamericano. El francés, que nunca negó su proyecto de atacar la Casa Blanca, está acusado de no haber suministrado al FBI las informaciones que hubiesen tal vez evitado el ataque contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono en Washington. Zacarias Moussaoui nunca ocultó el motivo por el que se encontraba en los Estados Unidos. El francés de Al Qaida estaba siguiendo un curso para manejar un avión con el propósito de estrellarlo contra la Casa Blanca. En abril del año pasado, Moussaoui se declaró culpable de seis cargos que comprenden la “conspiración” con Al Qaida con el fin de estrellar aviones contra edificios. Sin embargo, el acusado no tiene ninguna implicación directa con lo que pasó el 11-S, pero los fiscales argumentan que Moussaoui estaba al corriente del plan global de Al Qaida y ello lo hace tan culpable como los otros 19 miembros de los comandos que estrellaron los aviones.
El jurado de Alexandría, en Virginia, no debate sobre la culpabilidad o la inocencia de Moussaoui sino sobre la condena: se trata de saber si deber ser condenado a muerte o a cadena perpetua. Si se considera que el francés pudo haber impedido los atentados del 11 de septiembre será condenado a muerte, de lo contrario la sentencia será la cadena perpetua en nombre del atentado que se aprestaba a cometer contra la Casa Blanca.
La defensa tiene a su vez una tarea difícil, empezando por el “perfil” del acusado. Apenas empezar el juicio, Moussaoui pidió que lo dejaran defenderse solo, sin la participación de sus abogados, solicitud que le fue negada. Nada excluye tampoco que Moussaoui testimonie en su propia contra, es decir, que se vincule a sí mismo con los hechos que desencadenaron la muerte de las personas que estaban en el World Trade Center. A sus 37 años, cada vez que aparece ante un tribunal, Moussaoui grita “¡pertenezco a Al Qaida!”. No existen ejemplos de un caso tan complejo y hasta absurdo con un acusado que no participó directamente en los hechos, juzgado por lo que no hizo materialmente pero que se declara culpable de haber preparado “actos de terrorismo, piratería aérea, destrucción de aviones, utilización de armas de destrucción masiva, asesinato de funcionarios norteamericanos y destrucción de propiedades” (sic). Sus abogados alegan que “existen pruebas sustanciales de que Estados Unidos sabía más sobre los proyectos de Al Qaida que el mismo Moussaoui”.
Nadie conoce el contenido de lo que Zacarias Moussaoui sabía antes de los atentados. Moussaoui, el típico “jihadista internacional”, salió de Francia para estudiar finanzas en Londres, entró en el camino del islamismo radical a través de las mezquitas del llamado “Londonistán” y luego se entrenó en las bases de Al Qaida situadas en Afganistán. Los jefes “operacionales” del 11 de septiembre, Khalid Cheikh Mohammed y Ramzi Ben Al-Shaiba, están detenidos en cárceles secretas norteamericanas. Moussaoui es el único ofrecido en espectáculo judicial.
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