Jueves, 17 de agosto de 2006 | Hoy
EL MUNDO › EL OTOÑO DEL PATRIARCA EN BRASIL
Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
Alfredo Stroessner nunca imaginó morir en el exilio. Cuando llegó a Brasil, en 1989, tras ser depuesto por un levantamiento militar, estaba en la certeza de que tarde o temprano volvería al Paraguay. Aún contaba con el suficiente poder político y económico como para hacer de Brasilia un bunker desde el que digitaría la suerte de su país. En rigor, durante años, su residencia en un elegante barrio de Brasilia era frecuentada por buena parte de la elite guaraní a la que el otrora “supremo” solía bendecir.
Ese fue el caso de Luis María Argaña, el ex vicepresidente asesinado el 23 de marzo de 1999, a quien Stroessner habría respaldado con 5 millones de dólares para su campaña electoral junto a Raúl Cubas Grau, presidente depuesto pocos días después de la muerte de su vice y también exiliado en Brasil. Argaña nunca disimuló su alineamiento con el stronismo dentro del Partido Colorado ni su convicción de que el general debería regresar a su tierra con los honores de un jefe de Estado.
Con la ejecución nunca esclarecida de Argaña también fue sepultado el plan retorno de Stroessner, a quien Página/12 interrogó el 23 de marzo de 1999, cuando la democracia paraguaya parecía estar a centímetros del precipicio. De allí en más crecieron las presiones de los organismos de derechos humanos para que el ex mandatario volviera a su país pero en calidad de procesado por los asesinatos y desapariciones ejecutadas durante su régimen. Aquel 23 de marzo de 1999, a través de su asistente, Stroessner aceptó responder un cuestionario, e hizo notar su irritación con la situación que atravesaba su país y con este diario, al que conocía pero, según se notó, no estaba entre sus favoritos. “Le pido que no se vaya a ofender”, previno Cintia Oviedo, su vocera, al cronista, pero el general “dice que es estúpido”. Recibir un insulto de Stroessner no ofende, antes bien lo contrario, pero lo que sorprendió al reportero es que se tomara el tiempo de hacerlo. Después de unos instantes de silencio su vocera buscó recomponer las cosas: “El no está diciendo que usted sea estúpido sino que es estúpido preguntar si él esperaba que una cosa así (asesinato de Argaña) podía ocurrir en Paraguay”.
Emperrado en su idea muy particular del nacionalismo Stroessner le dijo a Página/12 que rechazaba la injerencia de los países del Mercosur, con Brasil a la cabeza, para salvaguardar la democracia paraguaya. Esos países “no tienen nada de qué preocuparse y que no es necesario y no es de desear que se metan en cuestiones de los paraguayos”.
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