Ayer, mientras Ronaldo, Ronaldinho Gaúcho y demás “galácticos” de la selección brasileña de fútbol arribaban a Berlín, donde mañana disputarán su primer partido por la Copa del Mundo, en Belo Horizonte el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) proclamaba a Geraldo Alckmin como candidato presidencial. Ex gobernador de San Pablo, médico de 54 años y acusado por sus adversarios de haber frecuentado el Opus Dei, Alckmin será el principal adversario del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT) en los comicios marcados para el 1º de octubre próximo.

El ex presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) y el ex intendente de San Pablo José Serra (2004-2005) fueron dos de los líderes que tomaron parte de la convención del PSDB de ayer en el sudeste brasileño. A los dos se les ve desanimados con Alckmin, al que hallan algo desabrido para enfrentar a un candidato carismático como Lula. Cardoso hubiera preferido que la fórmula estuviera encabezada por Serra, dotado de un perfil más progresista, capaz de seducir a los desencantados con el gobierno petista. Pero Cardoso fue derrotado en las internas y la fórmula del PSDB, con Alckmin a la cabeza, acabó afincada a la derecha del arco partidario, factor que se refuerza en la elección del candidato a vicepresidente, el senador José Jorge, del Partido del Frente Liberal, la más conservadora de las fuerzas políticas nacionales.

De momento, socialdemócratas y conservadores no han conseguido saldar las divergencias internas, atizadas por el temor a una derrota estrepitosa ante Lula, al que las encuestas de mayo dan como ganador en la primera vuelta. Alckmin no se amedrenta ante los sondeos y anima a sus seguidores con un argumento atendible: en Brasil, donde cada cuatro años hay elecciones y copa del mundo, la agenda política comienza después de la final alemana del 9 de julio. A partir de esa fecha, Alckmin promete embestir contra los escándalos de corrupción del actual gobierno prometiendo un “baño de ética” en una hipotética administración “tucán”, apelativo que identifica al PSDB.

En un extenso discurso ante miles de correligionarios Alckmin ayer presentó su plataforma de campaña en la que atacó las altas tasas de interés (de más del 15 por ciento anual) y la ineficiencia del Estado, eufemismo que suele legitimar políticas privatizadoras. Cuestionó también a la diplomacia lulista por su inclinación hacia el eje Sur-Sur. “Desastre es un adjetivo leve para caracterizar a la política externa del gobierno Lula. Sin Proyecto y preso de fantasías ideológicas, el actual gobierno gastó el mandato en gestos de mero marketing.” Retomó la prédica de Cardoso, uno de los autores de su programa, al defender el reencuentro con los EE.UU. y las potencias centrales. “Tenemos intereses y responsabilidades que nos aproximan al mundo desarrollado, las cuales debemos asumir sin demagogia.”

Ligado a las corporaciones industriales paulistas Alckmin también prometió acabar con el romance, no exento de tironeos, entre el actual gobierno y el presidente venezolano Hugo Chávez, al que se refirió sin nombrarlo como “aventurero de ocasión”. De paso avisó que retomaría las hostilidades comerciales con la Argentina y criticó a las cláusulas de adaptación competitiva acordadas en febrero de este año por los gobierno de Lula y Néstor Kirchner: “No es posible ser tolerante con la imposición de barreras comerciales absurdas. En vez de más protección se precisa más competición, mediante la adopción de un cronograma serio para remover barreras y muchas exenciones que le quitan credibilidad y previsibilidad”.El impacto de la candidatura anunciada ayer sólo se conocerá de aquí a un mes, de momento, como dijo la revista Carta Capital en su última edición: “Brasil sólo piensa en eso... el Mundial de Fútbol”.